Capítulo 1 (Primer Arco).

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Allí estaba él, huyendo del sonido de las sirenas que parecía aproximarse cada vez más. Las luces rojas y azules podían distinguirse todavía, pero corría lo más rápido que su cuerpo le permitía, que no era tanto, porque su estúpida pierna había decidido ser la receptora de una bala. Está bien, lo había rozado nada más, pero el dolor era insoportable. La frustración era tan grande, solo había sido parte de una misión común, donde, junto con otros, allanaron la gigante mansión de uno de los hombres más ricos del país, nada del otro mundo, en busca de un objeto especial. Por supuesto, también se llevaron dinero y joyas para aparentar un robo común. Sin embargo, todo lo que podía salir mal, salió. Se había separado de su grupo en un callejón bifurcado, prefirió confiarle el material robado a su fiel compañero de cabello naranja, quien, sin duda, llegaría a su destino sano y salvo.

Mientras se escondía detrás de una pared en la fría noche, percibiendo un apestoso olor a residuos fermentados, se replanteaba qué mierda estaba haciendo con su vida y por qué la muerte no le había ganado aquella vez. Estaba exhausto, podía sentir su final a la vuelta de la esquina, sabía que no tenía salida y se maldijo a sí mismo por haber decidido tomar la ruta equivocada, porque sí, se podían oír los pasos de otro grupo de policías acercándose hacia su ubicación. Suspiró, notando su corazón agitado y el sudor en su espalda congelándose, tenía algunos pares de hebras de su platinado cabello adheridos a su también húmeda frente y párpados superiores.

Reposó sobre la pared y se dispuso a tomar el arma que llevaba escondida en su pantalón, tratando de asimilar la ridícula idea de morir a manos de esas ratas del gobierno, porque no, arrestarlo no era una opción para ellos y tan solo le quedaba una insignificante bala sin usar. ¿De verdad así terminaría su tan extraordinaria vida?, ¿así de absurda sería su muerte?

Un sonido llamó su atención por completo, parecían pasos muy cerca de él, así que dirigió su vista hacia el fondo del callejón, buscando entre la penumbra el motivo de su inquietud; tal vez era una rata o un gato, ni siquiera sabía por qué le daba importancia a eso y no a su inminente muerte. Sin embargo, sus pensamientos se nublaron al notar que una cabellera de color rosa sobresalía por detrás de un gran contenedor de basura y se movía de a poco. ¿Qué demonios estaba sucediendo? ¿Acaso ya estaba muerto o veía alucinaciones producto de un grave estado estupefaciente? Su sorpresa fue mayor al ver que se trataba de un jovencito que, como si nada y de casualidad, se asomó para observarlo.

—¿Estás herido?

Su voz se escuchó muy tenue, pero aun así pudo comprender sus palabras. Se trataba de un tono delicado, suave y atrayente. A juzgar por su forma de hablar, no parecía estar a la defensiva o tener algún tipo de mala intención.

—¿Quién eres? —le preguntó.

—Ven conmigo, te ayudaré.

Bueno, la opción de estar alucinando ya no parecía tan descabellada. Aquel joven de cabello rosado no solo se veía sospechosamente tranquilo, sino que también estaba vestido como un niño pequeño: una remera blanca con rayas negras horizontales que llegaba a cubrir hasta sus muslos; un abrigo de color cian con capucha, cerdoso y esponjoso a la vista, que tapaba casi por completo sus manos, dejando solo las puntas de tres dedos visibles; y la frutilla del postre fue un jean ancho de color celeste con algunas grandes manchas blancas, como salpicaduras, cortado de forma irregular por encima de sus rodillas y roto, dejando expuesta la piel canela de sus piernas hasta los tobillos, en los que se podía apreciar unos calcetines cortos que parecían de algodón blanco y su calzado, el cual era simple y de color azul como sus pantalones.

Perfecto, de pronto y como por arte de magia tenía dos opciones muy claras ahora: ir junto a ese desconocido con apariencia de lunático hacia quién sabe qué lugar, o quedarse ahí a esperar pacientemente su muerte. No lo pensó dos veces, así que avanzó un poco hacia ese jovencito hasta tomar su mano, notando que le indicaba el camino con su mirada para ir detrás del contenedor de basura. En dicho instante, se dio cuenta de que había una especie de agujero en la pared. Parecía una ruta improvisada que conectaba con el callejón de al lado, en la cual ingresó sin dudarlo después de que el otro lo hiciera. Ambos se quedaron allí por un instante, escuchando las voces de los policías expresar descontento ante la "falsa alarma"; a uno de ellos se le oía más frustrado, parecía estar seguro de que había seguido a alguien hasta ese sitio. La luz de la calle del otro lado de ese pasaje iluminaba lo suficiente, así que no fue muy difícil salir de ahí y escapar lo más lejos posible. A medida que la distancia entre los policías y ellos se acrecentaba, el sonido de las patrullas disminuía.

Pinky Hair Boy - YoonMin [+18] EN FÍSICO DISPONIBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora