Capítulo 27: Escápate conmigo

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Es un mensaje de Diego, lo leo una y otra vez sin entenderlo, supongo que se habrá equivocado.

«Creo que te equivocaste de número»

«¿Elizabeth Grayson? No creo que me haya equivocado, insisto en que olvidaste algo en tu habitación»

Pongo los ojos en blanco y le contesto.

«Llevo puestos unos tacones insoportables, si me haces subir la escalera y no olvidé nada en mi habitación, te mataré.»

«Valdrá la pena»

Sonrío y me dirijo al segundo piso, también necesito un respiro de toda esta gente y la sonrisa falsa que a veces tengo que poner. Entro al baño para acomodarme el cabello y un poco el maquillaje, luego vuelvo a la habitación, la observo y no veo nada que pude haber olvidado, me siento en la cama y saco el celular para escribir un mensaje cuando escucho un golpe fuerte en mi ventana.

—¡Mierda! —doy un salto hacia atrás y luego me acerco a la ventana, miro hacia abajo y veo a Diego—. ¿Qué haces aquí?

—Te vengo a invitar a una fiesta.

—¿Una fiesta?

—Sí, en la playa. Deberías sacarte esos tacones tan incomodos que me dijiste.

—No puedo llegar e irme, me están esperando abajo.

—Invéntales algo, que estás enferma, ¿qué se yo? Pero si no vienes, te raptaré. Así que, ¿qué dices? ¿Te escapas conmigo?

—Está bien —digo sonriendo.

—¿Dijiste que sí? —pregunta emocionado y levanta los brazos en señal de victoria.

—Dame diez minutos.

—Te espero en el auto.

Bajo lo más rápido que mis zapatos me permiten y me dirijo a donde está mi mamá. Le digo que algo de la comida no me cayó muy bien y que me iré a acostar y no pregunta nada más, me da las buenas noches y me despido con un gesto de todas las personas que estaban sentadas con ella.

Corro por la escalera nuevamente hacia mi habitación y busco en mi armario un vestido más holgado que este, termino poniéndome uno en tonos amarillos y naranjos, y me pongo unos tacones cómodos ya que tienen plataforma; me suelto el pelo y gracias al moño este queda con ondas. Salgo corriendo nuevamente y salgo de la casa, Diego está en el estacionamiento esperándome.

—Siempre logras sorprenderme.

—Es lo mejor que pude hacer en diez minutos.

—Te ves increíble.

Sonrío y me subo al auto, él conduce quién sabe a dónde, vamos en silencio solo con el sonido de la radio de fondo y luego detiene el auto.

—Debemos caminar un poco por la arena para llegar al lugar.

—Está bien.

Nos bajamos del auto y comenzamos a caminar hacia la arena, a lo lejos se escucha la música así que estoy segura de que me divertiré mucho. Caminamos manteniendo las distancias, y cuando llegamos miro sorprendida todo lo que hay; no conozco a ninguna de las personas que están aquí y ellas tampoco parecen conocerme, lo que es genial.

—¿Cómo sabías de esto? —le pregunto a Diego cuando estábamos bailando en medio de todos.

—¿Recuerdas a Tere? —asiento, es la señora que trabaja en su casa—. Bueno, él es su hijo —apunta al chico que pone la música—, hace cuatro años me invitó, dijo que esto era mucho mejor que esas fiestas aburridas que hacer nuestros padres; he venido todos los años desde entonces.

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now