Capítulo 27.

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El precioso joven de cabello rosa pastel recorría el pasillo del primer piso, yendo hacia el famoso y tan anhelado —por él, claro— cuarto de tatuajes. Avanzaba con normalidad, pero cabizbajo y con sus manos unidas detrás de su espalda, cantando la melodía de siempre y la que Suga, quien caminaba a su lado, ya se había aprendido de memoria. Aquel junto a él estaba curioso ante su calmada actitud, sabía que algo le estaba pasando, pero no se animaba a preguntar por miedo a recibir una falsa sonrisa de su parte, y eso era lo que más le molestaba, así que suspiró y se detuvo, viendo cómo su pulguita seguía caminando distraído.

—Jimin... —habló.

El mencionado, luego de avanzar dos pasos más, se detuvo y se dio la media vuelta para observar a su hyung, quien, quieto al lado de una puerta, le indicó que habían llegado ya. Al instante se apenó por no haberle prestado atención al camino, si no hubiese sido por el llamado ajeno seguramente hubiese seguido avanzando por el pasillo hasta quién sabe qué lugar. Suspiró, llamando la atención de Suga, quien solo se quedó observándolo mientras ingresaba al cuarto. Tenía curiosidad, quería preguntar.

—Siéntate en esa camilla —señaló, recibiendo un asentimiento solamente—. ¿En dónde vas a querer el tatuaje?

—En el mismo lugar que usted —respondió con una voz algo apagada.

—¿Estás seguro de que quieres la marca de esta mafia?

—Sí.

Él tomó asiento en la camilla indicada y Suga se dispuso a arremangar su camisa hasta los codos para dirigirse luego hacia la mesa, tomó unos guantes de látex, pero no se los colocó; solo se quedó atento a Jimin, quien evitaba hacer contacto visual y mantenía un semblante serio. No estaba actuando normal y eso le preocupaba, así que se acercó con lentitud hasta quedar frente a él y pudo notar que se exaltó un poco por la cercanía.

—Debes quitarte la remera, ¿o quieres que te la quite yo? —habló como si nada.

Jimin sonrió un poco, cosa que alivió a Suga, de inmediato supo que el problema no era con él. Observó cómo se quitaba su ropa superior y comenzaba a tiritar un poco por el repentino cambio de temperatura, pues en esa habitación hacía mucho frío. Se quedó absorto en la manera en la que la trigueña piel de los brazos musculosos ajenos se erizaba por completo, y luego prestó atención a su expresión. Se veía tierno, hacía muecas muy lindas. De repente, Suga quiso ir más allá de solo su curiosidad y llevó su mano derecha hacia el rostro de Jimin, quien dio un respingo al sentirlo y lo observó de inmediato.

—¿Me vas a decir qué te pasa o debo averiguarlo por mi cuenta?

—No me pasa nada —sonrió hasta que sus ojos se cerraron.

Suga sabía que haría eso. Empezaba a conocerlo muy bien.

—No finjas, odio que lo hagas—frunció el ceño y con eso provocó que Jimin ablandara su expresión—. Algo te sucede, estás así desde que hablaste con R.M. ¿Tiene que ver con el asesino de tu madre?

—¿Por qué asume que tiene que ver con eso? —bajó su cabeza.

—Fue lo último que escuché antes de salir.

Suga buscaba cruzar miradas a toda costa, sin embargo, no lo conseguía.

—Sí, pero... —suspiró—. Ya no importa, él murió —dijo eso último con mucho pesar—. No quiero que se preocupe por eso.

El joven de cabello platinado tomó con ímpetu el rostro de Jimin entre sus manos para inclinarlo hacia arriba y así encontrarse con sus ojos negros, logrando que este se pusiera nervioso. Suga sonrió ante el fallido intento del otro por zafarse de su agarre, era un tanto extraño ver una carita tan tierna y un abdomen musculoso al mismo tiempo. No obstante, antes de que pudiera decir algo, Jimin comenzó a hacer una mueca que no le gustó para nada. Lo vio fruncir su ceño con dolor y pestañar varias veces en un intento de contener su llanto.

Pinky Hair Boy - YoonMin [+18] EN FÍSICO DISPONIBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora