Capítulo 41: Enfrentamiento

1.2K 137 9
                                    


Diego estaciona el auto afuera de mi casa cerca de la una, nos quedamos sonriendo como idiotas un buen rato.

—Gracias por todo —comienzo a decir—, de verdad.

—No hay nada que agradecer, me gusta hacerte sonreír.

—Últimamente logras mucho más que hacerme sonreír.

Toma mi cara para besarme por última vez y bajo del auto aún envuelta en la toalla. Espero que en casa no haya nadie fuera de su habitación que me pueda ver y suelto un largo suspiro de alivio cuando llego a mi habitación sin encontrarme con nadie.

Rosie levanta la vista de su libro de romance juvenil del día y enarca una ceja.

—Parece que estuvo buena la cosa con tu «amigo».

—No digas tonterías, no pasó nada.

—Ya veo. ¿Por eso vienes llegando medio desnuda y llena de arena? —me apunta—. No, ¿sabes qué?, mejor no me cuentes nada. No quiero que perviertas mi mente.

—No pasó nada, nos robaron la ropa.

—No se las hubieran robado si las hubiesen tenido puestas como la gente normal hace —me mira fijamente con una sonrisa que me dan ganas de estrangularla.

—Hicimos una carrera hacia el agua, ¿contenta? —me dirijo al baño para darme una ducha—. Ni siquiera sé por qué te doy explicaciones.

—Porque soy tu hermana y cuidé a Cassia mientras salías a divertirte cancelando mis planes.

—¿Qué planes, si estás castigada?

—No me lo recuerdes.

—Me daré una ducha y luego serás libre.

Entro al baño y me permito demorarme un poco más bajo el agua caliente, ya que muero de frío y además, no todos los días tengo a una hermana vigilando a mi hija mientras me ducho.

Luego de secarme, me quedo unos minutos observando el colgante. Es realmente precioso pero aún más precioso es lo que siento al saber que soy importante para él. Llevo conmigo algo que sé todo lo que significa para él y planeo cuidarlo con mi vida.

Salgo de mi habitación dejando a Rosie en libertad y me acuesto al lado de mi hija, no logro dormirme enseguida porque mi mente recrea una y otra vez lo de esta noche. No puedo creer nada de esto, es todo tan irreal partiendo por que nos robaron la ropa.

Una pequeña mano abre uno de mis ojos despertándome, veo a mi pequeña despierta a mi lado y sonrío. Me levanto y la llevo a la cocina a tomar desayuno, papá me dio el día libre ya que no hay mucho para hacer hoy en la oficina así que podremos disfrutar de una mañana madre-hija.

No hay nadie en casa por lo que nos quedamos en pijama un rato más viendo televisión, Disney channel nunca pasará de moda y nunca me aburrirá. Cerca de la una sé que es momento de levantarse pero como tengo tiempo, le doy un baño a mi pequeña y luego me ducho yo antes de salir hacia el mall Marina Arauco.

No estamos por mucho tiempo ya que está bastante lleno, esta es la mejor época de turista y Cassia está inquieta, al igual que a mí, no le agrada mucho estar rodeada de gente. Llegamos al estacionamiento y comienzo a buscar mi auto.

—Hola, Elizabeth —reconocería esa voz en cualquier lugar, es la psiquiatra con la que trataba mi depresión cuando vivía aquí—, me alegro mucho de verte.

—Doctora Zuñiga, tanto tiempo —me da una abrazo a modo de saludo y luego se queda mirando a mi pequeña. Aquí voy otra vez­—. Ella es mi hija, Cassia.

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now