Capítulo 51: Enamorados

1K 140 1
                                    

Al igual que todo en la vida, nuestra semana mágica tuvo que terminar. Diego debe volver a trabajar el lunes, así que decidimos que el sábado regresaríamos a Santiago y hoy, domingo a Viña del mar.

Quisimos pasar un día en Santiago más que nada para hacer todo lo que no pudimos hacer en la semana con Cassia en nuestra misma habitación, así que mientras mi hija dormía plácidamente en su cuarto, hicimos el amor hasta que terminamos tan exhaustos que solo pudimos dormir.

Despierto de madrugada y ahora estoy mirando el techo mientras Diego me abraza y yo a él, lo observo dormir por más psicópata que eso pueda sonar, se ve muy relajado como si llevara meses sin dormir bien y ahora lo esté haciendo. Parece en paz y no sé cómo puede estarlo siendo que estamos por volver a la realidad y tiene que dar demasiadas explicaciones, y yo también, por más que lo nuestro sea un secreto y no tengamos ninguna intención de contárselo al mundo, por lo menos por ahora, sé que mi familia espera una explicación coherente de por qué desaparecí esta semana, mucho más después de haberme pasado llorando la anterior. Siento culpa por haber sido tan egoísta en ese sentido, pero en mi defensa le estuve enviando algunos mensajes a Rosie para que supiera que estamos bien y espero que con eso haya sido suficiente.

—¿No puedes dormir otra vez? —pregunta Diego con su voz más ronca de lo normal, apenas puede mantener los ojos abiertos y eso me produce ternura por lo que sonrío.

—Desperté hace poco, pero no pasa nada —paso mi mano por su cara con suavidad—. Vuelve a dormirte.

—No, ¿en qué piensas?

Se levanta un poco ya despierto del todo y me queda mirando fijamente esperando a que le responda.

—En las explicaciones que tendremos que dar mañana, sé que nadie sabe de nosotros pero cada uno va a tener que explicar por qué desapareció una semana sin avisar.

—Ya lo sé, no sé qué decir. Lo único que quiero es que todo sea más fácil y poder gritarle al mundo que te amo, pero necesito tiempo para eso, no puedo dejar plantada a mi prometida en el altar y aparecer unos días después con otra novia, no es correcto.

—Lo entiendo, de verdad que lo hago —le sonrío para que note que hablo de verdad—. Ahora no es un buen momento y tampoco quiero exponerme ante tantas personas, más de la mitad de la ciudad ya hablaba de mi siendo madre soltera y ahora con esto, mucho menos quiero exponer a mi hija. Esperaremos lo que haya que esperar, no hay apuro.

—Te juro que esta vez no seré tan idiota como la primera vez, será muy poco tiempo, solo hasta que las aguas se calmen un poco.

—Poco o mucho tiempo, la verdad me da igual si estoy contigo.

—¿Effie? —pregunta y se pasa una mano por el cabello, cosa que hace solo cuando está nervioso—. Me encanta estar contigo, lo que acabamos de vivir, despertar cada mañana a tu lado y con Cassia es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Sé que te lo he dicho antes, pero quiero tenerlas en mi vida, cuidarlas y amarlas todo lo que se merecen, quiero hacer las cosas bien.

—Estás haciendo las cosas bien.

—No, me refiero a que quiero darle formalidad. Ya quedamos en mantener el secreto por un tiempo pero eso no significa que cuando estemos solos sigamos siendo amigos con beneficios o lo que sea, quiero estar contigo de verdad, poder despertar cada mañana con una sonrisa al recordar que la mujer más linda del mundo está enamorada de mí, al igual que yo de ella —besa mi frente y luego dirige su boca hacia mi oreja para susurrar—: ¿Quieres ser mi novia?

Me aparto unos centímetros para mirarlo bien y comprobar de que no me está haciendo una broma, lo está diciendo en serio y eso lo único que logra es que mis ojos se llenen de lágrimas.

—¿Tu novia... Novia? —pregunto, consciente de que parezco idiota.

—Mi novia novia —responde con una sonrisa de oreja a oreja mientras yo asiento solo moviendo la cabeza arriba y abajo antes de que sus labios se apoderen de los míos para darnos nuestro primer beso de novios.

***

Terminamos de subir las últimas cosas al auto, no es mucho lo que llevo yo, ya que solo estaré una semana en mi ciudad antes de volver aquí a empezar un nuevo año en la universidad. Comienzo el primero de marzo con mi práctica y estoy un poco nerviosa, si bien, en segundo tuve una especie de práctica, fue solo un mes y con mucha supervisión, sin poder hacer demasiadas cosas. Ahora, se supone que debo saber hacer muchas más cosas.

—Creo que deberíamos tomarnos una foto —propongo porque amo las fotos y todos lo momentos que atesoran—, para marcar el final de nuestro primer viaje de los tres.

—El primer viaje de muchos.

Nos ponemos los tres y nos tomamos varias fotos, hay una especial que amé con todo el corazón. Cassia sale con esa sonrisa radiante y yo también, Diego la tiene en un brazo y con el otro me rodea a mí, mientras me da un beso en la mejilla. La sonrisa de él, de perfil también parece radiante. Le digo que la pondré de fondo de pantalla, total, nunca nadie toma mi teléfono y es demasiado hermosa como para desperdiciarla. Él dice que hará lo mismo.

Las dos horas de viaje se hacen cortísimas, a diferencia de cuando quiero llegar rápido a algún lugar. No quiero despedirme de él, aunque sé que lo veré pronto, después de todo es mi novio y puedo verlo cuando lo deseé, ¿no?

Le pido que estacione el auto a una cuadra de mi casa para que no nos vean juntos y que tal vez en la noche o mañana iré a buscar la silla de bebé de Cassia. Nos despedimos con un beso digno de despedida, uno que promete que habrán muchos más pronto y que me dejan flotando en una nube.

Me aparto de él con Cassia en mis brazos y de vez en cuando miro hacia atrás para comprobar que me sigue mirando. Estoy por doblar en la esquina cuando lo escucho.

—¡Te amo! —grita y las mariposas comienzas a revolotear en mi estómago, me cuesta creer que todo esto de verdad está pasando.

—Te amo —muevo los labios para que sepa lo que digo y le lanzo un beso, luego sigo caminando.

Doy una larga inspiración antes de entrar a casa, son las tres de la tarde lo que puede significar tres cosas, o están aún en la mesa conversando luego del almuerzo, o está cada uno en su habitación, o salieron a comer a algún lugar. Lo que de verdad no esperaba al entrar era ver a mi hermano sentado en el sillón viendo televisión, va descalzo y tiene los pies arriba de la mesita de centro. Al parecer no hay nadie más en casa y sinceramente no tengo ganas de hablarle por lo que voy a dirigirme a mi habitación lo más silenciosa que puedo.

—¿No me saludarás, hermanita? —pregunta y el tono con el que lo hace no me gusta para nada.

—¿Qué haces acá? ¿Dónde están todos?

—Mamá y papá fueron a dar un paseo por la ciudad, Rosie supongo que debe estar con su novio, y bueno, yo volví a vivir aquí.

—¿Qué? ¿Por qué? —la última cosa que me falta es tener a este vigilando todo lo que hago.

—¿Qué importa? ¿Por qué no hablamos de algo más interesante? —pone una sonrisa que puede ser cualquier cosa menos amable, él lo sabe. Claro que lo sabe—. ¿Por qué mejor no le cuentas a tu hermano cómo estuvo tu escapada con su mejor amigo?

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now