Crisis

435 58 14
                                    

José-

La vida era totalmente diferente a lo que viví antes, con la gran excepción de los habitantes, seguían como siempre.

Ocasionalmente, me hice cliente frecuente del Pelô Bistrô, la causa, no sabría decirla con una exactitud. Mi orden diaria por las mañanas era un dulce pastel de frutas, acompañado de un Romeu e julieta, en las tardes, uno que otro guisado o un pescado fresco de la pesca de mi bella y enorme grao de Bahía y por las noches, una bebida fresca, ya sea gaseosa o algo natural.

Creo que estar aquí es irónico, la razón tal vez estúpida e insignificante, supongo que los recuerdos que hiciste en un lugar especial, reservan un poco de tus sentimientos, para que cuando vuelvas, esa aflicción te roce como una suave manta y trate de llenar tu corazón del pedazo que te fue arrebatado, a veces con nostalgia, a veces sin éxito.

Presupuse que sería algo que me aliviaría, pero, no, no es así, solo me trae una terrible reminiscencia de esos momentos sabor a café y cremosidad, que de alguna forma quisiera volver a vivir.

Caminaba tranquilo por la noche, entreteniendome con el ruido festivo de mi hogar. Un carro paso a mi lado, era Donald, que al parecer volvía del supermercado.

Donald-¡Hola, josé!

José-Donald! Bem-vindo de volta, meu amigo! Como vai tudo?

Apago su auto, recargándose en la ventana que había abierto.

Donald-Bien, pero, algo aburrido, Bahía se vuelve aburrida sin ti

José-Pero mi amigo, ¡Aquí estoy!

Mi marinero amigo negó con la cabeza, soltando un gran suspiro, se notaba angustiado. Donald y yo nos conocimos hace mucho tiempo, el había visitado Bahía cuando fue su cumpleaños en viernes 13, uno de los pocos turistas con quien entable una intrínseca amistad, el me había mostrado tanto de América y yo de Brasil, nos volvimos en unos amigos inseparables.

Donald-No, no esta ESE José Carioca que conocí

Decidí desoír su declaración, desviando todo y platicar algo cotidiano, una que otra cosa, poco después el se fue, excusando que la señorita Daisy se molestaría si no regresaba pronto para hacer la cena.

Desde esa noche me impuse a estudiarme, a ver lo que me había convertido, recordaba todo poco a poco, en un orden de arriba a abajo, de derecha a izquierda, era siempre con el mismo principio, con el mismo final. Desde niño, amante del baile, como adolescente, un aprendiz de seductor, en la adultez, un soltero exitoso que gozaba de las noches llenas de mujeres bellas con las que bailar, hombres con los que brindar sin razón aparente, música para cantar y deleitar un millón de oídos festivos, esa era mi vida, esa utopía que construí en mi vida, misma que se derrumbo cuando sus ojos inseguros cruzaron con los míos.

Nunca comprendí lo que era el amor en ese magnifico sentido, por lo que escuchaba de las damas que encontraba, era lo más precioso que podría ocurrirte, pero a su vez, lo más catastrófico, que podía hacerte sentir libre, podía hacerte sentir presionado, feliz, infeliz. Algo latoso y rutinario, pero, yo nunca sentí eso con Panchito, estar con el, era como estar en un profundo sueño, una maravillosa visión que termino despertándome en una cama de agujas, intentando salvarme sin consecución; Tan solo verlo era lo que me saciaba, su porte informal, mirada penetrante, sonrisa pecadora y pelo de llama, era un deleite.

No negaré que no disfrute luchar cual quijote por su amor, la gente que conocí me dio una nueva versión de la vida, de lo que es la determinación; Aprendí mucho, a bailar de una forma genial, cocinar, lavar, lo que era elemental en una vida promedio, ¡y cuando competí con el en ese baile!, embelesado mirando su cara llena de seguridad, sentir su cuerpo con el mío, no tardo en que el, sin darse cuenta, me tuviera seducido de una manera tan asesina a mi corazón inexperto...

Debo aceptar que fue un resumen total, de lo que debía amar, como se debía amar, como debería de doler, una experiencia total. 

Mis pensamientos se callaron, sentí que había pisado algo, al bajar mi mirada, vi que era un pedazo de papel, de los que Yaya te da con los pastelillos.

José-Mas quem fez essa barbaridade? Que rude!

Resentido levanté el papel, mirando que tenía una frase, abriendo mejor el pedazo de envoltura y leerlo.

Às vezes o que está longe da sua mente, está mais perto do seu coração  

Extrañado, analice un poco más, era la primera vez que los adagios de esa pastelera me abochornan. Termine por desentender lo que el papel decía, envolviendo y tirándolo por el bote de basura, para seguir mi camino.

Pasando por la plaza, note que los turistas paseaban gustosos, como simple manía me detuve a contemplarlos, lucían tan felices, dichosos, una que otra familia de pequeños corriendo a su al rededor, afable para mi gusto y por el otro lado, parejas de enamorados, gozar de la perfecta Bahía, que los embelesaba con su hermoso cielo estrellado, con armonizarlos al sonido de las saladas olas frescas y fuertes del mar cristalino.

Mi hogar era un lugar estupendo para amar, era un poblado dulce y salado, no era ni perfecto, ni demasiado bueno, era la palabra abstracto, y era lo que lo hacía ser único.

Si la nostalgia es lo que invade mi cabeza, ¿qué es lo que quiere mi ímpetu?,  ya había pasado todo, pero, ¡no sabía lo que iba a pasar!.

  Llegué al maravilloso epílogo que no tenia que deja de ser yo, una persona que siempre festeja, sin importar que, que va bailando y brindar alegría, porqué eso lo hace feliz, no tenía que dejar José Carioca, porqué no hay otro, solo yo y no me cansaría de buscar y saciar mi indagación al posible porvenir que me espera con ansias.

Y si iba a volver, lo haría de la manera mas original, brasileña y festiva posible, al estilo de José Carioca

José Carioca Apresenta: Noite de Zamba Where stories live. Discover now