Death of a Bachelor

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[8 de Noviembre]
Diana-
No se recordaba nada más de esa noche, solo el punzante dolor que percibía en el pecho mi portugués, durante que sollozando trataba de conciliar el sueño, mientras que mis manos recorrían suavemente su verde cabello y mis piernas eran una almohada para el, no dejaba de llorar, no dejaba de sufrir, sentía como si algo me estuviera apuñalando, cada vez que recordaba su rostro lleno de lágrimas aquella noche al verlo romperse completamente en mis brazos.

Podría por haber optado irse del lugar, pero no podía, se contemplaba terriblemente débil, no quería nada, no quería a nadie, no negaré que siento el dolor de el, como si fuera mío, a flor de piel, pero creo que el ya ha llorado suficiente, como para que yo llore y lo asusté más.

Ricardo, desde ese día buscaba incansable sin resultados a Panchito, el no abría sus puertas, no quería ver a nadie por lo que siempre Rodrigo le replicaba al Águila. Dulcynea se escapaba constante para vernos, cada día un postre diferente, que por muy dulce que sepa, nunca era suficiente para él.

Una vez más era lo cotidiano, en mis piernas recostado, Ricardo regresando rendido y Dulcynea con un postre de Guayaba esta vez.

Dulcynea-José, ¿Cómo te sientes?

No existió respuesta que saliera de los labios del ojicafe, una mirada débil pudo dedicar, la suficiente fuerza que tenía para sonreírle, sin una pizca de calor. Por su parte, ella le miró con ternura, dejando el postre y con ayuda de Ricardo, sentarse en el rústico sofá a su lado.

Ricardo-Esto no hubiera sucedido si hubiera corrido más rápido...

Diana-No es culpa de nadie, Ricardo...

Levantándose enfadado consigo mismo, nos miro a todos, con aire de rencor, rodeandonos insistente.

Ricardo-¡Míralo nomás como esta, Diana!, Si lo hubiera detenido, él estaría bien, no estaría así

Mis pupilas se dirigieron a José, quién profundamente quedó en silencio, su respiración suave, sus ojos ojerosos cerrados, se había dormido. Suspiré pesadamente, ojeando a mi hermano mayor,quién truenos y relámpagos tiraba al techo, compunguido, arrepentido, creo que sí pudiese gritar más, despertaría al cansado de José.

Ricardo-¡Yo cause esto!, ¡No fue buena idea darle alas!, ¡Ahora está mal!, ¡El está igual que...!

Dulcynea, se levantó rápido con una inmensa velocidad, que parecía como si el movimiento de una pluma fuera barrida por el viento, sus manos se postraron delicadamente en los labios de Ricardo, callando sus pinchantes palabras.

Dulcynea-Por favor...

Miro sus Orbes amarillos, con mucha abrumación, con solo divisarlo, logro aliviar su furioso carácter, que poco a poco, se fue desvaneciendo.

Dulcynea-No ha Sido culpa de nadie, no ha Sido su culpa, usted solo lo apoyo, mostró ser un buen amigo de ambos, no tiene porqué inculparse de algo que no hizo.

Mi hermano no objeto nada, el no hizo ningún movimiento, bajo delicadamente la mirada, misma, que la señorita Dulcynea levanto con poner sus dedos en su varonil barbilla y observarse con dolor mutuo, era como si fuera un día de luto, un día triste de lluvia gris se impusiera a desatar su furia, que José, no podía desatar.

Diana-¿Cómo lograremos que ellos estén juntos?

La chica de largas trenzas me negó suavemente la cabeza, acobijando suavemente el cuerpo del extranjero en su suave reboso e incarse a su lado, en tanto que flacisademte acariciaba su mejilla algo pálida.

Dulcynea-El nos necesita a nosotros, señorita Diana, si precipitamos todo...lo vamos a lastimar más y creo...que ya ha tenido bastante de todo esto.

Resople dando la razón, no era tiempo para que José se atreviera a dar un paso a la nueva pelea, solo quedaba esperar.
Repitiendo cuántas veces sean necesarias la misma rutina, el siempre recostado en mis piernas, aún que poco a poco hacia algo diferente cada día, a veces leía, a veces me peinaba, a veces hablaba, pero jamás cantaba; Extrañaba su voz,cuando me ayudaba a arreglar las amarillas flores, cuando me ayudaba con los quehaceres, cuando me abrazaba, ya no es lo mismo, y José, ya no es el mismo...

Pasaron varias horas, hasta que mi brasileño despertó, aturdido, con un fuerte dolor de cabeza. Me miro con sus pupilas cansadas , se sentó a mi lado, tallando sus mejillas, que a pesar de su tez blanca bronceada, estaban lívidas.

Diana-¿Cómo dormiste?

El sostuvo unidos sus labios, echando su espalda lentamente hacía atrás, para dirigir sus ojos hacía los míos y asentirse a si mismo.

José-Creo que me sirvió bastante

Me sonrío delicadamente, levantándose del sofá y caminar un poco, estirando cada parte de su cuerpo suavemente.

Diana-El postre de Dulcynea esta en el refrigerador, es de guayaba

El no dijo nada, espere unos segundos y se escucho el ruido de la puerta del congelador abrirse, para después de unos minutos, volver a ver a mi amigo con dos tenedores y el postre, sentándose a mi lado y darme uno de los cubiertos.

José-Por favor

Diana-¿Qué?, ¡oh!, ¡no, no, no!, el postre es tuyo

Recalo en mi mano el tenedor, que termine por aceptar y en cuanto el dio la primera mordida, su triste silueta se animo levemente, saboreando la frescura de la tarta y mirarme, acercándome la delicia que en seguida probé y le sonreí dulcemente.

Diana-¡Dulcynea si que sabe cocinar!

El callo, no dijo nada más, pero era suficiente para mi, su rostro tranquilo era una buena señal.

Se supone que yo debería saber como animarlo, no es la primera vez que presencio a un hombre con el corazón hecho pedazos, yo de lo que puedo asegurar, es que un varón sufre mucho más por el amor de alguien inalcanzable que una dama. Lo aprendí de mi hermano, comprendo que el este mal, que se sienta culpable, el perdió a alguien en el pasado por ser imprudente, supongo que no quería eso para José, pero no lo pudo salvar, aún que, era inevitable...Panchito siempre estuvo acostumbrado al amor y lo que josé le ofrecía, el charro nunca lo pudo experimentar...hasta ahora.

José Carioca Apresenta: Noite de Zamba Where stories live. Discover now