Conflictos

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Emily y Tonks se dirigieron risueñas al estadio de quidditch donde se iba a suscitar en pocos minutos el primer partido de Gryffindor contra Slytherin. La joven metamorfomaga fue asignada para vigilar el campo de juego junto a otros colegas. Emily parecía flotar en una nube mientras a su lado pasaban cientos de alumnos con escarapelas y bufandas de los dos equipos que se iban a enfrentar.

—¿De veras? —preguntó Tonks ya franqueando las rejas que conducían al estadio.

—Sí, ya lo estamos intentando —respondió Emily—. No sé qué le pasó. De pronto una de estas noches me dijo que había cambiado de opinión y que tal vez si debíamos pensar en tener hijos.

—¡Vaya! —exclamó Dora con una sonrisa picara mientras le daba con el codo en las costillas a su amiga.

Mientras las dos abrían las rejas del estadio, escucharon una pequeña discusión detrás ellas y, al volverse, se dieron cuenta de que eran Harry, Ron y Hermione.

—¡No debiste haberlo bebido, Ron! —increpó Hermione.

—Claro que sí, soy un pésimo guardián —respondió éste con convicción.

—Podrían expulsarte por ésto, Harry —volvió a increpar Hermione.

—¿Y por qué? Si se puede saber —inquirió Tonks con los brazos en jarra, fingiendo molestia.

—¡Ehhh!....¡Ahhh! —Harry que se quedó mudo, enfrascado en la conversación con sus amigos, no había visto a ninguna de las dos mujeres.

—Descuida, Harry, ya sabes que Emily y Dora son de confianza —respondió Hermione.

—Pero, Hermione —rebatió él—. No les dig....

—Resulta —lo interrumpió la chica en tono de molestia—, que el señor irresponsable aquí presente, le colocó una pequeña cantidad de Felix felicis, es decir, poción de la suerte, al jugo de calabaza de Ron.

—¿Y dónde conseguiste esa poción? —preguntó Tonks.

—Me la dio Slughorn en la primera clase porque preparé muy bien el filtro de muertos en vida.

—Con ayuda del príncipe, no lo olvides —terció Hermione.

—¿Qué príncipe? —preguntó Tonks confundida.

—Un libro que Harry se encontró en la clase de Pociones que al parecer hace muchos años era de un chico que se hacía llamar Príncipe mestizo —respondió Emily—, pero ése no es el punto. Lo importante es ¿por qué le diste esa poción, Harry? —inquirió la muchacha mientras veía como Harry, detrás de Ron, negaba con la cabeza mostrando el frasco, todavía sellado, por encima del bolsillo de su túnica de quidditch.

—Es evidente, Emily —respondió Ron cabizbajo—, porque soy pésimo guardián, necesitaba una ayudadita y sin duda alguna hoy ganaremos.

Emily comprendió enseguida que Harry solo había fingido darle el brebaje a su amigo para animarlo, de modo que le siguió la corriente.

—Descuida, Ron, lo harás bien —dijo ella abrazándolo mientras él sentía que perdía todas las fuerzas esbozando una sonrisa tonta.

—¡Ah! —exclamó de repente el muchacho separándose de ella, como si hubiese recordado algo importante—. Por favor, no le digas nada de esto al múrciela... quiero decir a Snape, ¿de acuerdo?

Emily rió.

—No le diré nada al temible murciélago de las mazmorras, está bien —concedió Emily a sabiendas de que Harry no le había dado realmente la poción a su amigo.

El Pocionista y la CantanteWhere stories live. Discover now