Capítulo 29.

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Su cuerpo se sentía realmente pesado, la carga emocional junto a la responsabilidad de tener que tomar fuertes decisiones en su vida le estaban jugando muy mal. Su cabeza estallaba, no quería escuchar ni sentir nada; solo dormir. Encontraba una forma de escapar de su mundo al sumirse en el sueño, pero ni eso podía hacer ahora. El dolor lo estaba matando, no debió haber tomado tantas pastillas juntas, ahora lo tenía claro; se arrepentía.

Bufó, acurrucándose en la cama hasta hacerse bolita a la vez que el delicioso aroma a vainilla de la almohada llegaba a su nariz. La fragancia de Jimin, su mejor amigo, quien ya sabía todo lo que sucedía. Sonrió, estaba feliz de haber conseguido su apoyo, tenía tanto miedo de ser descubierto por él, pero Jimin actuó tal y como siempre actuaría en una situación así. De todas formas, el miedo le carcomía hasta la fibra más pequeña de su cuerpo; recordaba muy bien lo que había sucedido la última vez que se atrevió a pedir ayuda, no quería que su familia fuera víctima de sus acciones otra vez. No pudo contener su impulso y soltó esas palabras en una situación de desesperación, pues había llegado a su límite, no logró evitarlo. Al menos ahora tendría en quién apoyarse si algo llegaba a salir mal, estaba seguro de que Jimin era y sería siempre su mejor amigo, a pesar de todo lo que podía suceder.

De pronto, mientras Jungkook se encontraba hundido en sus pensamientos y con sus ojos cerrados, un cosquilleo recorrió su cuero cabelludo. Se exaltó, pero prefirió quedarse de espaldas creyendo que se trataba de Jimin. Una mano gentil acariciaba su cabeza y hacía masajes allí, entrelazando sus dedos entre las hebras, relajándolo de a poco. Suspiró, amaba que le hicieran mimos en su cabello, pero se percató de que aquella mano era más grande que la de su mejor amigo y entendió que se trataba de otra persona.

Abrió sus ojos con pesar, pues el dolor de cabeza seguía intacto y solo sabía aumentar a cada segundo; se dio la media vuelta con sigilo y distinguió una cabellera castaña de mechones verdes cerca de su cuerpo. Sus nervios aumentaron al cien por ciento luego de percatarse, se trataba de nada más y nada menos que Taehyung, quien le regaló una preciosa sonrisa tímida en cuanto sus miradas se cruzaron.

Jungkook se dio la vuelta por completo, absorto en los detalles de la fisonomía del otro, contemplando aquel lunar en su nariz que tan perfecto se veía, su piel trigueña y sus enormes orbes café que observaban con profundidad. Esos ojos siempre habían sido su perdición, pero nunca se había atrevido a ir más allá de su admiración a la distancia.

Sus labios. Oh, sus labios eran de lo más peligroso para Jungkook, no podía posar su vista allí sin quedarse al menos unos segundos observándolos. Estaba perdido, no debía sentirse así, no ahora que no tenía idea de lo que le depararía el futuro.

—Kook —susurró, sonriendo más—. ¿Cómo te sientes?

—Mi cabeza duele mucho —respondió, frunciendo el ceño por el malestar.

La mano derecha de Taehyung ahora recorría su mejilla, propinándole sensaciones hermosas, logrando que el dolor pasara a segundo plano y que ahora solo se concentrara en las caricias. Si había algo que él lograba hacer siempre, eso era calmarlo. Se miraron durante un largo rato, sonriéndose sin decir palabra alguna, no hacía falta arruinar el momento. Quería atesorar esos instantes.

Jungkook se removió sobre la cama, a punto de levantarse para tomar asiento. Sin embargo, el sonido de la puerta abriéndose irrumpió y solo se concentró en la manera en la que Taehyung volteaba a ver y una sonrisa muy diferente se mostraba en su rostro. No había necesidad de investigar, esa sonrisa solo la tenía con una persona en particular.

—¡Hobi! —exclamó—. ¡Ven, ven! Kook acaba de despertar.

—No te preocupes, yo debo irme —le sonrió desde la puerta—. Solo venía a decir que te prepares pronto, teñiré tu cabello hoy.

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