Capítulo 35: Insomnio

1.3K 146 8
                                    

Han pasado dos horas y seguimos sentados en esta aburrida mesa, con estas aburridas personas que quieren saber todo acerca de la empresa, hasta el más mínimos detalle. Diego ha estado perfecto, responde cada pregunta con una seguridad que sé que mi padre se sentiría orgulloso si lo escuchara ahora. Me parece muy sexy verlo tan seguro de lo que dice, lo único que deseo en estos momentos es sacarle ese traje formal que le queda tan bien.

No puedo creer que acabo de decir eso, pero bueno, es la verdad.

—¿No es lindo? —me pregunta una chica rubia sentada a mi lado, debe tener la edad de él y no puedo evitar fulminarla con la mirada.

—Sí, lo es —muestro mi mejor sonrisa—. Lástima que está comprometido.

La cara de la chica se torna de todos colores y río con satisfacción por dentro.

—L-lo siento mucho.

—No es conmigo con quien tienes que disculparte, no soy la novia.

Pronunciar esas palabras duele un poco, no puedo explicar el porqué pero duelen. No soy la novia y nunca lo seré, y esto que estoy haciendo está más que mal, es horrible. Por más que su novia sea una bruja, no merece que la engañe conmigo otra vez.

Siento una mano presionar mi pierna por debajo de la mesa y me sobresalto un poco aunque sé que es él, me saca totalmente una sonrisa y se me olvida todo lo que estaba pensando. Estoy sintiendo cosas demasiado fuertes y es imposible evitarlo.

—¿Estás bien? —me pregunta, supongo que sigo siendo igual de transparente que antes cuando estoy preocupada.

—No es nada, voy a ir al baño un momento.

Me levanto pidiéndole disculpas a las demás personas que nos acompañan y me dirijo al baño, cierro la puerta con llave sin importarme si alguien más quiere entrar y me miro al espejo.

—Tú no eres ese tipo de chica, Effie —me digo a mí misma como si de algo sirviera—. Ya no tienes catorce años para justificar lo que haces con tu inmadurez.

Me veo tentada a lavarme la cara pero no quiero arruinar el maquillaje, no traigo nada con lo que poder arreglarlo ya que estas carteras formales son demasiado pequeñas que con suerte entra el teléfono.

—No eres ese tipo de chica, sal de aquí y no repitas la historia. Ya sabes lo mal que terminó todo.

Salgo una vez que logro calmarme y veo que ya muchos están de pie conversando. Distingo a Diego hablando con la rubia que lo encontró lindo en la mesa y no es hasta que ella se pasa una mano por el cabello en forma de coqueteo cuando decido ir a interrumpir.

A la mierda todo, no le debo explicaciones a nadie. Puedo hacer lo que se me dé la gana, la vida es demasiado corta para pensar tanto las cosas y es mejor arrepentirse por haberlo hecho a arrepentirte por no atreverse.

—Diego —tomo mi cabeza cuando llego a él—. ¿Crees que podremos irnos? No me siento muy bien.

Se acerca enseguida a mí, dejando a la otra sola lo que me hace sentir bien y mal a la vez.

—¿Qué pasa?

—Debe ser algo que comí, necesito volver a casa. Puedo tomar un taxi para que te puedas quedar un poco más.

—¿Estás loca? Me voy contigo, no te dejaré sola, menos si te sientes mal.

Solo puedo sonreírle y luego nos despedimos de algunas personas explicándoles que no estoy en condiciones de quedarme.

—Por favor no vomites en el auto —pide en broma, aunque sé que una parte de él lo pide de verdad.

—No te preocupes, no lo haré.

El resto de camino estamos en silencio, en mi mente, mi ángel bueno y el malo siguen discutiendo por lo que debo o no debo hacer y estoy más confundida de antes.

Llegamos y apenas entramos a la casa y él cierra la puerta, lo empujo un poco hasta que queda apoyado en ella, me acerco y lo beso.

—No estás enferma, ¿verdad?

—Nop.

—Eres una genia, no sabes lo que deseaba que terminara rápido esa cena y poder deshacerme de ese vestido, que por cierto te queda precioso.

—¿Y entonces, qué estás esperando para hacerlo?

Me vuelve a besar y antes de siquiera darme cuenta estamos de nuevo en mi habitación mientras nuestra ropa comienza a volar por todos lados.

Hacer el amor con Diego, aun después de tanto tiempo se siente igual a la primera vez, tal vez no hemos cambiado tanto como pensaba, tal vez ahora la historia no terminará mal, tal vez estoy haciendo una estupidez pero supongo que la felicidad que me da por el momento es suficiente para continuar.

Son las tres de la mañana, Diego duerme tranquilamente y yo no puedo pegar un ojo, malditos antidepresivos y sus efectos secundarios. En octubre casi tengo una recaída y el psiquiatra decidió aumentar la dosis, lo que comenzó a producirme insomnio o constantes pesadillas, por lo que mi sueño se comenzó a descontrolar por completo. En casa no había tenido problemas, supongo que el ambiente familiar en algo ayuda, ya que como dicen: Todo está en la cabeza. Pero no podía durar para siempre, estoy muy cansada pero no puedo dormir.

Me levanto y busco mi ropa interior, luego me pongo la camisa de Diego que aún conserva el olor de su perfume y salgo a la cocina que está conectada a la sala de estar. Enciendo el hervidor para prepararme un té y cuando está listo busco un libro en la pequeña repisa de mamá, supongo que leer algo y distraerme puede servir para recuperar el sueño o tal vez aumente el insomnio ya que soy del tipo de persona que no quiere dejar el libro hasta terminarlo, ni siquiera para dormir o comer.

Saco una manta de uno de los armarios ya que a pesar de ser verano, las noches son un poco heladas y no quiero enfermarme. Enciendo la luz del farol que hay en el muelle y con mi manta, mi libro y mi té me dirijo hacia allá. Siempre he pensado que esas tres cosas juntas más las estrellas crean un momento perfecto y que desearía hacer más a menudo pero con la universidad y mi hija no me queda mucho tiempo libre.

No sé en qué momento me quedé dormida, solo sé que acabo de abrir los ojos y Diego me está cargando hacia la casa, también que está casi amaneciendo y que tengo mucho frío.

—Estás tiritando de frío —dice cuando se da cuenta de que estoy despierta—, te enfermarás.

—No podía dormir.

—Voy a encender la calefacción —me deposita despacio en la cama y me cubre con las mantas—. Ya vuelvo.

No digo nada, tal vez es el frío o el sueño que tengo, talvez ambos pero no puedo pensar con claridad. Soy consciente de que se vuelve a acostar a mi lado y me rodea con sus brazos, brindándome el calor que necesito y luego todo se vuelve negro. 

Cartas a BenjamínOnde histórias criam vida. Descubra agora