¡Feliz cumpleaños, señora Snape!

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El mes de febrero por fin había llegado, y con él las intensas lluvias, grandes extensiones de nubarrones grises cubrieron el cielo y a su vez el techo del gran comedor. El señor Filch despotricaba de todo el mundo mientras con cubeta y trapeador en mano secaba los charcos de agua y barro que dejaban los alumnos al entrar y salir del castillo, pese a que el profesor Dumbledore le había dicho que dejara el piso tal cual estaba para limpiar al final del día cuando ya los alumnos no tuvieran que salir al jardín.

El castillo seguía estando helado y por eso casi todas sus chimeneas estaban encendidas. Esa mañana del sábado, todos los alumnos y jefes de casa se habían reunido en el gran comedor debido a que los chicos entre sexto y séptimo curso tomarían su primera clase de aparición (debido a la lluvia, el profesor Dumbledore había cancelado el uso de los jardines para la clase y en cambio había levantado por una hora los sortilegios que permitían aparecerse y desaparecerse dentro del colegio, pero sólo en el gran comedor). El profesor Wilkie Twycross, pálido y de apariencia etérea así como un poco incorpórea, tal como Emily lo recordaba de su adolescencia, era el encargado de llevar a cabo los ejercicios.

Después de algunos intentos en los cuales los chicos debieron concentrarse en las tres «D»: Decisión, Determinación y Destino, hubo un gran revuelo ya que, al no concentrarse debidamente, la pobre Susan Bones de Hufflepuff sufrió una terrible despartición pues su pierna izquierda yacía a unos pocos metros de ella. Todos los jefes de casa corrieron en su ayuda y afortunadamente con sus varitas lograron sanarla aunque de todos modos requirió el traslado a la enfermería.

—¿En serio te encuentras bien, linda? —preguntó Emily preocupada.

—Lo estoy, ahora no me duele —respondió Susan ya sin el ataque de pánico que se había apoderado de ella.

Por la noche, después de la cena cuando ya Severus y Emily se encontraban en su habitación, el pocionista no pudo evitar observar como Emily caminaba por su habitación inmersa en un divertido y tierno soliloquio.

—¡Santo Dios! —exclamó la cantante con gran emoción—. Jamás en toda mi vida imaginé ser madre, pero ahora que sé que voy a serlo no puedo estar más feliz... Me pregunto si será niño o niña —la mujer se acariciaba el vientre plano mientras hablaba—. ¿Será rubio o moreno? Ya quiero que mi panza crezca...

—Creo que vas demasiado rápido, Emily —la interrumpió Severus divertido.

—No puedo evitarlo, cariño, mañana iré con Dora, aprovechando el paseo a Hogsmeade, a comprar algunas cosas para el bebé.

—El paseo a Hogsmeade se canceló —la informó su marido.

—¿Se canceló? —repitió Emily con sorpresa y decepción pero luego relajó la expresión—. Esos mortífagos están acabando hasta con nuestros días de recreo, de todos modos el hecho de que los alumnos no puedan ir, no significa que los profesores tampoco. Iré con Dora de todos modos.

—¿Solo ustedes dos? De ninguna manera, preferiría que se llevaran al menos a dos aurores de custodia.

—Cariño, ¿acaso olvidas que Tonks es auror?

—De todos modos no quiero correr riesgos, eres famosa, llamas demasiado la atención y cualquier cosa podría pasar, no quiero que te suceda algo malo.

—Descuida amor, no me sucederá nada.

Unos minutos más tarde, Emily tomó una hoja de pergamino y se preparó sonriente para plasmar en un párrafo, un día más de su nueva vida como embarazada:


Amado bebé:

Hoy fue un día agitado, los chicos tuvieron su primera clase de aparición. El profesor Twycross sigue tan etéreo como lo recuerdo. 

El Pocionista y la CantanteOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz