El viejo José Carioca

424 54 14
                                    

[¡ALTO!, Este capítulo es posterior al siguiente capítulo ("La que todo lo sabe"), por favor una disculpa a mi pequeño error, léelo primero, gracias y disfruta ,my dearling -Dul1987].

[22 de Noviembre]

José-

Hoy era un día importante, era el día de mi despedida de mis amigos que forme en México, había pensado demasiado, Diana me dio la suficiente fuerza, que me llevo a esta decisión, me iría de nuevo a mi Bahía, que abandonada la tuve desde hace pero mucho tiempo, y ya añoraba a verla de nuevo. A mi Luna le tomo bastante en asegurar que todo mi viaje de vuelta fuera conveniente, pero para eso, me ayude en trabajar en el bar de Ricardo, con el dinero, obtuve suficiente para un vuelo de regreso, tenía mi local, tenía todo bien en Bahía, solo era volver.

Era por mañana, en el rancho de la casa Montoya, tenía mis maletas listas, mi ropa era la misma como la que fue cuando vine por primera vez a Jalisco, con excepción de mi sombrero.

Ricardo-Te dimos nuestros números, por si algo ocurre

José-Lo sé, por favor amigo, cuida mucho de tu hermana

Con unas sonrisas satisfactorias, nos dimos un fuerte apretón de manos, acompañado de un gran abrazo, soltándome e ir hacía la señorita dulcynea, que en sus manos, había una cajita pequeña que extendió hacía a mi inmediatamente antes de poder hablarle.

Dulcynea-Esto lo protegerá, señor José

Tomando la cajita, al abrirla, era un dije de oro, con la imagen de una mujer morena, de la virgen, santo que en México es muy popular. Al ponérmelo, bese las manos de Dulcynea, abrazándola después.

José-Prometo no quitármelo jamás, señorita Dulcynea.

Al soltarme, mis ojos se dirigieron a los de Diana, que, se miraba de semblante preocupado, logre cesarlo con un delicado beso en la frente, que ocasiono que ella me abrazará fuertemente, con rostro en mi pecho y su reboso acobijandonos.

Diana-Más te vale llamarme todas las noches, chamaco

José-Lo prometo Diana

por última vez quizá, recibí su protectora bendición, que con sus delicadas manos dibujaba en mi pecho y frente, terminando por ponerme un Zarape y mi gran sombrero.

Estaba listo para partir, tomando el primer camión que salía de la estación y dirigirme a la gran ciudad para poder tomar el primer vuelo que llevaba a Bahía, llegando en solo 2 días. Había sufrido bastante, era hora de retomar mi vida, aquel romance que viví solo fue un hermoso sueño que no se pudo cumplir, estaba listo para poder superarlo.

Cuando llegue, no se tardaron en venir a recibirme, los hombres que aprecio y admiro, estrechando mi mano, niños abrazando mis piernas y mujeres abrazarme. De alguna manera, me sentía bien estar de nuevo en casa, en mi bahía, pero...también sentí algo diferente, sentí una enorme soledad, a pesar de estar rodeado de tanta gente, llego aquel vacio que nunca comprendí, jamás tuve esa sensación, nunca me había ocurrido esto.

Preferí ignorarlo e ir directamente a mi hogar, no me había dado cuenta de lo inmenso que es y de lo que hacía viviendo ahí. Camine hacía  a mi habitación que estaba como lo había dejado, las sabanas sin tender, la ropa que tome para salir, mi armario desordenado, mi cuarto era un desastre adornado con suaves cortinas blancas con olor a mar.

Salte a mi cama, abrazándome a mi mismo, quitándome el zarape y el gran sombrero que Diana hizo para mi, para aquella competencia de la cual jamás me había sentido tan vivo. 

Tomo bastante para asimilar todo, Panchito fue un lindo turista que me hizo vivir algo magnifico, algo que nunca pensé que sentiría en alguien, el me había enamorado, el hizo que mi corazón bailara de una forma única, nunca experimentada, causo en mi tanta confusión, pero también causo en mi tantos cambios, el me hizo reír, el me hizo brillar, el me hizo llorar, una cosa que sería solo una vez.

El José carioca que alguna vez existió, sin importarle el amor, solo gozar, se había ido, y estaba seguro que jamás iba a volver, pero, eso no quería decir que un nuevo José podría llegar, un José que ya había tenido dicha y que por nada del mundo, dejaría de sonreír.

Al día siguiente, no dude en rehacer mi cotidianidad, pasear con mi brillante sombrilla, con mi delicado puro en mano y saludar a todo el pueblo de mi amada Bahía, hasta llegar a mi negocio, lleno de baile, de zamba, de sabor...pero no sentía nada, solo soledad en una gran multitud y una gran punzada en mi pecho al recordar esa noche en la que había conocido por primera vez al mexicano que me enamoro.

Sin llamar la atención, subi a lo más alto del lugar, un lugar en donde nadie podía molestarme, un lugar del cual no podría nadie buscarme...llegue a la conclusión, de que si quiero ser alguien nuevo, un Carioca nuevo...debía de deshacerme de todo.

Y con deshacerme de todo...es incluso olvidar lo que fui antes de que el llegará a mi vida...


















































José-Creo que cerraré el club...



José Carioca Apresenta: Noite de Zamba Where stories live. Discover now