Mi Luna

375 59 46
                                    

José-
No demoramos mucho en llegar a Jalisco, no obstante, no evitaba ser tremendamente silencioso todo el camino, me sentía abrumado de todo esto, no podía evitar morder mis ojos con mis cansados parpados, conteniendo las lagrimas al pensar en que ella no estaría en mi boda, en que ella no vería lo felices que Panchito y yo podríamos ser juntos como una pareja, después de todo lo que ella me ha apoyado, en cierta manera, ella fue como una madre para mi, una madre que nunca pude tener presente en mi vida jamás...

Juan-Estás asustado, ¿no es así?

Mire a Juan, que su mirada concordó conmigo, ambos estábamos aterrados de lo que veríamos, tal vez porqué el es su hermano Mayor y se fue hace mucho tiempo, como para volver a ver a su hermana a punto de...ya saben...Tratamos de tener una pequeña conversación, que nos tranquilizará a ambos, pero no logramos ninguna consecución para sosegar nuestra inseguridad.

Llegamos al pueblo, cabalgando en noche y un caballo más, hacía el bar donde afuera solo estaba la señorita Dulcynea, abrazada con un reboso y esperando a nuestra llegada. Me recuerda a la primera vez en que la conocí, sus hermosas mejillas estaban siento manchadas frunestamente con sus pequeñas gotas cristalinas salir de sus orbes, mojando como hoja en lluvia sus alargadas pestañas de muñeca.

José-Señorita Dulcynea

Sobresalto levemente, limpiando su carpir, mirándome y sonreírme débil como aquel día en esa banca de la plaza del pueblo, mientras que me abrazaba suavemente y recibía un beso en las manos por parte de Juan, que puso su sombrero en su espalda y entro junto conmigo y Dulcy.

Juan-¿Dónde están todos?

Dulcy-Estan arriba, Ricardo fue por comida preparada en la fonda del centro

Bajo de las escaleras mi adorado Panchito, que sus ojos tenía apagados y una respiración tranquila, saludando a Juan y a mi con un beso en la frente.

Panchito-Qué hubo Chulo

José-Hola Franscisco

Panchito-Diana se quedo dormida, logré que descansará

Dulcy-Gracias señor Panchito, por favor, dejen que les de algo de tomar, vinieron cansados

Aceptamos la oferta de la casadera, dejando que ella nos sirviera un poco de agua de jamaica con hielos, puede que sea poco, pero valla que nos refresco hasta el alma de todo lo que estaba pasando sería un terrible pesar.

Pasaron horas para que Ricardo regresará del centro con varias bolsas de comida, dejándolas en la mesa y saludarnos a todos y mirar a Juan con cierto toque de coraje.

Ricardo-¿Tu qué haces aquí?

Juan-Lo mismo que tu, vengo a cuidar a mi hermana 

Ricardo-Ella estaba bien sin ti, me tenía a mi

El mas mayor se levanto de la mesa, imponiéndose a su hermano, que ni un poco se inmuto, empezando a pelear con palabras que yo no comprendía, pero, Miguel tapaba los pequeños oídos de la señorita Dulcynea.

Panchito-¡Ya, ustedes dos!

Juan-No te metas, cabrón

Ricardo-¡Ahh no!, ¡el único que le puede decir así, soy yo!, ¡pinche mojado!

José-¡No sé lo que significa eso!, pero, ¡No le digan así a mi Pancho!

No sabía que hacer, ellos se notaban resentidos con el otro, pero esto subiría de nivel si no se calmaban, hasta que nos callo una voz que no queríamos escuchar despierta ni un momento.

Diana-¡Ya se están!, ¡tengo energía suficiente como pá madrearmelos a los dos!

Los dos águila miraron a su pequeña hermana, envuelta en una pequeña sabana y con un horrible gesto de enfado en su dulce rostro de mujer divina; Como arte de magia, los dos mayores corrieron a Luna, preguntándole múltiples cosas de como estaba, si tenía sueño, si estaba con hambre, si tenía sed o frío, haciendo que ella hiciera un leve puchero desgastado y caminar a nosotros, dejando a sus hermanos perplejos.

Diana-Tranquilos, puedo incluso caminar aún...

Me avisto mi mejor amiga, sonriéndome y abrazarme, a pesar de que siento su cuerpo tan frágil, seguía brindándome ese dulce calor protector que nunca me quisiera apartar, pero mi llanto amenazaba con emanarse para acabar con el amoroso saludo de mi Luna, por lo que ella lo noto, usando sus adornados pulgares para limpiar mis fanales y deleitarme con su voz delicada.

Diana-Por favor, dispensa a mis hermanos, son, ¡bien perros!

Ambos comenzamos a reír, mientras que los otros dos solo se avergonzaban del ruido que habían provocado para despertar a su pequeña hermana menor. Nos sentamos a cenar, como si nada estuviera sucediendo, para Diana, ella quería que nosotros no nos preocupáramos, mantenía esa dulce sonrisa y nos  hablaba con el mismo cariño de siempre, regañaba a sus hermanos por no comer debidamente y me preguntaba como estuvo mi semana y los meses en el que ella y yo no nos habíamos visto...

Sé, que ella no es de mi familia, solo es la hermana menor, del mejor amigo del muchacho de quien me enamore y la que me salvo de ser "despachado", pero...creo que a veces, el cariño que le tienes a alguien, puede ser tanto, que de una u otra manera, el o ella se vuelve parte de ti, parte de tu familia...y eso es lo peor, porqué el dolor de perderle, es peor, que te claven más de millones de cuchillas en todo el cuerpo...

José Carioca Apresenta: Noite de Zamba Where stories live. Discover now