La iniciación

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Emily despertó aquella mañana con una enorme emoción que amenazaba con sacarle el corazón por la boca. Había llegado el gran día, estaba cada vez más cerca el momento de convertirse en la señora Snape ¿Quién lo diría? —pensó mientras hacía su cama y rememoraba el pasado. Sus recuerdos la condujeron al día anterior después de su salida al callejón Diagon cuando se había encontrado con su novio en el restaurante muggle. Después de allí él la llevó a dar un paseo por la parte muggle de la ciudad, algo que a ella le encantaba. También la llevó al cine, en Leicester Square, el centro de los mejores cines de pantallas múltiples de Londres, y al salir de allí, algo llamó su atención en demasía. 

Había muchísimas personas congregadas en la plaza central y algunas cámaras de televisión.

¡Mira, cielo! ¿Por qué están todas esas personas allí? —preguntó Emily.

No lo sé... tal vez una protesta, algunos muggles son muy alborotados —respondió él, echando un vistazo.

Ven, vamos a ver de qué se trata —sugirió la chica tomándolo del brazo.

Emily, ¡Por Merlín! —dijo Severus fastidiado por tener que acercarse a la multitud.

Al llegar allí, se abrieron paso entre la gente que miraba absorta a un joven de cabello ralo y ojos claros mientras las cámaras de televisión lo filmaban. El hombre se acercó a un joven y le pidió que le prestara su teléfono celular.

Es Spencer—le escucharon decir a una mujer—. El mejor mago que existe, de veras, hace cosas sorprendentes.

¿Un mago? —inquirió Emily con sorpresa—. Severus ella dijo que él es un mag...

No es lo que crees, Emily. He visto el programa de ese chico por televisión y no es precisamente un mago —explicó él en susurros—. Hay muggles que son realmente hábiles y rápidos con las manos y por lo tanto hacen creer que utilizan magia.

Entonces... ¿todas esas personas conocen nuestra comunidad? —razonó la cantante.

No precisamente, los muggles siempre se han fascinado con la magia aunque crean que no existe, de hecho... ya lo notaste en esa película que acabamos de ver. 

Sí... El mago de Oz —rememoró la muchacha—. Veamos qué hace este hombre.

Spencer tomó el teléfono celular del hombre, lo frotó entre las manos y al instante desapareció, dejando a todos con la boca abierta y exclamaciones de asombro.

¿Qué rayos?... ¡Wow! exclamó Emily maravillada—. ¿Cómo lo hizo sin magia?

Ya te lo dije, Emily, solo es cuestión de habilidad.

Posteriormente, el «mago» dio un chasquido con los dedos y le solicitó al dueño del teléfono celular que hurgara dentro del bolsillo de su pantalón y, para sorpresa de todos, allí estaba el objeto.

Es... sencillamente brillante, ¿en qué momento lo guardó allí?

Snape enarcó una ceja aparentando indiferencia, pero la verdad era que en el fondo sentía admiración por ese chico que lograba todas esas cosas solo con astucia y rapidez con las manos.

Luego, Spencer se encaminó hacia otro hombre y le señaló un viejo cine teatro que al parecer estaba abandonado.

¿Ves la marquesina?  —preguntó, a lo que el hombre contestó afirmativamente—. Pues... como te darás cuenta, no hay nada escrito en ella porque hace muchos años no se proyecta una película en ese lugar. Te pediré que te concentres y pienses en un título ¿de acuerdo? Una película que te haya gustado mucho.

El Pocionista y la CantanteWhere stories live. Discover now