Capítulo 75: Nervios a flor de piel

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Rodeo a Cassia con mis brazos y me aferro a ella, tal vez demasiado ya que se comienza a quejar así que me obligo a tranquilizarme y a no estrangular a mi hija. Las manos me tiemblan y no sé qué hacer para volver a la normalidad, a pesar de que prometió que se iría para siempre, estoy aterrada, no puedo sacarme de la cabeza la idea de que tal vez alguien lo siguió y ahora en cualquier momento entrarán rompiendo la puerta y nos llevarán. Supongo que ver tantas películas no ayuda en estos momentos.

Como si hubiese intuido que algo me pasa, el teléfono comienza a sonar al otro lado del departamento y cuando voy a verlo me doy cuenta de que es Diego. Al contestar, intento parecer despreocupada e incluso aburrida para que él no se altere también pero sé que mi voz no lo engañará ni por un segundo.

—¿Qué pasa? Suenas extraña. —¿Qué es lo que acabo de decir? Creo que nadie me conoce mejor que él.

Suelto un largo suspiro antes de abrir la boca, ya sin poder callarme ni un segundo más.

—Benjamín estuvo aquí.

—¿Cómo? —escucho el ruido de una bocina de fondo y se me pone la piel de gallina.

—¿Estás conduciendo?

—Sí, pero ya casi llego al departamento. ¿Cómo es que...?

—Vuelve a llamarme cuando estés en el departamento —interrumpo y mi tono de voz no deja espacio a replicas—, no quiero que te pase algo por esto. Sabes que no me gusta que hables por teléfono mientras conduces.

—Pero...

Corto la llamada antes de que termine la frase y él no vuelve a llamar hasta cinco minutos después. Los cinco minutos más largos de mi vida.

Es una video-llamada, por lo que apenas la acepto veo su ceño fruncido en un rostro de total confusión, supongo que mi cara tampoco es la mejor.

—¿Cómo que Benjamín estuvo ahí? ¿No estaba en Mexico?

—Pues eso. Abrí la puerta y ahí estaba, en gloria y majestad, dejando atrás el mundo de los muertos —intento bromear pero hasta yo siento que sale demasiado forzado.

—¿Qué quería?

—Explicarme por qué fingió su muerte, dar excusas, supongo que quería limpiar su consciencia.

Se queda en silencio un momento y desvía la vista de la cámara, sé que quiere preguntarme pero no se atreve.

—¿Qué? —pregunto y aunque intenta hacerse el desentendido en un principio, sabe que conmigo eso no funciona.

—¿Qué sentiste cuando supiste sus razones?

—¿De verdad quieres saberlo?

—Sí.

—Me pidió que me fuera con él —su mandíbula se tensa más que nunca—. Que con Cassia nos fuéramos con él.

—¿Y qué le dijiste?

Por su mirada, puedo asegurar que parece aterrado con la posibilidad de que hubiese dicho que sí. ¿Después de todo lo que hemos pasado juntos?

—¿De verdad me lo estás preguntando? —mi tono de voz es afilado y no responde. Intento tranquilizarme, esto no es fácil para ninguno de los dos, no sé cómo reaccionaría yo si la situación fuera al revés—. ¿Tienes alguna duda? Lo mandé a la mierda, me reí en su cara, le dije que nos dejara en paz de una vez —suelta toda la respiración que estaba reteniendo, eso me da un poco de tristeza—. ¿De verdad creíste que podría decirle que sí? ¿Dejarte a ti?

—No es eso, pero... es el padre de Cassia.

—Tú eres el padre de Cassia.

—Sabes lo que quiero decir.

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now