Que difícil es ser espía

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Pasados algunos días, Emily se encontraba mucho más tranquila, ya no lloraba a diario y había dejado de tener pesadillas. De vez en cuando se descubría a sí misma secándose alguna lágrima pero la secaba con rabia y se recriminaba por ello, se decía a sí misma que Snape no se merecía ninguna de sus lágrimas. No se había propuesto olvidarlo sino odiarlo con todas las fuerzas de su alma, no le perdonaría jamás su traición, el haber fingido que la amaba pues para él ella no había sido más que un capricho. Quizá el muy rencoroso había querido hacerle pagar por sus travesuras de adolescente, pero si solo habían sido eso, solo travesuras ¿Cómo podía ser tan cruel? ¿Tal vez habría visto como un reto el hecho de conquistarla? Pero él no era de esos Entonces ¿que lo había movido a conquistarla? Él no demostraba interés en su fortuna, lo único que estaba muy claro para ella era que Sirius tenía razón y Snape jamás había dejado de ser un mortífago que solo se dedicaba a buscar información en la orden, información que luego compartiría con el maldito Voldemort... y Draco, ese chico al que tanto quiso también la traicionó terriblemente.

 Ahora todo tenía sentido, por eso la abrazaba de esa manera la noche en que ocurrió todo, por eso lucía tan preocupado. Él era el encargado de asesinar a Dumbledore pero no pudo quizá porque aún no estaba tan dañado como su padre, ese desgraciado que según El Profeta se encontraba libre ya tras otra fuga de la prisión de Azkabán pues los dementores en su totalidad terminaron por rebelarse ante el ministerio, pasándose al bando de Voldemort, pero esa noche en la torre Draco había bajado su varita hasta que Snape llegó y lo arruinó todo, pero Emily no podía olvidar que antes de morir, incluso antes de que llegaran los demás mortífagos, Dumbledore le había ofrecido ayuda a Draco y si él hubiese aceptado las cosas habrían sido muy distintas, quizá hubiesen huido y el director también se hubiese salvado de la maldad de los buitres que se acercaban en busca de su muerte, por eso, aunque en el fondo sentía lástima por él, no podía perdonarlo.


La cantante observó su muñeca y entonces vio aquel brazalete que Draco le obsequió una vez. Era un brazalete que representaba su amistad (él llevaba otro igual) Emily lo arrancó de un tirón y lo arrojó con rabia y dolor. Éste rebotó contra el armario. Había demasiada rabia, demasiado rencor y demasiado dolor desde esa noche del asesinato, aunque daba gracias de poder estar a salvo en casa de sus padres y no en poder del asesino de su amado abuelito porque eso no podría soportarlo. Tal vez ahora el muy malnacido se encontraba junto a Julieth Malfoy, riéndose de ella. La sola idea despertó una repentina ira en la cantante que la llevó a patear con todas sus fuerzas una silla que había en su habitación, haciendo que la misma rodara con gran estrepito, se imaginaba que quizá Snape había planeado junto a la mortífaga también la muerte de su propio hijo no nato.

—¡Te juro que me las vas a pagar, Snape!... Tú y esa maldita me las van a pagar y si encuentro a Roger no le va a ir mejor. Por ti, abuelito, por mi hijo al que no llegué a conocer, por usted señor Robinson y todas esas personas que murieron y las que de seguro morirán en adelante, por Harry Potter y también por mí misma.

Emily suspiró, levantó la cabeza con gallardía y avanzó hacia la puerta de su habitación, dispuesta a hablar con el retrato de su tía abuela Hepzibath Smith. ¿Cómo era posible que en todo ese tiempo el dolor por lo que había pasado la hiciera olvidar su misión? Ella le había prometido a Dumbledore ayudar a Harry en la medida de lo posible con respecto a los horrocruxes. Al abrir la puerta, la muchacha se tropezó con una elfina que cayó hacia atrás sobre su trasero. La cantante inmediatamente cambió la expresión de rabia que llevaba por un gesto de preocupación y sin perder más tiempo se dispuso a ayudar a levantar a la elfina.

—¡Señorita!... ¡Eh! señora... es decir.... Emily, disculpe a Betty que no quiso tropezarse con usted, Seño.... Emily.

—No te disculpes, Betty, la culpa fue mía ¿Te hiciste daño, cariño? —preguntó la cantante agachándose para quedar a la altura de la elfina.

El Pocionista y la CantanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora