Una terrible misión

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 Severus Snape despertó sobresaltado, su corazón comenzó a latir con fuerza tras la pesadilla que tuvo en la cual se vio a sí mismo empuñando su varita contra el hombre a quien consideraba lo más cercano a un padre, mientras Albus Dumbledore caía hacia atrás con los ojos abiertos. El pocionista trató de regular su respiración y tomó su varita, la cual solía colocar sobre la mesita de noche a su izquierda.

¡Lumus! —exclamó y la punta de ésta se iluminó alcanzando con su luz un reloj que también yacía sobre la cómoda.

Faltaban diez minutos para las doce de la noche, Severus suspiró pesadamente.

¡Nox! —pronunció volviendo a quedar en penumbra.

Cerró los ojos y trató de volver a dormirse, pero se dio cuenta de que no podría hacerlo, simplemente el rostro de Albus Dumbledore, su mentor, amigo y padre de corazón se hacía presente en sus pensamientos.

El día posterior a la visita de las hermanas Black, Severus al fin pudo encontrarse con el director de Hogwarts y le contó los planes que el Señor Tenebroso había diseñado, así como también lo del juramento inquebrantable. El director no parecía preocupado en lo absoluto, sin embargo, le dijo que ya algo se le ocurriría al respecto. Severus quiso saber el por qué de su ausencia sin noticias, a lo que Dumbledore respondió que más pronto de lo que se imaginaba lo sabría, lo que no se podría imaginar era que sería realmente muy pronto, porque al día siguiente de aquella cita el director volvió a llamarlo.

Snape, recostado de la cabecera de la cama, no podía apartar de su mente la noche anterior cuando recibió una lechuza de parte del director citándolo en Hogwarts...

Por la rapidez, Severus optó por trasladarse vía red flu y después de emerger de la chimenea del despacho de Dumbledore, vio a éste detrás de su escritorio, con el rostro laxo, los parpados caídos y... Lo que más le llamó la atención: su mano derecha estaba ennegrecida y con apariencia marchita.

¿Qué... Te sucedió? —preguntó Severus sorprendido en aquel momento—. ¿Qué rayos estuviste haciendo?

El viejo sonrió con actitud bonachona y lentamente tomó asiento, o mejor dicho, dejó caer el peso de su cuerpo sobre la silla. Severus, contrariado tomó otra silla, la ubicó junto a su amigo y también se sentó, tomándole la mano lastimada para examinarla con más detenimieto, pero justo en ese momento, el anciano se desmayó. Snape abrió mucho los ojos, por un momento, no supo qué hacer, solo miró al anciano con expresión sorprendida, luego le echó un vistazo a su mano lastimada y entonces el corazón le dio un vuelco dentro del pecho...

Basándose en su experiencia en artes oscuras, sabía que aquella lesión probablemente pudiera deberse a una maldición producida por el contacto con un objeto terriblemente tenebroso y el daño podría ser terrible. Posteriormente reaccionó saliendo del despacho del director con la rapidez de un rayo, agradeciendo al cielo que era de noche y los pocos profesores que quedaban en Hogwarts durante el verano estaban durmiendo.

Se dirigió entonces a su despacho para buscar en su armario de pociones. Minutos después volvió junto a  él y, a través de sus labios entreabiertos, derramó un poco de la poción dorada y densa de la copa que sostenía con la mano izquierda mientras con la derecha apuntaba con su varita la muñeca de la mano lastimada del anciano al tiempo que pronunciaba extraños conjuros.

Mientras Dumbledore recuperaba la conciencia, Severus echó un vistazo hacia el escritorio donde descansaban en paralelo, la espada de Godric Gryffindor y un extraño anillo partido.

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El Pocionista y la CantanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora