Capítulo 33: El error más grande

1.3K 155 12
                                    

Estoy sentada en el sillón cuando Diego viene hacia mí con dos vasos de jugo —natural, recién preparado por él— y me lo entrega. Se sienta a mi lado pero guardando las distancias, como si hace unos minutos no hubiese roto ninguna barrera cuando nos besamos.

—Antes de comenzar necesito que me prometas algo —pide y en sus ojos veo angustia. Ni aunque quisiera podría decirle que no. No ahora.

—¿Qué cosa?

—Que no odiarás a tu hermano —suelta y se comienza a formar un nudo en mi garganta, si Adam tiene algo que ver con esto dudo que pueda perdonarlo algún—. Tal vez se equivocó y yo no lo entendía en ese entonces, pero ahora sí lo hago. Él solo quería lo mejor para ti y estaba claro que yo no lo era.

—No sé si pueda prometer eso. Además, ya estoy peleada con él, así que si sigo enojada con él no será tu culpa.

Eso último parece terminar de convencerlo y toma una gran bocanada de aire antes de continuar.

—Debes recordar cuando Adam nos descubrió besándonos en tu habitación —asiento solo moviendo la cabeza para no interrumpirlo—, bueno, también sabes que me sacó volando de tu casa y que no me habló en semanas; pero la verdad no fue tan así. Esa misma noche fue a mi casa, me llevé un buen golpe en el ojo y luego me obligó a elegir entre él y tú.

—¿Lo elegiste a él?

—No —suelta un suspiro y siento un par de mariposas revoloteando dentro de mí—, le dije que no elegiría nunca entre mi mejor amigo y mi novia porque ambos eran importantes para mí, aunque creo que decir que eras mi novia fue una mala idea porque se volvió loco y comenzó a golpearme hasta que mi cara quedó cubierta de sangre; estaba un poco desorientado cuando lo apartaron de mí, no sé si fue papá o uno de los choferes. Luego de eso, no volvió a hablar conmigo por más de un mes.

Lo miro horrorizada luego de escuchar eso, no puedo creer todo eso y me quedo paralizada al recordar algo.

—Cuando nos volvimos a ver tenías la cara destrozada, fue por... —me quedo callada en medio de la frase, él solo asiente—. ¡Dios! Diego, me dijiste que te habían asaltado en la calle.

—¿Qué más te iba a decir? No quería ponerte en contra de tu hermano.

—¿Estás bromeando? Vi como quedaste luego de eso, Diego. Es un animal, deberías haberlo denunciado.

—No creí que fuera necesario, no quise crear más problemas.

—¿Qué más hizo? Si no te alejaste de mí después de la paliza que te dio, algo peor debió haber hecho.

—También amenazó con denunciarme por ser mayor de edad y tú menor, pero luego abandonó la idea porque era casi imposible que tú declararas en contra mío y no había ninguna prueba de que yo te hubiese obligado a algo. Fue ahí, cuando se le ocurrió una idea mejor; él sabía que yo no dejaría que te pasara nada así que fue por ese lado.

—¿Qué hizo? —pregunto impaciente, no creo que nada pueda hacerme sentir más odio del que le tengo a mi hermano ahora.

—Le iba a contar a tu papá todo lo que pasaba para que te mandara a Estados Unidos a vivir con tus abuelos o al internado de Nueva York.

—¿Qué?

—Todos sabemos cómo se habría puesto tu papá, Effie. Tendrías suerte de haber vuelto al país varios años después y solo por un par de días. Tu vida completa estaba aquí y no quería que lo perdieras todo por mi culpa, nunca fue mi intención que te enfermaras y cayeras en depresión. Te juro que hasta el día de hoy es algo que no me puedo perdonar.

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now