Capítulo 69: Sorpresas

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El timbre de mi departamento sonando es lo que me despierta, miro el reloj y hago una mueca, son las nueve de la mañana un sábado, el única día que puedo dormir hasta tarde y a un idiota se le ocurre tocar el timbre. Lo dejo pasar pero tocan de nuevo y no quiero que despierten a nadie más, Diego duerme plácidamente a mi lado rodeándome con un brazo así que tengo que salir con mucho cuidado para no despertarlo.

Busco una bata en mi armario ya que no llevo nada encima y salgo con mi mejor cara de trasnochada a abrir la puerta. Ni siquiera sé quién podrá ser porque nadie suele visitarnos.

Abro la puerta y me quedo paralizada, me limpió los ojos con exageración porque lo que estoy viendo no puede ser posible pero sigue ahí.

—Hola, Effie.

Esa es su voz.

—¿Benjamín?

Despierto tan sobresaltada que me llego a incorporar en la cama, despertando a mi acompañante. Estoy bañada en sudor y mi corazón va a mil por hora, ¿qué mierda fue eso?

—¿Estás bien? —pregunta Diego preocupado y por fin vuelvo a la realidad.

No soy capaz de responderle, me aferro a él como si la vida se me fuera en eso y él me rodea con sus brazos, en ese momento me doy cuenta de que estoy llorando desesperada. Miro a mi alrededor para darme cuenta de que ni siquiera estoy en mi departamento, seguimos en la casa de Diego y solo han pasado dos semanas de la muerte de Edith.

Solo fue un sueño, solo fue un sueño, me repito una y otra vez, sin saber muy bien qué pensar. Desde que supe que estaba muerto no había vuelto a soñar con él.

—¿Qué pasa? —susurra mi novio en mi oído y eso no hace más que darme más ganas de llorar—. ¿Un mal sueño?

—S-sí.

—Tranquila, fue solo un sueño. ¿Quieres hablarlo?

—Por favor no me hagas recordarlo.

—Está bien, te iré a buscar un vaso de agua, ¿sí?

—¡No! Quédate conmigo, por favor.

Me abraza con más fuerza hasta que me calmo un poco, tengo el estómago revuelto y creo que vomitaré en cualquier momento. Tengo miedo de volver a dormirme y además, mañana debo volver a Santiago pero ya no quiero hacerlo, no después de esto. No sé si seré capaz de despertar en una cama vacía después de otro sueño como ese, no soy tan fuerte.

***

Los meses comienzan a pasar más rápido que nunca, volví a Santiago y a pesar de que varias veces tuve sueños de ese tipo, aprendí a controlarme cada vez que despertaba, no fue fácil pero luego de escribirle una carta exigiéndole que me dejara en paz ya no se volvió a aparecer. Diego abandonó por fin la casa de su infancia porque la pusieron a la venta y con una parte de la gran herencia que le dejó su madre, arrendó un departamento pequeño a orillas del mar. Dijo que era en lo único que invertiría ese dinero, que el resto —que era bastante, debo reconocer— lo quería guardar en una cuenta bancaria, pensando en un futuro conmigo y mi hija. Lloré cerca de dos horas en sus brazos cuando me lo confesó, nadie nunca se había preocupado por mí de esa manera ni me había considerado para pasar toda una vida conmigo.

La primera semana de diciembre, termino por fin con todas mis clases y pruebas. Luego de recuperar las dos semanas de prácticas que debía por quedarme al lado de Diego después del funeral y que contra todo pronóstico, obtuve la mejor nota de prácticas clínicas de toda la clase. Un bellísimo 6,6.

Después de eso, vuelvo al departamento para hacer las maletas e ir a buscar a Cassia a casa de la abuela para irnos a Viña del Mar al fin. Pasaremos tres bellos meses en el departamento de mi novio, los tres, como la familia que ya hace bastante tiempo comenzamos a ser.

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now