Una Dulcynea sem Quijote

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[12 De Noviembre]
Ricardo-

Sin avisarle a Diana, una vez más regresaba de haber intentado sin éxito hablar con Pancho, me siento enojado, me siento impotente, sabiendo que pude evitar algo catastrófico, que José saliera lastimado por un terrible mal de amores, no lo pude cuidar.

Resignado, cabalgaba en mi caballo, entregando pedidos de mi hermana, sus flores eran las mas hermosas del lugar, todos acudían a ella, para cualquier arreglo floral, desde un pequeño ramo, hasta un enorme arreglo, ¿cómo podía hacerlo?, ni yo lo sabía, siendo su hermano mayor. Ella ha tenido la  fortaleza de sacarnos a los dos adelante, a pesar de todo. Siento que no he sido un buen hermano, desde que Juan se fue al extranjero a trabajar, el nos envía dinero, que usamos para poder ver unos gastos extras o para lo que es de nosotros y mantenernos, pero el bar es un lugar acudido, las flores de mi Luna [Diana es la diosa de la luna], siento que ella es demasiado jovén para preocuparse por cosas de adultos, que en si, yo debería aturdirme ante a ellos y eso no es bueno, ni para ella ni para mi.

Pasando por el mercado de los lunes, decidí ver a la gente mientras paseaba plácidamente con mi corcel, hasta que pude ver que a lo lejos, la hermosa Dulcynea estaba en uno de los puestos de fruta, comprando unas frutas, que las bolsas parecían pesadas. Ella portaba un vestido muy humilde, con un largo y precioso reboso, cubriendo su cabello y parte de su delicado rostro. Me decidí acercar  a ella.

Ricardo-Buenas Tardes

Ella suavemente sobresalto, acobijando un poco más su rostro y mirarme repentinamente, hasta que me reconoció, bajando su pequeña manta, dejando de esconder sus simples y elegantes labios carmín y sonreírme cariñosamente.

Dulcynea-¡Ah!, Señor Ricardo, buenas tardes

Baje de mi caballo, acomodando mi sombrero y sonreírle.

Ricardo-¿Necesita ayuda?

Dulcynea-No quisiera causar molestias

Ricardo-No creo que los cause usted

Sonriendo soltó una tímida risa, terminando por aceptar mi favor, al tomar su cintura para subirla a mi ballo, fue como tomar a una frágil muñeca de porcelana, no pesaba absolutamente nada, pero me daba pavor tenerla en mis brazos, podría romperse en cualquier segundo.

Sostuve el apero con una mano mientras cargaba las bolsas con la otra mano.

Ricardo-¿Qué le cocinará a José hoy?

La morenita sonrío alegremente señalando una de las bolsas que estaba en mi mano, donde habían palitos de canela, harina y unos cuantos huevos.

Dulcynea-Hoy planeo cocinarle unos deliciosos churros.

Ricardo-Espero lograr probar uno

Un sonrojo ligero se noto en sus mejillas, empezando a reír nerviosa.

Dulcynea-En ese caso, haré suficientes para todos

Antes de pasar por un callejón, ella detuvo mi brazo con algo de temor, causando que la mirase preocupado.

Ricardo-¿Qué sucede?

Temerosa bajo algo rápido del caballo, tomando las bolsas de mi mano que llevaban su mandado.

Dulcynea-No quiero que mi padre lo vea y lo persiga por mi culpa...es un cabrón

Guarde segundos de silencio en cuanto ella se volteo para empezar a caminar, tome su mano, tomando de vuelta las bolsas y le sonreí.

Ricardo-Por usted creo que lo vale

Camine hacía la puerta de la casa, tocando la puerta y saliendo un señor de gran altura, ojos café obscuro y de ropa elegante de charro.

José Carioca Apresenta: Noite de Zamba Where stories live. Discover now