Un importante descubrimiento

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Severus caminaba por una calle solitaria, algunos faroles iluminaban pobremente el asfaltado y una brisa gélida batía las hojas de los arboles que caían al suelo como lágrimas amarillas. Todo estaba en calma, pero una sensación de vacío se apoderaba de Snape conforme se acercaba a aquella casa en ruinas, sabía lo que venía, lo había visto tantas veces. 

Una vez más leyó la placa que estaba sobre la verja, aquella que conmemoraba el heroísmo de la familia Potter. Siguió avanzando por el pequeño jardín y empujó la puerta para entrar... Todo estaba revuelto, trozos de madera por doquier pero algo había cambiado, aquella ya no parecía ser la casa de los Potter, ésta era más amplia en el interior y al fondo de la sala había un piano de cola sobre el cual descansaban los restos de un candil destrozado. Severus echó un vistazo al frente donde debía estar la escalera y no la halló, entonces sin saber por qué, su instinto lo guió hacia la izquierda y allí estaba la escalera. Una sensación de pánico comenzó a apoderarse de su corazón que palpitaba con fuerza pues al llegar al primer rellano, James Potter no estaba allí, tampoco se escuchaba el llanto del bebé, en cambio lo que escuchó de fondo y reproducido por un gramófono, era su canción favorita, Estabas ahí  la misma que Emily había escrito para él. El gramófono parecía estar en mal estado pues reproducía la canción de forma ineficiente, distorsionando los sonidos.

—¡Emily! —llamó Severus desde la puerta entreabierta sin atreverse a abrirla por completo.

Abrió un poco más y vio el disco girando lentamente en el gramófono y junto a éste la guitarra favorita de Emily, la negra con llamas en los costados. Estaba hecha añicos en el suelo con las cuerdas colgando desordenadamente sobre el diapasón.

—¿Qué... qué rayos sucedió? —preguntó Snape verdaderamente aterrado al ver aquello, entonces abrió la puerta por completo y sintió que su mundo se vino abajo— ¡No!... no de nuevo ¡Emily! —susurró con voz trémula.

Emily yacía en el suelo, recostada bocarriba con los ojos abiertos e inexpresivos, de su frente emergía sangre y también tenía algunos cortes en los brazos, parecía haber sido sometida a torturas. El corazón de Snape dio un vuelco dentro de su pecho. Quiso gritar pero no pudo, quiso moverse pero sus piernas no le respondieron hasta que poco a poco la adrenalina le fue otorgando esa fuerza que tanto necesitaba para acercarse a su esposa y comprobar su estado pese a que la evidencia saltaba a los ojos. Cayó de rodillas junto a ella y entonces se atrevió a tocarla, la piel de su rostro estaba fría.

 Cayó de rodillas junto a ella y entonces se atrevió a tocarla, la piel de su rostro estaba fría

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—¡Emily! —la llamaba inútilmente—. ¡Emily, ya estoy aquí! No te dejé sola, estoy aquí ¡Despierta! No me hagas esto, Emily.... ¡EMILYYYYYYYY! —gritó con desesperación como si pudiera despertarla pero ella siguió inmóvil, indiferente ante sus ruegos. Sus ojos azueles seguían mirando el techo, sin verlo.

Snape comenzó a sollozar mientras le cerraba los ojos a su esposa y sentía que su alma partía con ella, como si le arrancaran uno de sus brazos o piernas. Escuchar su voz de fondo, aunque fuera mal reproducida por ese viejo gramófono, aumentó su tristeza. Nunca más volvería a oír aquella voz cantando para él con un delicado susurro en su oído.

El Pocionista y la CantanteWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu