Capítulo 56: Todo por mi hija

1K 125 7
                                    

Llego al auto y me descontrolo por completo, intenté hacerme la fuerte frente a mi padre pero ahora que estoy sola no puedo evitar llorar y sacar todo lo que siento dentro. No puedo creer que fui tan ilusa de creer otra vez que el amor que sentía mi padre por mí le ganaría a su orgullo. ¡Qué tonta! Si para él, siempre lo más importante será él mismo.

Conduzco a una velocidad bastante imprudente hasta la casa de mis padres, y una vez que estaciono el auto intento limpiar todo rastro de lágrimas por si me encuentro con alguien aunque sé que es inútil ya que siempre que lloro me quedan unas horribles manchas rojas en la cara.

Utilizo mi propia llave, será la última vez que la use y eso me causa más dolor del que sentía. Mamá aparece por el pasillo al sentir la puerta y al verme así se preocupa mucho y se acerca a mí casi corriendo, sin preguntar nada más, me abraza.

—¿Qué pasa, mi niña? —pregunta apenada mientras me acaricia el cabello.

—Me falló, mamá —sollozo y comienzo a ahogarme—. La persona que menos creí que lo haría, me dio la espalda.

—¿Diego?

—Papá.

Me dejo llevar nuevamente por las lágrimas y mi madre me ayuda a llegar hasta el sillón para sentarme un momento. Le cuento todo lo que pasó, todo lo que hablé con mi padre y cómo prefirió que me fuera de la casa antes de volver a contratar a Diego. Ella no me interrumpe en ningún momento, noto en sus facciones que le estoy causando mucho dolor y ahora ya no sé si lloro por ella o por mí.

—Sabes cómo es tu padre, se le pasará. No permitiré que te alejes nuevamente de nosotros.

—Tal vez a él se le pase, pero no a mí. Nunca le perdonaré lo que me dijo ni lo que me hizo, es como si se empeñara en verme infeliz, pero luego cuando tiene que pagar un psiquiatra por los problemas que eso me trae se hace el que no tiene nada que ver y son exageraciones mías. A veces llego a pensar que él hubiese preferido que mis intentos de suicidio hubiesen resultado.

Sé que eso último es demasiado pero por alguna razón no lo pude seguir guardando, esa idea me venía dando vueltas por años y me venía destruyendo poco a poco. Ni siquiera me di cuenta de que lo había dicho hasta que escuché mis propias palabras.

—¿Cómo se te ocurre decir algo así, Elizabeth? —su tono de voz, más que molesto es destrozado. Sus ojos ya no retienen las lágrimas—. Tú y tus hermanos son lo más importante que tenemos, no vuelvas a decir una estupidez como esa y mucho menos a volver a tener esas ideas.

—Solo estoy diciendo la verdad.

—Elizabeth, prométeme que no volverás a hacer una estupidez como las del pasado. Prométeme que si te sientes perdida nuevamente, buscarás ayuda a tiempo.

—No voy a dejar a mi hija sola, no le haré lo mismo que Benjamín le hizo a su hijo con su novia —noto un poco de rencor en mi voz—. Y ya sabes que ya estoy yendo al psiquiatra, no he tenido ningún episodio desde unos meses antes de que naciera Cassia.

—No te vayas, por favor. Tengo tanto miedo de que te pase algo y estés lejos.

—Llevo dos años viviendo sola, mamá. Además, la abuela siempre está cerca.

—Prométeme que me llamarás todos los días y me pedirás ayuda con todo lo que necesites.

—Te lo prometo, mamá.

Me da un abrazo muy largo y luego me acompaña hasta mi habitación para ayudarme a guardar mis cosas en caja y el resto de mi ropa en la maleta. Un par de horas después, ya tengo casi todo listo y cargado en mi auto cuando llega Rosie, quien no necesita preguntar nada para saber lo que pasa.

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now