Capítulo 21: Estado de shock

1.2K 146 6
                                    

—¿Q-qué dijiste? —por fin logro articular las palabras y ruego haber escuchado mal.

—Que me llamo Kiara.

—¿Dijiste novia?

—Sí.

No sé si alguna vez han sentido que todo su mundo se viene abajo, algo así como que se derrumba y no sabes qué mierda hacer. Todo comienza a dar vueltas y no sé si podré mantenerme en pie por mucho tiempo.

—¿El bebé? —hago un gran esfuerzo por no llorar pero me está costando mucho—. ¿El bebé es de él?

—Sí, si te soy sincera, es primera vez que vengo. Me sentía traicionada por lo que hizo, por dejarnos solos pero supongo que es tiempo de superarlo; después de todo él no estaba bien.

—¿Él lo sabía? —es lo único que me interesa por ahora—. ¿Sabía del bebé?

—Claro que lo sabía.

Esa respuesta es como un golpe seco en el estomago, todo este tiempo culpándome de no decirle que tenemos una hija, pensando en que tal vez todo hubiese sido diferente si hubiese sabido; y resulta que iba a tener otro hijo, creo que lo peor de todo es que ni eso lo detuvo.

Me armo de valor para hacer otra pregunta, solo que no sé si quiero escuchar esta respuesta.

—¿Puedo saber cuanto tiempo de relación llevaban?

—íbamos a cumplir tres años el mes siguiente.

Tomo a mi hija y salgo casi corriendo de ahí, ni siquiera me molesto en despedirme. ¿Tres años? Hace tres malditos años, ese imbécil estaba conmigo. Ahora todo me parece más claro, siempre me pregunté por qué no me fue a buscar nunca; aquí está mi respuesta. Luego de amarrar a mi hija en su silla, entro al auto; me quedo unos momentos ahí, no puedo conducir en este estado, no con mi hija.

Me obligo a tranquilizarme, necesito llegar a casa, poner a mi hija a salvo. No voy a dejar que nada le pase, menos por culpa de ese idiota que tiene por padre.

No recuerdo cómo llegue a casa, ni siquiera el camino que tomé; lo único que sé es que me acabo de bajar del auto con Cassia en mis brazos, en la cocina estaban mis padres discutiendo con mi hermana por lo de anoche pero ahora toda su atención está puesta en mí. Supongo que debo parecer un zombi o algo así.

—¿Elizabeth? —pregunta mamá con precaución—. ¿Qué pasa?

—¿Puedes tomar a Cassia un momento? —Me sorprendo al escuchar mi propia voz, parece sin expresión alguna—. Yo... debo salir.

—¿A dónde crees que vas así? Parece que en cualquier momento te desmayarás.

—Necesito estar sola.

—¿Qué pasó en el cementerio?

—Lo siento.

Salgo corriendo y sé de que papá viene detrás de mí para detenerme; me subo al auto lo más rápido que puedo y salgo. Sé que no se lo merecen pero esto es necesario; tengo tantas ganas de llorar pero por alguna razón las lágrimas no salen, supongo que estoy en una especie de estado de shock. Ni siquiera sé hacia donde conduzco, no soy consciente de nada.

Me detengo frente al departamento de mi hermano, pero mentiría si dijera que espero verlo a él. El conserje ya me conoce por lo que me deja pasar sin que le tenga que decir a quién venía a visitar, ascensor o escalera, no tengo idea como es que subí, ahora estoy en la puerta esperando que alguien me abra; deseando que no sea Adam.

Un Diego despeinado y en pijama me abre la puerta, y me mira confuso.

—¿Effie? ¿Qué pasó?

Lo único que hago es romper a llorar y acercarme a sus brazos que me envuelven, siento su mano acariciar mi cabello y la puerta cerrarse a mi espalda. No sé cuánto tiempo nos quedamos parados y abrazados pero parece haber sido mucho, luego me lleva hacia la cocina donde me prepara una de esas infusiones milagrosas que dan las mamás para tranquilizarnos.

No me pregunta qué me pasa, simplemente espera hasta que me tranquilice, cosa que no pasa muy fácilmente. Me doy cuenta de que mi hermano no está porque ya estaría aquí, vigilando que Diego no se me acerque demasiado.

—Estás temblando —dice y recién me doy cuenta de que me castañean los dientes—. Ven.

Me lleva abrazada hasta su habitación y me obliga a sentarme en la cama.

—Está un poco desordenado todo, porque bueno, acabo de despertar pero te juro que ayer cambié las sabanas.

Me saca una sonrisa, me recuesto y él me arropa con las mantas, me siento como una niña pequeña. Se sienta en el borde de la cama y su mano acaricia mi brazo.

—¿Por qué estás así? —pregunta—. ¿Qué pasó, Lizzie?

—Soy una cornuda monumental.

—¿Por qué dices eso?

—¿Qué tengo de malo, Diego? ¿Soy aburrida? Todos me engañan, seré mala novia.

—Tú no tienes nada de malo, y eres una novia increíble; que nosotros seamos unos idiotas que no supimos valorarte ya es otra cosa —me estremezco al escuchar que se incluye entre los idiotas—. Y solo para aclarar, yo nunca te engañé.

—Igual te fuiste con otra.

—Sí, pero no porque quisie... —interrumpe su frase a la mirad y me quedo observándolo—. No fue tu culpa, no eres tú el problema.

—Supongo que es mi karma, engañaste a tu novia conmigo por un tiempo, así que creo que me lo merezco.

—No entiendo nada.

—Fui al cementerio, me armé de valor para ir al fin y me encontré con una embarazada de ocho meses que dice ser la novia de Benjamín, desde hace tres años.

—Oh.

—¿Sabes que es lo peor? El maldito me dejó una carta, diciendo que hacía lo que hacía porque no se imaginaba un mundo sin mí. No sabes lo culpable que me sentí todo este tiempo, por no decirle nada de mi hija y resulta que hubiese dado igual. Lo habría hecho de todas formas.

—No sé qué decir.

—No es necesario que digas algo, solo gracias, por escucharme.

—No, ¿sabes? Sí que quiero decir algo —dice sonando decidido—. Sé que tal vez diré alguna estupidez, considerando que soy el rey de los idiotas pero ese imbécil no merece ninguna de tus lágrimas. Soy consciente de lo enamorada que estabas... que estás, de él y no lo merece. Quiero que te quede claro y no te dejaré salir de aquí hasta que te convenzas de que tú no eres el problema, tal vez tienes una pequeña fijación por los idiotas pero eso tampoco es culpa tuya. Si fuera por mí, yo no... yo —se queda en silencio y luego suelta un pequeño grito de frustración.

—¿Por qué siento que hay algo que quieres decirme pero no puedes?

—Porque hay cosas que es mejor mantenerlas en secreto, por el bien de todos.

—Gracias, Diego.

Me siento solo para abrazarlo, él me devuelve el gesto.

—Deberías dormir un poco, luces muy cansada.

—Solo si me abrazas mientras lo hago. Necesito sentirme protegida, sentir por un momento que si le importo a alguien.

—Sabes que a mí me importas.

—Quiero creer que es así.

Se recuesta a mi lado y me rodea con sus fuertes brazos; en este momento siento que vuelvo a tener quince años, ni siquiera me preocupa que mi hermano pueda llegar y armar una escena. Por primera vez en años, estoy haciendo algo para mí y no para agradar al resto; y debo admitir que eso se siente genial. 

Les debía un capítulo de la otra vez y como estoy inspirada aquí se los dejo :3 Besitos :*

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now