La victoria

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En Hogwarts todo permanecía bajo una extraña calma, un silencio tajante que calaba los huesos y hacía eco en el alma de los dolientes de tantos muertos y heridos en batalla. Aquel silencio solo fue ahogado por sollozos taciturnos. Cada quien enfrascado en lo suyo, totalmente ajenos a lo que se suscitaba en ese momento en el bosque prohibido, sin siquiera sospechar que estaban siendo amparados bajo la protección del sacrificio del Elegido. 

Sumidos en la impotencia y el dolor de verse vulnerados, no pudieron recordar la seria advertencia que había arrojado lord Voldemort antes de marcharse con su sórdido ejército al bosque... 

Harry Potter, el niño que vivió debía entregarse a los brazos de la muerte si quería que él respetara las vidas de todos ellos. El Señor Tenebroso lo había hecho sin sospechar que con ese noble gesto tan propio de la naturaleza de Harry, él estaría protegiendo realmente a todas y cada una de las posibles víctimas de la maldad de las fuerzas oscuras ¿Acaso no había aprendido ya lo que era capaz de lograr el amor? No había magia más poderosa que esa. Ya no podría herir a nadie.

Emily sollozaba sobre el pecho de Gerald Musbick, incapaz de creer que estuviera muerto, su gran mentor, uno de los pocos que creyó en su talento al inicio de su carrera artística, alentador de sus sueños como una vez lo fue Albus Dumbledore. Tan pequeño en estatura (Ya que era mitad duende) pero a la vez con un espíritu y un corazón tan grandes que no cabía dentro de su cuerpo. Nunca olvidaría sus palabras amistosas llenas de entusiasmo, ni sus enseñanzas, tampoco olvidaría a Kevin Harrison, el único además de Jeremy de los integrantes de Iron's Wizards en unirse a la Orden del Fénix, sin embargo, los otros dos también se encontraban allí, junto al cadáver de su amigo. Al igual que mucha gente terminaron uniéndose a la batalla. Ya nadie tenía mucho que perder porque era preferible morir de pie que vivir de rodillas, subyugados a un régimen clasista e hipócrita.

La cantante se levantó después de besar la frente de Musbick para ir a acompañar a su amiga Gloria, cuyos ojos lánguidos no dejaban de contemplar el rostro de su esposo muerto.

—No estás sola, Gloria —le dijo estrechándola con fuerza—. No te derrumbes ahora.

—No puedo, Emily, ya no quiero seguir luchando... perdimos al profesor Musbick, a Kevin... Ya no puedo más.... 

—Sí puedes —le dijo la rubia con temple, tomándola de los hombros para separarla un poco de ella y así poder mirarla a los ojos—. Desde luego que puedes, por ellos que lucharon hasta el final, por su memoria y porque, como te dije, no estás sola —añadió volviendo a estrecharla.

—Emily... yo lo quiero de vuelta, quiero que se levante de ahí y todo vuelva a ser como antes —dijo la pelirroja con lágrimas en los ojos, ahogada por el llanto. Emily sintió un nudo en la garganta pensando en Severus, en la horrible estocada que sintió hacía poco cuando lo creyó muerto.

—Lo sé, amiga, pero vas a estar bien. Escúchame, nadie te va a reprochar si ya no quieres seguir luchando, de todos modos has estado brillante, pero lo que no puedes permitirte es sentirte derrotada, Gloria. Ellos no vencerán, no se lo vamos a permitir.

De pronto un ruido como de marcha llamó la atención de todos y al echar un vistazo fuera del gran comedor y a través de las puertas desencajadas del vestíbulo, pudieron advertir que se trataba del ejército de mortífagos encabezados por Voldemort y Hagrid que llevaba a alguien en los brazos...

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El Pocionista y la CantanteWhere stories live. Discover now