Capítulo 82: Primeros latidos

566 61 5
                                    

—¿Cómo dices? —mamá se aparta de mí de golpe y se mira de pies a cabeza como si buscara algún signo de algo, cosa que claramente no encontrará—. Creo que te he escuchado mal.

—Me has escuchado perfectamente.

—No, estoy segura de que pasó un coágulo por mi cabeza mientras hablabas.

—¿De verdad me harás repetirlo?

—¡Sí!

—¡Estoy embarazada, mamá! —exclamo exasperada, pero de todas formas siento un mínimo peso menos encima. No puedo dejar de llorar—. Lo siento, ¿sí? Yo no... no quería, no lo planee y te prometo que he sido cuidadosa siempre desde que tuve a Cassia. Con Diego siempre nos cuidamos, no sé cómo pasó.

—Deberías saber, como futura profesional de la salud que ningún método es cien por ciento efectivo.

—Ya, pero hay que tener muy mala suerte como para que tomando pastillas anticonceptivas y usando preservativo pase.

—Las cosas pasan cuando tienen que pasar.

—¿De verdad crees en eso?

—Sí, pero eso no significa que esto no me tome desprevenida.

—Papá me va a matar.

—¿Cuántos meses tienes?

—Yo... no lo sé. Deben ser más de dos meses, no lo sé. Lo supe hace solo dos días, todo ha sido un poco borroso desde entonces y creí... —me detengo sin saber si continuar o no, si lo que voy a decir a continuación terminará por desatar la furia de mi madre que hasta el momento está bastante tranquila aunque sus ojos brillan con algo que no es precisamente felicidad—. Necesitaba hablar contigo. No podía... no podía volver a pasar por todo esto sola. Ni siquiera sé cómo fue que pude hacerlo antes.

—Espera aquí.

Sale de la habitación, lo que me desconcierta un poco. Esperaba que me gritara, que me abofeteara o me dijera lo decepcionada que está de mí, pero no que me dejara sola después de que le confesara que no me sentía capaz de hacer todo esto sola. Intento controlarme, pero mi llanto se vuelve más desconsolado cuando me doy cuenta de eso, no sé qué esperaba pero claramente no era esto.

Cuando mamá regresa unos diez minutos después, estoy hecha un ovillo en su cama sin dejar de sollozar. Ella me levanta con facilidad a pesar de ser una persona menuda, supongo que sus años como enfermera han ayudado a mejorar todo lo que significa movilizar a sus pacientes, en este caso a mí. Se sienta a mi lado y me seca las lágrimas con delicadeza.

—No sirve de nada seguir llorando y no le hace nada bien al bebé, así que te vamos a secar esas lágrimas, vas a ir a lavarte la cara y a prepararte porque iremos al médico.

—¿De qué hablas? Es viernes por la tarde, supongo que sabes lo imposible que es conseguir una hora con un médico.

—Claro que lo sé, pero también sé que en este país todo funciona mediante contactos y resulta que trabajar en salud te abre muchas puertas —se encoge de hombros—. Llamé a una ginecóloga conocida, era amiga de Edith cuando estudiábamos en Santiago y lo seguían siendo, solo tuve que pedirle un pequeño favor y no pudo negarse, después de todo no es solo mi nieto o nieta que viene en camino, también es de Edith. Tenemos que comprobar que todo está bien.

—¿No estás enojada conmigo?

—Enojada no estoy, tal vez un poco asustada y preocupada pero creo que sabes que eso viene en el paquete de maternidad. Desearía con toda mi alma ponerte a ti y a tus hermanos en una burbuja y que sean niños para siempre pero sé que no será posible, sé que los tres ya están grandes y no hay nada que pueda hacer para detenerlo —me rodea con sus brazos y besa mi frente—. Sé que eres capaz de hacer esto sola como la primera vez, pero no lo harás. Mamá siempre estará a tu lado, me alegra que me lo hayas contado enseguida.

Cartas a BenjamínHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin