Una grata sorpresa

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Aquella mañana Severus entró a la habitación para despertar a su esposa, extrañado de que no hubiese despertado ya por su cuenta. Ella siempre solía despertar después que él, pero en aquella ocasión ya habían pasado casi dos horas desde que él abrió los ojos, incluso ya había empacado y preparado el desayuno. Severus se acercó entonces a su cama con doseles y no pudo evitar admirarla mientras dormía. Era un hábito que disfrutaba muchísimo, ver su rostro plácido de facciones hermosas y su delicado cuerpo recostado entre aquellas inmaculadas sábanas, le evocaba la visión de un ángel durmiendo entre nubes de algodón.

Hurgó dentro de uno de los bolsillos de su casaca, extrajo un reloj y suspiró con pesadez: eran las diez y media de la mañana, realmente era hora de despertarla pues ambos debían estar en Hogwarts para recibir a los alumnos luego del asueto navideño y, aunque llegarían mediante aparición, lo que les daba ventaja sobre los alumnos que llegarían en tren, debían presentarse allá mucho antes porque Severus, al igual que los demás jefes de casa, debía iniciar los trámites correspondientes al retorno a clases. 

—¡Buenos días, querida! —la saludó después de besarla en los labios.

Emily abrió los ojos con dificultad pese a que en aquella habitación solo entraban débiles hálitos de luz a través de las hendijas de la ventana de doble hoja que siempre estaba cerrada.

—¡Buenos días, cariño! —le respondió ella con voz soñolienta—. ¿Qué hora es?

—Las diez y media.

—¡Dios! —exclamó incorporándose con rapidez, lo que le provocó un ligero mareo—. Es tarde, cielo. ¿Por qué me dejaste dormir tanto?

—Te veías tan hermosa... como siempre —respondió su esposo besándola nuevamente.

Emily se dirigió entonces al cuarto de baño para asearse, más tarde desayunó con Severus en el comedor y cuando estuvieron listos con su equipaje en mano al igual que Panda, se tomaron de las manos.

—Amo Hogwarts, pero extrañaré esta casa —expresó la cantante cerrando los ojos para guardar en su mente la imagen de aquel vestíbulo que tanto le gustaba, sin sospechar que en mucho tiempo ya no regresaría más a aquella casa.


Severus y Emily aparecieron unos segundos más tarde ante las verjas que rodeaban el colegio. Un par de aurores abrieron las rejas y los dejaron pasar. Emily se extrañó al percibir aquella soledad. Definitivamente el colegio era muy distinto sin sus alumnos. Severus aferró su mano con fuerza como si en cualquier momento pudiera perderla, le aterraba pensar que una vez de vuelta a Hogwarts el momento más difícil de su vida estaba cerca y con él la perdería quizá para siempre.

Allí estaba ella a su lado, siempre a su lado, sonriente y feliz, pero ¿por cuánto tiempo?

—¿En qué piensas, Severus? —le preguntó ella mientras avanzaban ya por la explanada que conducía a las cinco piedras (el lugar favorito de muchos alumnos)

Hubo un breve silencio que a Severus le pareció una eternidad antes de contestar.

—En ti, querida ¿En quién más podría pensar?

—Más te vale ¿Eh?

Al llegar al castillo, lo primero que Emily pensó fue en ir al despacho del director Dumbledore para darle un abrazo de año nuevo y así lo hizo, llegó junto a su marido a la oficina del director y ambos le dieron a un gran abrazo. La cantante encontró a su querido abuelito un poco más rozagante que cuando lo dejó antes del asueto, pero aún así estaba un poco pálido.

El Pocionista y la CantanteWhere stories live. Discover now