El folleto.

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[1 Mes Después]

Panchito-

Era un nuevo día en bahía, me había acostumbrado ya a la gran casa tropical de los Duck, también de la presunción de la señorita Daisy Duck, Esposa de Donald Duck marinero explosivo  y tío de los trillizos Louie, Dewey y Huey Duck. Ser el chacho de estos era completamente un impasse, hay tantas cosas que hacer, limpiar, barrer, lavar, cocinar, Daisy dice cada día que me hago menos inútil, ¡Inútil dice!, ¡Inútil su abuela!, solo la aguanto porqué no traje dinero suficiente o más bien, no me dejaron ni traerme dinero suficiente para regresar al hotel tan hermoso y añorado donde me hospedé la primera vez, aún que, no es tan malo, Donald al principio actuaba de mala gana conmigo, siempre me alardeaba lo que nunca complacerá a José, o me ignoraba completamente, una que otra maldad, pero, al tiempo que ha pasado, el y yo nos hemos comprendido, un poco. Los pequeños, ¡no tengo problema!, son unos diablos adorables, que saben cometer errores y sobre todo, aprender de ellos. 

Eran las 6:40 de la mañana, ya estaba despierto, dispuesto a recoger el pan que salía cada mañana en aquel establecimiento lleno de azulejos pintados a acuarela y a fino pincel. En cuanto empece a caminar en todo el pueblo, pude ver que la gente cotidiana, con el ligero cambio que casi no hacían ruido, era extraño.

Panadero-Bom dia panchito !, o mesmo hoje?

Gracias a Donald y un poco de los hermanos, ahora entendía el portugués, no era una lengua tan difícil de hecho, Sabrá Dios como es que aprendí esa lengua tan rápido en un mes.

10 baguettes y un pastel por parte de Yaya, camine por las calles rusticas, me gustaba hacerlo. Caminar y ver el recorrido, el aire era fresco, no muy frío, no muy caliente, era un encaramelado deleite olor a sal de mar que camina lentamente y suave por tu piel. El sol fuerte, amenazando con quemarte, algo que molesta, pero con ayuda de los arboles del lugar, era algo que gozar entre el pulido baile de las hojas del hermoso caserío de las chozas color blancas y de ladrillos rojos carmín desgastados que hacían perfecto juego con la senda tapizada de pequeñas rocas incrustadas color café por la tierra de los senderos, palabra que era un lugar muy chulo, bien pacifico. 

Doble la esquina, topándome con los hermanos, que estaban cantinflando, tratando de calmar a Dewey, quien se había caído a la fuente, mojando su playera favorita.

En cuanto Huey me vio, corrió hacía a mi, jalando la manga de mi playera.

Huey-¡Por favor!, ¡ayúdanos!

Camine siguiendo al patito disfrazado de niño, con los demás y agacharme a la altura del pequeño Dewey, revisando que no tuviera alguna herida.

Pancho-¿Ustedes qué hacen aquí?, ¿onde está Donald?

Louie-Fue con Tía Daisy a comprar ropa

Oh, por supuesto, esa escuincla nomás hace maña. Senté al pequeño, para quitar su camiseta que el negó quitársela, tomándola de los bordes y negar su cabeza muchas veces

Panchito-¡Andale chamaco!, quitate esa cosa, te me vas a enfermar 

Dewey-¡No!, ¡a mi me gusta esta playera!

Pancho-¡Ándale!, ¡ya no haga pancho!

Logré quitar su playera forcejeando, con el resultado de que ambos saliéramos disparados a diferentes lados, el, por suerte, lo cacharon sus hermanos, pero, yo, acabe estampado a una pared, que golpeo mi espalda y quede de cabeza, con la camiseta en la mano y un inche dolor corporal, de aquellos.

Algo lentamente callo en mi cara, era un folleto, del cual no me interesaba leer, haciéndolo una bola de papel y tirarla a la basura, para caminar con los trillizos y cuidarlos, regresandolos a casa después de haberle avisado lo que paso a Donald.

Dewey-¡Dame mi playera, panchito!

Pancho-Mira, escuincle, tienes suerte de que algo no te golperara...orita te la enjuago rápido, qué el sol esta bueno lavar 

Limpie la camiseta de Dewey, que después se seco rápido, calmando al patito menor de todos, alegrándolo y motivar que el se fuera con sus hermanos mientras hacía el desayuno, un buen caldo de verduras, algo que aprendí de Diana.

Tomo su tiempo hacer que los niños comieran, pero, a costa de prometer llevarlos a un paseo en lancha, ellos no dejaron ni una pizca del platillo.

Caminamos al puerto, alquilando una de las lanchas y empezar con el recorrido. Se sentía bien, la agua fresca correr por tus brazos, mojándote con delicadeza y dejar delicadas manchas de agua. Un poco de comida, caminar y jugar en la playa, después volver y mirar el lugar que en belleza es en la mañana, convertirse en un gran asueto del  cuotidiano día, bañado por seductores luces tenue y velas.

Los niños, encantados miraban todo, olían todo, hacían de todo. Me daba cierta ternura verlos así, era adorable como ellos eran de unidos, unos hermanos que se apoyan en todo y sobre todo, que, curiosamente, me recordaban a Diana y a Ricardo.

Pancho-¡bueno!, regresemos la cena, su tía me matará 

Los pequeños me siguieron, hasta que me detuvo la mano pequeña de Huey, llamando mi atención otra vez.

Huey-¡Mira eso!

Frene seco,  junto a los otros dos infantes, mirando en grande un gran anuncio, en una de las casas del pueblo...

Louie-¡Es el señor José!

En efecto, la sensual foto del apuesto brasileño bailar, con el estampado de un gran tema en especial.

"José Carioca Apresenta: Noite De Zamba"

Decía fecha, lugar, re-apertura...Me lleva la chingada.

José Carioca Apresenta: Noite de Zamba Where stories live. Discover now