Capítulo 84: No puedes ayudarme

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Me levanto de golpe de mi asiento y retrocedo inconscientemente un paso, no puedo creer lo que estoy viendo así que restriego mis ojos con las manos para asegurarme de que efectivamente es real. Su rostro está mucho más delgado que antes y las bolsas bajo los ojos no pueden opacar su belleza, no me cansaría nunca de mirarlo. Diego comienza a toser bastante y es lo que me hace reaccionar, acercarme a él y obligarlo a ponerse nuevamente la mascarilla de oxígeno.

Doy media vuelta para ir a buscar a algún médico pero antes de poder alejarme, su mano toma la mía con más fuerza de la que habría esperado que tuviera y me giro nuevamente hacia él. Veo borroso gracias a las lágrimas y sigo paralizada, ¿qué se supone que se hace en estos momentos?

—N-necesito ir a buscar al médico —logro apenas articular las palabras pero él no suelta mi mano.

Vuelve a quitarse la mascarilla por un momento, cosa que no me parece bien pero no soy capaz de decir nada.

—Yo... necesito —jadea y vuelve a ponerse la mascarilla unos segundos para recuperar el aliento antes de sacársela una vez más— un beso... de bienvenida.

Suelto todo el aire contenido y una risa de alivio, me acerco más y le doy un pequeño en los labios. Luego, le quito la mascarilla de la mano y se la pongo otra vez sobre la nariz y la boca.

—Parece que no pierdes el tiempo, ¿eh? Ahora sí iré a buscar al médico.

Salgo corriendo antes de que pueda detenerme y entre tartamudeos le digo a Jeanette que llame al médico porque Diego despertó. La enfermera no puede creerlo y sale corriendo también detrás de mí a confirmar lo que acabo de decir, al llegar se queda de piedra; supongo que ya nadie esperaba que despertara.

—¡Iré a llamar al médico!

Nos deja solos y ocupo mi asiento de siempre, tomo su mano y sin poder evitarlo, rompo a llorar con toda mi alma. Escondo la cara entre mis manos y tiemblo como si fuera una gelatina, imaginé tantas veces este momento pero nunca pensé que iba a reaccionar así. La mano de Diego busca las mías y las intenta quitar de mi cara sin éxito.

—Lo siento —susurro entre sollozos—. No sé... no sé cómo reaccionar.

—¿Qué tal... qué tal un abrazo?

—Tengo miedo de hacerte daño.

—No lo harás.

—¿Tú qué sabes?

—¿Effie?

—¿Sí?

—Espera —comienza a decir con dificultad—. Per-perdóname por lo que dije. Solo quería que lo supieras en persona pero no alcancé a llegar.

—Nada de eso importa —le aseguro—. Lo importante es que estás bien y... Dios mío. ¡Estás bien!

Por primera vez siento que despierto de mi aturdimiento y ya no lo soporto más, me abalanzo sobre él y lo rodeo con mis brazos con más fuerza de la que esperaba porque suelta un pequeño gemido.

—Perdón.

—N-no es... n-nada.

No alcanzamos a decir nada más porque un hombre se aclara la garganta detrás de nosotros y tengo que apartarme de Diego al ver que es el médico. Me pide que le dé un poco de espacio aunque no me hace salir de la sala como siempre mientras lo revisa y comprueba que todo está en perfectas condiciones, como si se hubiese dormido ayer por la noche y despertado hoy normalmente.

—Nivel de conciencia bueno —el médico va dictando todo lo que ve y Jeanette lo anota en la hoja de enfermería—. Glasgow 15, signos vitales dentro de los rangos normales. ¿Cómo te sientes, Diego?

Cartas a BenjamínOnde histórias criam vida. Descubra agora