Huída frustrada

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Los cuatro estaban perplejos en el interior de aquella tienda, no sabían como reaccionar, mas de pronto, cuando Emily logró salir del sopor en el que se encontraba, alzó la mano con dirección a Hermione...

—Toma mi mano —susurró—. Tómenla todos, debemos salir de aquí.

Pero ya era demasiado tarde pues uno de los carroñeros irrumpió en el lugar antes de que Ron y Harry (que todavía estaba tirado en el piso) lograran alcanzar la mano de la cantante. Sin embargo, Hermione fue lo suficientemente rápida y astuta para girar a Emily una vez que logró asir su mano.

—No debes dejar que te vean o descubrirán a Harry pues a nosotros no nos conocen. ¡Huye por detrás!

—¿Pero y ustedes? No puedo, Hermione...

—¡Solo hazlo! —susurró de nuevo la castaña pero de forma severa y determinante.

—¿Qué demonios sucede allí? —inquirió el carroñero tomando a Ron por los brazos después de quitarle la varita.

A Emily no le quedó más remedio que seguir las instrucciones de Hermione pues en menos de un segundo notó que ella tenía razón. Si lograban verla, enseguida la reconocerían debido a que era un personaje público, y de ser así, el encantamiento punzante que su amiga había arrojado sobre Harry no tendría sentido.

Así pues, con un nudo en la garganta y el corazón oprimido tanto por el miedo como por la angustia de dejar atrás a sus compañeros arrojó un encantamiento escudo detrás de sí y se dirigió a toda marcha hacia la parte trasera de la tienda donde no había puerta, solo la lona.

¡Difindo! —exclamó la cantante y la lona de la tienda se rasgó lo suficiente como para que ella pudiera salir.

—¡Hey! ¿A dónde vas? ¡Atrapénla! —ordenó uno de los magos mientras otro de los carroñeros ingresaba al lugar para apresar a Harry.

Inmediatamente sus compañeros fueros tras la caza de Emily. La cantante por su parte, corrió a toda velocidad con el firme propósito de perder de vista a los que la seguían. No quiso voltear en ningún momento por temor a que la reconocieran. De vez en cuando arrojaba uno que otro encantamiento aturdidor por encima de su hombro izquierdo con la intención de deshacerse de sus perseguidores, pero al no querer girarse, además de la velocidad que llevaba, no lograba atinarle a nadie.

—¡Detente, rubia! —gritó uno de los carroñeros.

Aquella orden fue el impulso para que Emily corriera todavía más de prisa, pues la voz la escuchaba todavía más cerca. Sintió como la adrenalina se apoderó de todo su cuerpo conforme sus piernas se movían sorteando árboles a su paso, sintiendo además como algunos rayos luminosos chocaban contra ellos provenientes de la parte posterior, sentía además el sonido de cuerdas que se impactaban contra algunos troncos. Ella estaba consciente de que aquellas cuerdas iban dirigidas a ella pero el conjurante erraba debido a la velocidad que llevaba.

—¡Vamos! solo quiero conversar contigo. Tú y tus amigos estarán bien si no aparecen en nuestra lista ¡Detente! ¿Acaso eres una sangre sucia?

Emily continuó corriendo sin emitir respuesta alguna, comenzaban a entumecérsele las piernas pero bajo ninguna circunstancia se planteó detenerse o aminorar la marcha.

—Si eres una sangre sucia, sí tendrás muchos problemas al igual que tus amigos —gritó otra voz ronca.

Más de pronto, Emily sintió con horror como sus piernas se detuvieron de forma abrupta, apresadas por unas cuerdas fuertes que se enroscaron en torno a ellas, haciéndola caer de bruces sobre la nieve. Por desgracia, su cabeza impactó contra una piedra puntiaguda, lo que provocó que se abriera una herida y comenzó a sangrar de inmediato, al tiempo que una expresión y un grito de júbilo se dejaron oír haciendo eco en el medio de aquel paraje solitario, espantando a las aves refugiadas en los arboles que comenzaron a huir con gran espaviento...

El Pocionista y la CantanteWhere stories live. Discover now