Novedades en Hogwarts

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 —Todavía no puedo entender cómo demonios la dejaron venir aquí —dijo Sirius rodeando a Espina con un brazo mientras miraba a Boris y a Donatello.

—¿Y acaso tú podrías retenerla? —preguntó el estilista—. Sé que fue una locura de su parte pero... la pobrecita ya no podía soportar más la angustia.

—Pensé que en cualquier momento tú... —Espina no pudo terminar la frase porque se derrumbó en llanto, prendida al cuello de Sirius.

Él la estrechó con fuerza.

—Tranquila, amor, yo estoy bien.

Siamo anche qui per aiutare... Quiero decir que estamos aquí para ayudar —soltó Donatello.

—Muchas gracias —respondió Remus asintiendo—. Es un gesto noble de parte de un extranjero.

—En momentos como estos pienso que ya no debe haber fronteras —respondió el diseñador—. Dobbiamo essere uno... digo que debemos ser uno solo.

Espina sonrió complacida.

—¿Qué hay de Emily y los chicos? —preguntó.

—No se sabe nada aún —contestó Sirius, bajando el rostro con preocupación.

—La última vez que los vi fue en Grimauld Place. Luego de la boda se fueron para allá pero le perdimos la pista. Gracias a la radio mágica hemos sabido que se han estado moviendo por el país pero ningún dato en concreto —añadió Remus.

—Lo bueno es que tampoco hemos recibido malas noticias acerca de ellos —terció Tonks, meciendo a Ted para calmarlo pues estaba llorando.

—Amiga, lamento tanto lo de tu padre, en serio, fue eso lo que me hizo venir hasta aquí. Ya no podía soportar que siguiera muriendo gente inocente y buena mientras yo estaba allá, resguardada y sin hacer nada.

—Muchas gracias —respondió Tonks con una sonrisa triste—, pero tampoco nosotros podemos soportar la idea de que te ocurra algo o a tus padres.

—Afortunadamente ellos están resguardados en Génova —contestó Espina.

—Y tú no debes olvidar la promesa que les hiciste de no poner tu vida en peligro si puedes evitarlo —dijo Boris.

—Lo sé —respondió Espina con voz cansina, recostando la cabeza en el pecho de Sirius.


En Hogwarts, Julieth Malfoy entró a su despacho echa una fiera aunque aún no estaba en conocimiento de la llegada de Emily al castillo, era otro el motivo de su furia. El corazón le palpitaba con violencia y en su rostro también se reflejó una preocupación que jamás se imaginó sufrir.

Al girar sobre los pies después de cerrar la puerta del despacho, su cólera se acrecentó al observar frente a ella al causante, en parte, de su malestar

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Al girar sobre los pies después de cerrar la puerta del despacho, su cólera se acrecentó al observar frente a ella al causante, en parte, de su malestar.

El Pocionista y la CantanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora