Patch:

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Pasé al billar Z. Rixon tenía días llenándome de mensajes.

– mierda Patch ¿ en dónde te has metido?

– no te importa – respondí.– ¿ qué querías?

– convivir. ¿ cuánto tienes que no pisas este lugar?

– no vine sólo para esto.– soné aburrido.

– Patch, alguien se está llevando tu moto.– dijo el portero.

Salí rápidamente. Justo cuando el tipo arrancaba.

Rixon me lanzó la llave de su moto y salí tras de él.

Sea quién sea, manejaba muy bien, pues esquivaba los carros y se metía entre calles fácilmente.

– maldición – gruñí. Ya me había hartado de perseguir.

Me desvié por otra calle. Tomando un atajo salí primero que él y le cerré el paso. Provocando que el conductor saliera disparado varios metros, la moto se fue derrapando de un costado.

Levanté mi moto. El ladrón no se movía. Me acerqué con paso sigiloso.

Abrí la visera del casco. No era hombre. Lo removí de su cabeza y lo dejé a un lado.

Me quedé perplejo.

– ¡ No!– exclamé

Tomé su pulso. No había señales de vida.

– Brooklyn... – se me iba la voz.

Tranquilo Patch. Es inmortal, es tu hija. Pensé.

La sostuve en mis brazos y le llamé a rixon. No tardó mucho en llegar.

– fiuuu....– silbó. – si que quedó bastante mal tu moto.

Fijó sus ojos en Brooklyn.

– no me digas que fue ella...– dijo sin poder creerselo.

No le respondí.

– ¡ demonios! – se burló – pero que chica! Y por si fuera poco , hermosa.

Detuve un taxi. Subí a Brooklyn, le di la dirección.

– que jodida mente cariño. La llevarás a tu casa, eh. ¿ piensas castigarla.?

Ya sabía para dónde iban sus pensamientos.

– callate imbécil. – encendí mi moto.

– bueno si no la quieres, prestamela . yo si la voy a disfrutar. ¿Viste ese cabello? Una hermosa cascada negra.

– ¡cierra la maldita boca. Rixon!– me bajé y lo acorralé.– no te atrevas a mirarla y mucho menos a tocarla por que te juro Rixon que se me va a olvidar que eres mi mejor amigo y te mato.

– joder. Si no la quieres para tirartela – apreté con coraje el mando de la moto.– entonces ¿ cuál es tu interés en ella?

– ya lo sabrás. – arranqué en busca del taxi.

Llegué primero que él.

Lo pagué y bajé a Brooklyn aún inconsciente y con múltiples heridas.

La dejé en  mi cama.

– ¿ Eider? – la llamé.

Nadie respondió.

Le marqué a Kairos. Pero no contestó.

– joder. – regresé a la habitación.

E igual que con Eider, limpie sus heridas.

Mientras limpiaba su rostro me percaté de lo bonita que era.

Finale (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora