¿Para qué sufrir?

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Diana-
Muchos dicen que el cáncer es como recibir una apuñalada lenta, que cada que profundiza su ataque, sientes como mueres pedazo por pedazo, destrozándote cual cristal de un lujoso espejo descuidado, pero...yo no siento tal dolor, para nada, no negaré que no estoy cansada, lo estoy. Se supone que debería llorar todos los días, debería estar agonizando por el pánico de que mi vida se iría a terminar, pero, no siento pánico, no siento temor, me siento...muy feliz, lo que he vivido solo era una pequeña tortura, que mis hermanos me hicieron pasar, no los culpo, éramos tan  solo unos pequeños que peleaban cuando niños después de la muerte de sus padres, Juan quería lo mejor para nosotros, mientras que Ricardo replicaba que los tres podríamos salir adelante, juntos. Claro, eso ya ha pasado desde hace mucho, mi hermano mayor se marchó, eso no detuvo a Ricardo para cuidarme y abrir el negocio del bar, tan solo teniendo el 17 años y yo 12, era gracioso, era triste, era la pequeña Diana, de la que todos le tenían lastima, supongo que no puedo renegar, tenían razón, una niña que sus padres perdió, una quinceañera triste que solo veía a la gente bailar en su propia fiesta, mientras que ella solo adornaba la mesa principal, con su corona y un enorme vestido estorboso; La que se esforzó en su milpa, la que cuidaba a su hermano, la que se sentía vacía...
Claro, fue hasta que ese adorable muchacho Portugués vino a mi vida, con cara de terror, implorando ser salvado de las terribles garras resentidas de mi hermano.
Qué curiosa es la vida, qué irónica es, cuando la felicidad de alguien más amortigüa tu terrible pesar, convirtiéndolo en una suave almohada llena de flores frescas de primavera y olor tropical, quería eso, quería que el me mantuviera un poco más ahí, suena egoísta abusar de su felicidad, pero, es solo que...siento que lo extrañare demasiado cuando me marché por ese largo camino de cempasúchil.

Ricardo-¡Diana!

Mis hermanos estaban en la puerta, con trajes de diario, tampoco algo tan informal.

Diana-¿Por qué están vestidos?

Juan-Vamos a cenar

Diana-¿Qué?, Pero, Panchito iba a hacer de cenar, Dulcy iba a traer el postre

Mis hermanos llevaron largo rato rogando que aceptara, no podría negarme. Me dieron ropa colorida y me motivaron a arreglarme, hace tanto que no lo hacía, mis labios grisientos ahora eran color carmín, mi pelo un broche y mi olor a flores. Nos marchamos poco después en nuestros caballos, hasta que llegamos a un restaurante, que pensé que jamás volvería a ver.

Juan-Pedimos la mejor mesa

Ricardo-¡Vamos que nos ganan!

Mis hermanos en ese momento, ante a mis ojos se volvieron en aquellos pequeños que solían correr por el pueblo, con juguetes en mano y risas bobas, así se veían, me daba tanta nostálgia, pero...a la vez, siento como que algo rompe, esas sonrisas que he estado mirando por tantos años, se irían conmigo, se marchitarian, creo que este es el miedo que se supone que debo de tener, pero, no lo sé, no sé porqué quiero llorar, no sé porqué me siento tan débil, pero si de algo debería estar segura, es de que no podrían ellos verme llorar, no así.
Espere a que entrarán y tomé la fuerza suficiente para entrar al lugar, tal como la recordaba. Era un enorme establecimiento, lleno de mesas con velas como centro de mesa, con suave luz tenue, los meseros amables y cordiales, la gente que deleitaba su paladar, a mamá le gustaba venir acá.

Ricardo-¡Diana!, ¡¿Qué esperas?!

Seguí a mis niños hasta llegar a la terraza, donde no había ruido, solo una mesa para tres y un mesero esperando; Nos sentamos y comenzamos a ordenar, Ricardo funfuñeaba, Juan lo regañaba, y yo reía a carcajadas, esa sensación vieja, ha vuelto a aparecer, como vendaval al corazón.

Diana-José...les dijo, ¿No?

Ellos quedaron en silencio, mirándose mutuamente y después asentirme con la cabeza al mismo tiempo, revelándo su maravilloso plan de hacerme sentir mejor, no mentire, ¡Lo lograron.
Después de cenar, dejamos a los corceles en un establecimiento y comenzamos a caminar por la plaza, jugar en la plaza como pequeños, correr y reír, girar, gritar, trepar ese árbol de la plaza, ahora estaba completo de nuevo, mis hermanos y yo, estábamos bien, todo estaba bien, incluso fuegos artificiales terminaron de adornar nuestra noche de hermandad, en forma de colores explosivos y hermosos, me sentía completa.

Diana-Juan... Ricardo... gracias por ser mis hermanos...prometo, que si volvemos a nacer, será un placer volver ser su hermana menor

La mutez reino, miradas quebradas me rodearon en forma de abrazo, con suaves gotas de agua salada en las mejillas de mis hermanos y yo abrazarlos, es tan doloroso decir adiós... pero ahora no hay que sufrir, era nuestra noche.
Y...ese peliverde era un joven extraordinario, un hijo que he tenido la oportunidad de cuidar y adorar, aquel que se ha enamorado inexperto de un mexicano cantante, ¡El amor tiene tantas formas y colores!, ¡Era el maravilloso amor! Y yo lo amaba, amaba a José, amaba a Panchito, amaba a mis hermanos, a Dulcy, porque ellos me demostraron que la familia es la fuerza que puede con todo, con el verdadero amor...¿Para qué debo sufrir si tengo todo?, ¿Por qué he de llorar por el futuro?, Cuando tengo lo que necesito y no lo he vivido aún...mi querido José, gracias...

mi querido José, gracias

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