Mexicana hermosa

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José-
Diana regalo a Dulcynea ese hermoso velo de novia acompañado de un ramo de flores muertas y llenas de nube en forma de rosa, que encantada ella acepto y adoro para su futura boda con Ricardo, que si mal no recuerdo, regreso a casa con un par de golpes de parte de su suegro, pero con su bendición para la boda.
Pasaron los meses como un viento caluroso de verano, y mientras avanzaba tal tiempo, era un pesar para nosotros, era un dolor corporal de Diana a su salud, ya no podía siquiera caminar, la silla de ruedas ahora eran sus pies, cada día peor, cada hora muriendo y su porte aún así no se rompía, era tan cálido y amoroso.
Cómo había prometido, le he llevado al kiosko, pero no podríamos bailar ahora.

José-Se ve un buen día hoy

Diana-Quiero bailar José

José-Pero Luna...ah...es difícil

Diana-¿Qué es difícil?, Solo por no poder caminar bien, ¿Es difícil?

Parecía ofendida, me había arrepentido de lo que dije, obedecí a su petición, llevándola al kiosko y tomar sus manos, que ella impulso en las mías levantándose y ponerme de nervios.

José-¡Diana!, ¡No debes levantarte!

Diana-Puedo aguantar, no soy inútil José

Diana se notaba cansada, estaba irritada, no tenía ningún consuelo decente que apaciguara su corazón herido de desesperación; Tomé su cintura lo más fuerte que pude, lo suficiente para sostenerle y ella tuviera confianza para bailar.
A pasos lentos la aleje un poco de su silla rodante, procurando de que no se lastimara, no parecía dolerle, así que comencé a girarla lentamente, pasó, por paso, como si fuese un danzón de dos ancianos que recordaban aquellos años de oro donde sus talones no se cansaban y sus rodillas no rechinaban.
Un baile lento tras otro, siempre al final preguntando si ella quería parar, pero no. De todas maneras, debíamos ir a casa. Comimos un pozole rojo, en aquel restaurant donde fui con mi rojo a cenar hace algunos meses con jugo de mango, como desearía haberle compartido a Diana un Romeu e Julieta, apuesto de que ella le hubiera fascinado.

José-Vamos a casa, hay una sorpresa para ti, Diana

Diana-¿Sorpresa?

La llevé de nuevo al bar, a paso frágil y relajado, platicando sobre los planes que tenía con Panchito para cuando el y yo nos casaramos, ella los aprobaba sin dudar.
Al abrir la puerta, nos encontramos con los tres pequeños niños que tanto adoramos, junto con los hermanos de Diana, Juan y Ricardo, el matrimonio Duck, acompañados de la hermana de Donald, Della y el Tío Rico; Los pequeños ratoncitos que tenían anillos de recién casados, Max, Goofy y por su puesto, mi charro con la señorita Dulcynea.
Miguel saco su guitarra junto a Ricardo, empezando a tocar una canción dulce mientras que los diablillos le ayudaban a Dulcynea a encender las velas.

José-Feliz aniversario, Diana

Era el pequeño cumpleaños de Luna, que todos reunidos le íbamos a festejar, por parte de ella no hubo respuesta. Huey saco una pequeña flauta, Dewey y Louie habían practicado las mañanitas desde hace tiempo, para deleitar a mi morena que sus ojos de muñeca comenzaron a cristalizarse de llanto, sonriendo, festejando, adorando y comiendo con sus amigos y seres queridos.

Panchito-Te la rifaste chulo, hacerle esta fiesta a Dianita fue buena idea

José-¿Crees que esté lista?

Mi pelirrojo se quedó callado unos segundos, avistando a la dama que platicaba dulcemente con ese millonario Duck de ropa elegante.

Panchito-Ella se ve tranquila...me sorprende que no quiera llevar a sus hermanos

José-Yo también haría eso, si llegara ese momento

Francisco puso sus manos en mis hombros, fijando sus obscuros y negros orbes a los míos, lleno de preocupación y dejar que uno de sus mechones de pelo, colgará por su suave mejilla morena clara.

Panchito-Por favor, chulo, se fuerte

José-Eu prometo, meu amor

Un reconfortante beso rápido y tierno fue lo que me alentó a seguir con la fiesta, con los platillos favoritos de Diana, la música que le gustaba, pasar el tiempo con su familia, Lucía tan feliz que tal vez olvidó todo, eso era bueno al fin de cuentas, pero detrás de cada una de las sonrisas de todos, había unas grandes lágrimas que estaban siendo malditas por amenazar a salir, delatandonos ante mi muñeca muribunda.
Llegó la media noche y la hermana menor de los Montoya, se despedía de cada invitado, ella sería la que se retirará de la casa, en cuanto los demás siguieran festejando.
Un beso en la frente de cada trillizo, unos saludos cordiales al tío Rico, bendiciones de vida para las tres parejas, de los ratoncitos, los dos patitos y su hermano, con la dama distinguida enamorada. Un abrazo a Max y Goofy, un fuerte beso en las mejillas de sus hermanos y una bendición a José y a Mi.

Salimos ella y yo de la casa, llevándola en Noche hasta su milpa, sentarla al rededor de hermosos retoños de Cempasúchil y sentarme a su lado, tomando la guitarra de mi charro y entonar unas tristes notas que ajustaban para un baile presentado por las estrellas, especial para Diana.

José-Mexicana hermosa, mexicana bendita, en tus ojos negros, doblo mis apuestas...

Diana-José

José-¿Si Diana?

Diana-por favor, diles a mis hermanos que no lloren, porqué junto a nuestros apás, los estaré cuidando...y sé, muy feliz con José, tuve una hermosa vida, gracias a ti, promete que tú la tendrás

Me he quedado sin nada que decir, no podría prometer eso, ella se iría al fin, ella me partiría a mi, partirá a sus hermanos que la adoran y nos dolerá como un millón de balas.

José-Mexicana mía, preciosa Dianita, no te olvides nunca, que eres poderosa, que a tu manto pasión colorida, yo le cantó mi copla y mi prosa...

Diana-Gracias por quererme José...

Se recargo lentamente en mi hombro, sentía su respiración lenta, muriendo cual vela en luz del vendaval.

José-Qué a tu manto, pasión, colorida...yo le cantó... para toda la vida...

...Se ha callado junto con los grillos que nos rodeaban en la milpa, sus ojos estaban cerrados dulcemente, se había convertido en una muñeca inmóvil, que dormida aún era preciosa, pero ya no respiraba, ya no vivía, su piel era pálida, un bello cempasúchil que fue bailando a otra parte, marchitandose,y dejarme con las lágrimas manchando mis mejillas y solo una sonrisa rota con una promesa que no se podrá romper, jamás.
Oh, minha lua, minha mãe, eu sentirei sua falta como ninguém...

José Carioca Apresenta: Noite de Zamba Where stories live. Discover now