Capítulo 17: Gritos

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Mi mañana pasa bastante rápida y ni siquiera me doy cuenta cuando son las cinco y debo ir a buscar a Diego para ir donde su madre. Conduzco en silencio hasta su antigua casa y cuando nos bajamos, Cassia estira sus brazos para que él la cargue. Apenas entramos puedo sentir que el ambiente ya no es como antes, solía ser una casa muy iluminada, llena de vida y ahora está completamente apagada, pareciera que nadie vive aquí hace mucho tiempo.

Diego apunta hacia la habitación de su madre y me dice que pase primero. Edith está acostada y levanta un poco la cabeza cuando abro la puerta.

—¿Elizabeth? —pregunta, se ve un poco desorientada, debe haber despertado hace poco.

—Hola, Edith —camino hacia ella y le tomo una mano—. ¿Cómo estás?

—Mejor —su voz es muy débil.

Diego entra a la habitación con mi hija en sus brazos, no sé por qué pero Cassia no aceptaba que nadie más la cargara si no fuera él; no sé en que momento se encariñó tanto.

—Mamá ella es Cassia —comienza a decir Diego—, ¿recuerdas que te hablé de ella? La hija de Lizzie.

—Es preciosa —Edith sonríe y estira una mano hacia mi hija, Cassia duda un momento pero luego se la toma—, se parece mucho a ti.

—Gracias.

Nos quedamos en silencio un buen rato y observo con detenimiento la habitación. Lo que antes era un lugar alegre y hermoso como toda la casa, ahora estaba convertido en un hospital. Edith descansa sobre una cama clínica y conectada a varias cosas, hay maquinas que controlan sus latidos, presión, y una mascarilla de oxigeno a un lado. Recuerdo que Diego me contó que tenían contratada unas enfermeras para que la cuiden de día y de noche, ya que no puede hacer las cosas por si misma. Hace unos meses su lado derecho quedó completamente paralizado, impidiéndole hacer todas las actividades que antes solía hacer.

Miro hacia Diego y puedo ver que se está conteniendo para no llorar, sé que solo lo hace para que ella no lo vea de esa manera pero eso lo está destruyendo más. No puedo imaginar lo que debe estar sintiendo, a mí, que soy una extraña en esta situación me está afectando mucho verla así, debe ser horrible para él. Es horrible y yo no puedo hacer nada para mejorar la situación.

—Diego me dijo que estás estudiando enfermería.

Me sorprendo un poco al ver que era verdad que le hablaba de mí.

—Sí, acabo de terminar mi segundo año.

—Es una buena profesión; las enfermeras que me han cuidado hasta ahora han sido maravillosas, estoy segura de que tú serás igual de buena.

No nos quedamos por mucho tiempo ya que las visitas la agotan mucho, pero lo que sí me pide antes de irme es que la vuelva a visitar algún día, antes de que vuelva a Santiago.

Apenas salimos, Diego se va muy rápido por el pasillo y sube al segundo piso, supongo que se dirige a su antigua habitación. No sé si seguirlo, no sé si irme o solo esperarlo. Me encuentro con Tere, la señora que trabaja ahí, la que conozco hace años, le pido si puede quedarse con Cassia un momento y subo hacia la que era su habitación; con todas mis fuerzas bloqueo los recuerdos que todo esto me trae.

Lo encuentro destruyendo todo, con furia y los ojos llenos de lágrimas, aún no me ha visto y sigue tirando todo lo que encuentra a su paso. Sus antiguos trofeos de atletismo y sus medallas están en el suelo al igual que las fotos, diplomas y adornos. Comienza a golpear la pared con los puños mientras suelta algunos gritos de frustración.

Decido intervenir cuando veo que se está destruyendo los nudillos, me acerco y lo abrazo por la espalda para detenerlo pero él intenta soltarse.

—¡Basta! Te estás haciendo daño.

Cae al suelo de rodillas y yo caigo con él; ya no parece estar furioso pero sí llora desconsoladamente, provocando que yo también comience a llorar.

—¿Por qué ella? ¿Por qué?

—A veces las peores cosas les suceden a las mejores personas, sin ninguna razón. Pero sabemos que ella es fuerte, va a salir de esta.

—No puede comer por si sola, hay que alimentarla por medio de una sonda, no puede caminar, ni siquiera ir al baño. Se está muriendo lentamente y lo peor es que esta sufriendo.

No sé qué más decir, así que solo me quedo ahí abrazándolo, no le puedo decir que todo está bien, porque claramente no lo está; solo ruego para que sea fuerte y no se derrumbe, que no se pierda a si mismo.

Cuando se tranquiliza y solo suelta algunos hipidos a veces, le digo que me espere y voy a buscar un botiquín para limpiarle los nudillos ensangrentados. Al volver, lo veo en el mismo sitio que lo dejé y con los brazos apoyados en sus piernas. Tomo un poco de alcohol y lo vierto en el algodón.

—Esto va a arder un poco —el asiente moviendo la cabeza y al hacer contacto con su piel hace una mueca— ¿Te duele mucho?

—Es soportable.

Sigo con lo que estaba haciendo y luego le vendo las dos manos, fue tan poco el tiempo que estuvo golpeando la pared pero tan profundas las heridas que no puedo imaginar la fuerza con la que las golpeo.

—¿Quieres que te lleve a casa o te quedarás aquí?

—Llévame, por favor.

—¿Quieres ir a mi casa un rato? Un viernes en la tarde siempre es un buen momento para ir, sé que lo recuerdas. No creo que te haga muy bien estar solo ahora mismo.

—Gracias —me toma una mano—. De verdad, no deberías hacer nada de lo que haces después de lo mal que lo pasaste por mi culpa.

—Supongo que eso es pasado, además hace unos días me viste en una situación bastante vulnerable y me escuchaste, como hace mucho nadie lo hacía. Eso es muy importante para mí.

—Entonces ¿ya no me odias? —niego con la cabeza, sonriendo—. Te dije que era imposible no amar esto —repite la frase de ayer y veo que está mejor, al menos volvió la arrogancia que lo caracteriza.

Tomo a mi hija en mis brazos y le agradezco a Tere que la haya cuidado a Cassia y por la mirada que me da, sé que está preocupada por Diego. Le dijo que ahora está bien solo moviendo los labios y nos vamos.

Nunca pensé que sería yo quien volviera a invitar a Diego a mi casa, pero bueno, dicen por ahí que la vida te da sorpresas todo el tiempo y si puedo hacer todo esto, solo puede significar que mis heridas del pasado sanaron por completo. Ya no lo odio, ni siquiera me molesta compartir momentos con él, es más, me gusta hacerlo.


Hola! No sé si alguien de Ecuador lee aquí pero si lo hacen, solo quiero enviarles mucha fuerza, lo he escrito en otras historias, están en mis oraciones, sé que no es mucho pero el lo mejor que puedo hacer desde tan lejos. Siento mucho sus perdidas y espero que todo esto termine pronto. Mucha fuerza desde Chile <3                          —Hopi

Cartas a BenjamínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora