La batalla

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Cuando Emily llegó a la sala de los menesteres quedó inmensamente sorprendida, no solo por la enorme cantidad de alumnos que Flitwick y Slughorn conducían hasta allí a través de las puertas de doble hoja, sino porque, además de que el lugar en cuestión parecía haber sido utilizado en los últimos días o meses como un campo de refugiados de una guerra (hamacas y bolsas de dormir por doquier) también se encontraban allí los seres que desde hacía tanto no veía y que extrañaba con el alma.

—¿Es ella? ¡Sí! ¡Es Emily! —exclamó Jeremy Tompson señalándola.

A la cantante le dio un vuelco de alegría el corazón al escuchar su voz y verse rodeada de todos sus amigos más queridos. Estaban Jeremy, Sasha, Kevin, Gloria, Espina, Sirius, los Weasley, Tonks, Boris y Donatello.

Los ojos de Emily recorrieron con alegría y alivio todos aquellos rostros antes de comenzar a repartir besos, abrazos y exclamaciones de felicidad.

—¡Gracias al cielo que estás bien! —dijo la señora Weasley.

—Sí, lo estoy y me alegra que ustedes también lo estén —respondió la muchacha—, pero Tonks, no deberías estar aquí y tú tampoco, Ginny.

—Las dos fueron demasiado tercas como para quedarse en casa —explicó George.

—Remus intentó hacer que me quedara y de hecho así iba a hacer pero no podía dejarlo solo. Mamá se quedó con Ted.

—¿Y tú, Espina? —interrogó Emily—, pensé que estabas en Italia, con ustedes —señaló a Boris y a Donatello. Al menos era lo que se tenía planeado si las cosas se ponían mal.

—Ya conoces mi temperamento, Emi —respondió la baterista encogiéndose de hombros.

—¿Has visto a Harry? —preguntó Ginny.

—Sí, pero no sé a dónde habrá ido, tenía que buscar algo. Intenté acompañarlo pero no lo permitió.

—¿Qué rayos?... Ese atolondrado muchacho no debería andar solo por ahí —se quejó Sirius.

—Pero... ¿y Ron y Hermione? —preguntó Emily.

—Salieron hace un rato, dijeron algo acerca de unos lavabos ¡Ahh mira! allí vienen —dijo Gloria.

Luego de los correspondientes saludos entre el barullo que formaban los pocos estudiantes rezagados al salir por la estrecha puertecita que conducía al pub de Aberforth, Ron y Hermione les relataron a todos su última odisea con el dragón y su llegada a Hogsmeade además de su posterior llegada a Hogwarts a través del retrato de Ariana.

—Cuantos secretos se guardó mi abuelito —susurró la cantante.

Posteriormente, Ron jaló a Emily hacia un lugar apartado junto con Hermione, y ambos le hicieron saber que ya habían destruido la copa de Huflepuff que lograron conseguir en la cámara de los Lestrange en Gringotts. Asimismo le hicieron saber que lo que Harry estaba buscando, posiblemente se tratara de la diadema de Rowena Ravenclaw. Emily ató cabos enseguida, llegando a la conclusión de que tal vez Harry estaba en lo cierto pues de lo contrario, Voldemort no hubiese mandado a sus mortífagos a custodiar la torre de Ravenclaw.

La cantante sintió una punzada de dolor al pensar que se acercaba el fin para el pobre muchacho, pero no se atrevió a contárselo a Ron y Hermione, no podría.

—¿Y el malnacido de Snape? ¿Cómo lograste escapar de él para reunirte con nosotros aquí? —preguntó Ron—. ¿Sigue en el castillo?

—No, huyó por una de las ventanas, luego de que MacGonagall y Flitwick lo acorralaran.

—¡Cobarde! —exclamó Sirius que se acercaba en ese momento y había escuchado la explicación de Emily.

—¡No! ¡Por Merlín, chicos! No es lo que piensan —intentó explicar la cantante pero la voz de Hermione la interrumpió.

El Pocionista y la CantanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora