Vendetta

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Emily al fin se quedó dormida, exhausta ya que no había dormido nada en toda la noche anterior. Con la paciencia del resignado, Snape tomó su varita y limpió toda la sangre que había sobre la superficie de la cama. No permitió la entrada de los demás a la habitación hasta que él hubiese terminado la labor que se auto impuso. Quería ser el enfermero de su esposa, su médico, su padre, su mejor amigo y desde luego su protector. Se sentía culpable por no estar a su lado cuando tuvo el accidente para poder evitarlo. Encontrarla allí tirada en el suelo había sido para él tan terrible como cuando halló muerta a Lily por su culpa. Quizá era por causa de esa terrible tendencia a culparse de todo y auto castigarse emocionalmente, pero cada lágrima de Emily, cada gota de su sangre, le parecía que eran su responsabilidad, que le había fallado a ella, a sus padres, a Dumbledore y a ese criatura que no llegó a nacer, que no llegó a llamarlo padre, que había abandonado este mundo sin siquiera conocerlo.  

Anteriormente, al igual que Emily, no había soñado con ser padre, pero ahora que sabía que iba a serlo, todo había cambiado, seguía sin ser expresivo, pero en el fondo su corazón danzaba de alegría al imaginar el momento en que el bebé naciera. Todos los días se preguntaba si sería niño o niña, a quien iba a parecerse o si sería rubio o moreno, pero lo único que le importaba era que naciera sano y fuerte, aunque tuviera que prescindir de él y de Emily por un tiempo cuando le tocara la fatídica labor de convertirse en asesino.

Ni siquiera miró el diminuto bulto sanguinolento que reposaba sobre la cama, bastó con un flojo movimiento de su varita para hacerlo desaparecer junto con el resto de la sangre. Cambió de ropa a Emily, también usando la varita para no molestarla demasiado ni despertarla, y le partió el corazón ver como aún, profundamente dormida, tenía espasmos de llanto. Ella también había estado ilusionada, le dolía cada recuerdo donde ella aparecía sonriente escrutando su vientre todavía plano frente al espejo de cuerpo entero de su habitación, o cuando sacaba del armario todos los juguetes y ropa que había comprado solo para admirarlos una vez más. No lo soportó, tenía que salir de allí; así que después de tocar la frente de Emily para comprobar que su temperatura era normal, decidió abandonar la habitación.

¿Cómo está ella? preguntó la señora Smith enseguida al verlo salir. El señor Smith estaba junto a ella con una expresión de angustia.

Está dormida respondió él escuetamente, agachando la cabeza para que sus cabellos se encargaran de ocultarle los ojos enrojecidos y húmedos por el dolor—. La dejaré con ustedes. Yo saldré un rato.

Snape se alejó tan deprisa que ni siquiera vio a Dumbledore, a Sirius y al resto de las Brujas de Macbeth que yacían en el cafetín del hospital mágico. Ellos tampoco pudieron verlo ya que los cubría una nube de periodistas que afortunadamente no pudieron ver al pocionista.

¿Qué demonios está pasando aquí? peguntó Tonks junto a su marido. Ella alzó la mano donde tenía asida la varita y de la punta de ésta brotaron unas furiosas chispas rojas—. ¡Lárguense de aquí!

Es cierto, no tienen derecho a venir y molestar a la familia y amigos de Emily añadió Remus.

Los periodistas se abalanzaron sobre ellos entonces.

Ya está confirmado, sabemos que Emily perdió el bebé dijo uno de los reporteros—. ¿Cómo fue?

Ese no es su problema espetó Remus furioso ¡Lárguese! ¡Lárguense todos!

Al fin todos los periodistas se marcharon del lugar, lanzando improperios y asegurando que de todos modos averiguarían la verdad.

Son unos asquerosos y malditos indolentes se quejó Sasha apartando con la mano derecha lo que quedaba de su empanada de calabaza.

El Pocionista y la CantanteOnde histórias criam vida. Descubra agora