Godric's Hollow

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Emily procuraba mantener a Harry y a Hermione optimistas: tocaba la guitarra y cantaba para ellos, les contaba anécdotas graciosas de cuando estudiaba en Hogwarts o cuando estaba de gira con la banda, pero por las noches, cuando le tocaba su turno de ir a dormir o de permanecer en custodia frente a la tienda, desvelada y taciturna no hacía otra cosa más que pensar en Ron, en donde podía estar el muy estúpido y también en donde podía estar la bendita espada de Gryffindor. La mujer tomó la decisión de ya no usar el guardapelo. Cuando le tocaba cuidarlo lo metía en su bolsito de cuentas.

Cuando llegó el momento de levantar el campamento, Emily tuvo que consolar nuevamente a Hermione porque la castaña no dejaba de llorar pensando en Ron pero lamentablemente no tenían de otra más que salir de aquel bosque y buscar otro rumbo.


Uno de aquellos días, cuando le tocó irse a dormir, se levantó sobresaltada apenas y se recostó sobre la almohada, una idea repentina asaltó su mente como cuando escribía una canción y le llegaba el verso que le hacía falta. De modo que se incorporó para ir a participarle la idea a Harry que en ese momento permanecía en vigilia, sentado en su silla, apostillado en la entrada de la tienda, intentando ejecutar algunos acordes en la guitarra de Emily.

La cantante lo miró, estaba enternecida aunque unos segundos más tardes se le partió el corazón cuando percibió un débil sollozo por parte del muchacho. Estaba llorando, no había duda alguna, él era solo un chico de diecisiete años que había perdido a sus padres sin siquiera llegar a tener recuerdos suficientes de ellos, creció en un ambiente hostil donde lo menospreciaban por ser diferente y ahora se veía forzado a huir por el país con el estigma de ser «El indeseable número uno» acusado de haber matado a Dumbledore cuando todo el mundo sabía que quien había ejecutado esa infame acción había sido el detestable de Snape.

El mundo mágico tenía los ojos y sus esperanzas puestas en Harry y por ende estaba lleno de presión, era el elegido para acabar con Voldemort. Estaba lejos de Ginny, pensándola, extrañándola, con el alma en vilo al imaginarla en peligro y para colmo de males, su mejor amigo, el hermano que nunca tuvo, se marchó pensando lo peor de él. A Emily le sorprendía que el muchacho no hubiese explotado llevando dentro tanto dolor y angustia.

—¡Harry! —se atrevió a llamarlo.

—¿Eh? ¡Emily! —exclamó el muchacho apresurándose a secar sus lágrimas mientras bajaba la guitarra para colocarla en el pedestal—. ¿Qué haces despierta?

—No tenía sueño —respondió la cantante arrimando una silla para tomar asiento junto a él—. Harry, no te sientas avergonzado, imagino como debes sentirte pero es absolutamente necesario que sepas que no estás solo.

—Lo sé, Emily y te lo agradezco —respondió Harry contemplando la luna llena que iluminaba los árboles, las rocas y la hierba—, pero no puedo evitar sentirme un inútil.

—No le prestes atención a las palabras de Ron, las dijo por causa de ese asqueroso guardapelo. Harry, estoy segura de que no las hubiese dicho de no haberlo llevado puesto.

—Ahora también lo creo pero es precisamente el guardapelo el que me preocupa —terció Harry—. Estoy feliz de haberlo obtenido pero estoy tan lejos de destruirlo como de encontrar los demás horrocruxes... Si tuviera la espada —Harry se levantó del asiento con los puños apretados en señal de impotencia.

—De eso precisamente quería hablarte —intervino Emily, levantándose también mientras le colocaba una mano en el hombro a su amigo—. He estado pensando y pensando en el asunto y he llegado a la conclusión de que tal vez la espada de Gryffindor pueda estar precisamente en el pueblo de donde era oriundo el fundador de nuestra casa.

El Pocionista y la CantanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora