Una propuesta rechazada

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—¡ESTO NO PUEDE SER POSIBLE! —gritó Emily tras arrojar de su vista un ejemplar de El Profeta.

Emily salió corriendo fuera de la habitación aún en camisón, bajó a toda velocidad las enormes escaleras de mármol y se plantó frente a la chimenea buscando los polvos flu por todos lados sin encontrarlos pese a que estaban colgados donde siempre (en unos pequeños ganchos de oro ornamentado que sobresalían de la chimenea)

—¿Qué te sucede, Emily? —inquirió su madre al verla desesperada hecha un mar de llanto—. Sabes que tu padre mandó a desconectar la red flu por nuestra seguridad.

—Es Espina, mamá. Acabo de leer en El Profeta que Espina fue encontrada muerta. ¡No, mamá!

—¡Dios mío! Pero ¿cómo puede ser posible? —preguntó la señora Smith ayudando a su hija a levantarse del suelo donde se había dejado caer.

—No lo sé, ahí solo dice que fue hallada muerta en Diagon.

—¿En Diagon? —preguntó con sorpresa su madre.

—Probablemente estaba investigando algo para la orden. Las chicas son más activas que yo porque.... Ya sabes que no me dejan... ¡Dios mío! Espina... ¡No!...

En ese momento un auror abrió la puerta principal que daba al vestíbulo, echó un vistazo sorprendido sobre Emily que no paraba de llorar y posteriormente miró a Greta...

—¡Señora Smith! ¿Me permite un momento, por favor?

La mujer asintió.

—¡Espera un momento, hija! Ya regreso pero por favor trata de calmarte. Tal vez se trate de un malentendido.

Emily advirtió a lo lejos que el rostro de su madre se iluminó al hablar con el auror, entonces se levantó del suelo y se encaminó hacia ellos, logrando advertir así solo las últimas palabras de la conversación.

—Pero aún así voy a ir a comprobarlo yo misma —determinó la señora Smith.

—Podría ser peligroso, señora. Tenemos órdenes de no permitir que...

—Lo sé pero ustedes estarán presentes cuando yo comience a hacer las preguntas. Acompáñame —dijo mientras empuñaba con certeza la varita.

—¿A dónde van, mamá? —inquirió Emily preocupada.

—A las verjas de la entrada, parece que nos llegó visita y quiero cerciorarme mediante las acostumbradas preguntas de que no se trata de alguien indeseado.

—Pero ¿de quién o quiénes se trata? —preguntó la cantante secándose las lágrimas con el dorso de la mano.

—Es mejor que me cerciore porque todo esto parece muy raro —respondió su madre—. Será mejor que vayas a tu habitación y no salgas de allí.

—No voy a dejar que...

—Es mejor que la dejemos a resguardo. ¿Podrías llamar a alguien? —preguntó Greta dirigiéndose al auror sin escuchar a su hija.

—Desde luego, señora... ¡Hey, David! Quédate con Emily, yo acompañaré a la señora Smith a las verjas. Allá hay más de nosotros.

La señora Smith salió al fin acompañada del joven auror mientras Emily, con un movimiento de varita, convocó la bata que se acercó flotando desde el piso superior para luego colocársela encima del camisón. Un auror rubio, fornido y aunque era joven tenía rasgos sobrios, entró en el vestíbulo y se plantó junto a la cantante.

—Creo que deberías ir a tu habitación, la mansión está llena de aurores pero aún así podría resultar peligroso.

—No temo por mí, David —espetó Emily tomándose la frente con la mano derecha—. Temo por mi madre... ¡Espina!... ¿No leíste el periódico?

El Pocionista y la CantanteWhere stories live. Discover now