Capítulo 78: Colibrí

522 63 1
                                    

Cuando abro los ojos nuevamente, no estoy del todo orientada. Las paredes blancas me resultan desconocidas y no recuerdo cómo fue que llegué aquí. Miro hacia mi alrededor y veo a mi profesora sentada al lado de la camilla en la que me encuentro, me está mirando con cara de preocupación y tal vez un poco de lástima, lo cual es muy extraño ya que su cara siempre es de enojo excepto en situaciones especiales como cuando entré en trabajo de parto frente a ella o cuando Edith estaba por morir. De repente lo recuerdo todo.

—¿Está muerto? —es lo primero que pregunto porque necesito saberlo, necesito saber si me quedaré sola otra vez, si tendré que empezar una vez más intentando ser fuerte por mi hija... si otra persona que amo más que a mí misma me abandonará.

Ella me toma la mano en un gesto demasiado maternal para su gusto, lo que me dice que todo está mal, que si no está muerto, entonces está a punto de estarlo. Mis ojos se vuelven a llenar de lágrimas.

—No, no lo está. Lograron reanimarlo, ahora está en pabellón, cuando se sepa algo más nos vendrán a avisar.

—Esto no debería estar pasando —mi llanto se vuelve descontrolado, tengo miedo de que me dé otro ataque de pánico pero tampoco puedo evitarlo—. Lo último que le dije fue que me había arruinado la vida, que hubiese deseado no haber reencontrado nunca con él. Debería haberle dicho que lo amaba, no debería haberle cortado el teléfono.

Me hago un ovillo y continúo llorando por unos minutos, la profesora me hace cariño en un brazo en su intento de consolarme pero nada de eso sirve.

—Estoy segura de que él sabía que no era cierto, uno a veces dice cosas que no siente, a todos nos ha pasado.

—No sé qué voy a hacer si muere, no sé cómo dirigir mi vida...

—Alto ahí —levanta un dedo y hace que me dé vuelta—. Primero, no hay que pensar en eso, él está en buenas manos ahora y solo podemos esperar; y segundo, eres una mujer fuerte, Elizabeth, está bien tener un compañero de vida pero uno tiene que valerse por sí misma también y yo sé que sabes hacerlo, me lo has demostrado a lo largo de todos estos años. Si te soy sincera, nunca creí que después de tener a tu hija volverías a terminar la carrera, te veía tan débil, tan vulnerable y no te haces una idea del orgullo que siento al ver que ya estás en cuarto, que solo te queda un año para terminar y lo has logrado sin ayuda de nadie.

—Solo lo hice porque no tenía otra opción.

—Y eso es lo que hacen las personas fuertes, cuando piensan que ya no hay opciones, que están acabados, de algún lugar sacan una nueva solución para lograr lo que se han propuesto —me toma nuevamente la mano, con cariño—. Has tenido la mala suerte de que yo haya sido la docente de todas tus prácticas pero para mí ha sido un agrado, eres el tipo de persona que buscamos formar, Elizabeth, pero me he dado cuenta a lo largo de los años de que eres demasiado autocrítica, está bien serlo pero solo hasta cierto punto, hay veces en que siento que te destruyes a ti misma, que te miras en menos y eso no está bien.

—No puedo evitarlo.

—Es difícil, lo sé, todos tenemos ciertas inseguridades, más si trabajamos con la vida de los pacientes pero hay que saberlo llevar, aprender de los errores para no volver a repetirlos, creer en ti misma porque si tú no lo haces, nadie lo va a hacer.

Me quedo en silencio un momento porque no sé qué decir, sé que tiene razón pero cómo borrar veinte años de inseguridades en un par de días. Llevo trabajando eso por los últimos siete años y siento que no avanzo demasiado. La habitación me comienza a dar vueltas por un instante y ella lo nota.

—¿Estás bien?

—Solo un poco mareada, ¿qué me dieron?

—Un sedante, algo con lo que no estoy de acuerdo pero no alcancé a detenerlo. De todos modos, ya todos se enfrentaron a mi furia.

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now