Capítulo 77: Urgencias

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—Llegó una señora con mucho dolor —dice la profesora mientras levanta una hoja de las indicaciones médicas y nos mira a Renata, a Marcelo y a mí, los otros ya están ocupados en algo—, hay que instalarle una vía venosa y administrarle un Ketoprofeno. ¿Quién quiere hacerlo?

Veo que Marcelo está a punto de levantar su mano para ofrecerme, así que antes de poder controlarlo, digo más fuerte de lo normal:

—¡Yo!

—¡Vaya! Qué efusividad —comenta la profesora poniendo los ojos en blanco y me tiende la hoja—. Espero que lo hagas bien. Comienza a preparar mientras voy.

Voy lo más rápido que puedo a la estación de enfermería a buscar el medicamento y un suero de 100 cc para pasarlo con una sonrisa en el rostro, por fin voy a hacer algo interesante. En las últimas dos horas solo me estuve paseando por las salas casi vacías y limpiando vómito, mientras algunos de mis compañeros tomaban exámenes de sangre o administraban medicamentos. Ahora, mi momento ha llegado.

Comienzo a diluir los 100mg de Ketoprofeno en la jeringa antes de pasarlos al suero que traje y en medio de eso aparece la profesora y comienza a interrogarme sobre la paciente y el medicamento. Le respondo casi todo correcto, aunque no puedo evitar dudar en un par de cosas al ver su cara, no puedo creer que después de tanto tiempo no me haya acostumbrado a ella y siga fallando en las mismas cosas.

Una vez preparado, vamos donde la señora y le informo que le vamos a pasar un medicamento para aliviar su dolor, como pareciera que el dolor es muy fuerte, no me escucha demasiado solo me entrega su brazo para que haga todo lo que quiera con él y una vez que hago un torniquete, una vena grande y hermosa aparece como si me estuviese saludando. ¡Sí!

Limpió la zona con alcohol y comienzo a instalar la vía, sin ninguna complicación demasiado grave, el único detalle es que olvido cortar unas cintas para pegar al final y aunque la profesora me ayuda, sé que después me caerá un sermón de que tengo que llevar todo listo y sé que tiene razón.

Dejo pasando el medicamento y a la señora cómoda antes de volver a la estación a limpiar el carrito que acabo de utilizar, la profesora va detrás mío diciendo que no estuvo mal para ser el primer día —porque ella no puede decir que algo está bien— antes de decirme que registre lo que hice en el computador mientras ella va a ver lo que están haciendo mis compañeros.

—Esperemos que no estén matando a nadie.

Nunca sé si reírme o no a sus intentos de broma porque hasta cuando los hace está seria así que solo soy capaz de sonreír incomoda hasta que desaparece de mi campo de visión y suelto una pequeña risita que se broma al encontrarme con el programa en el que tengo que registrar y que no se parece a nada que haya hecho antes.

No sé qué cara debo de desesperación debo haber puesto porque después de unos minutos intentando hacer algo sin éxito, el enfermero que está sentado en la silla del lado frente a otro computador suelta una risa y me mira.

—¿Necesitas ayuda?

Lo miro detenidamente, no debe ser mucho mayor que yo y parece ser bastante simpático aunque en sus ojos brilla la diversión que siente al verme tan pérdida.

—Es mi primer día aquí y no sé cómo registrar un procedimiento —me llevo las manos a la cabeza—. Debe estar pensando que soy una inútil.

—No eres una inútil, llevo solo un mes trabajando aquí y me tomó toda una semana adaptarme bien a todo este sistema pero no es tan difícil una vez que te acostumbras —apunta hacia la pantalla—, ahí buscas el nombre de tu paciente, entras a las indicaciones médicas y tienes que marcar la acción que realizaste, dejar alguna observación si le hiciste un procedimiento y si hubo algún tipo de complicaciones. ¡Ah! Y al final, no olvides agregar los medicamentos o insumos que utilizaste.

Cartas a BenjamínOnde as histórias ganham vida. Descobre agora