Brillo mío

414 54 23
                                    

José-
Pasaron varias semanas desde aquel "incidente" con Yuliet y desde mi primer beso con mi gallo que es difícil olvidar.
Los hermanos Montoya volvieron a México, junto a Panchito, que prometió volver tan pronto como fuera posible, para estar conmigo. Tenía que atender los asuntos de su pueblo, no podría culparlo, sé que es ese gran cargo.

José-Entonces, te veré pronto

Panchito-Por supuesto mi chulo, regresaré antes de que yo mismo cante

Reí a su dicho, dándole una bolsa de churros para el camino, que acepto ilusionado y sin más me tomo entre sus brazos, enredandonos en un hermoso beso de despedida que duraría lo suficiente para no extrañarnos. No es como si nos consideramos aún novios, aún que, sería lindo ver cómo el me lo pidiera...¿O yo tendría que pedirlo?.
Pasaron dos meses que tarde en volver a ver a Panchito.
El me mensajeaba tanto que podía, una manera que me daba ternura, sus faltas de ortografía eran adorables, me hacían sentir aliviado de que el estuviera bien.
La vida comenzó a tornarse de un color rosa pastel, me había lanzado a un abismo que no tenía en caer en millones de almohadas cálidas llenas de felicidad, estaba feliz, estaba completo.

Un día hacía mi labor en el club, por la tarde sirviendo comida, recién hecha y de la pesca mañanera de mi querida Bahía, sono la pequeña campanilla, haciendo que volteara para poder recibir a alguien, no era Panchito.
Ante a mi apareció un hombre de más o menos unos 30 años de edad, con una cabellera curiosa, como si las canas se fueran a transformar en negras mientras que el color natural es gris claro.
No tardó en capturarme con su mirada de orbes amarillo claro, camino hacia a mi, no se notaba que fuera un día bueno para el, ni malo,un día gris como su cabello.

Su ropa era tradicional de Jalisco, un adulto viril de buen aspecto y de mirada pesaroso, de impacientantes ojos gritando por alguna salvación.

José-Boa tarde, Posso ajudar em algo, cavalheiro?

Saludo este con su sombrero, quitándoselo después y mirarme fijamente, estrechando su mano con la mía. Sin presentarse, me había rogado que lo acompañara, una situación importante ocurría.

Obedecí, jamás le diría no a alguien que necesita de mi ayuda. Me llevo en su coche a un restaurante, contándome una que otra anécdota para tratar de calmarse, se veía muy asustado, preocupado y agobiado. No me explicaba nada, no sabía que ocurría, solo sabía que tenía algo que ver posiblemente con Panchito, el ya hace unos días estaba extraño en sus mensajes, cortantes y difíciles de poderse asimilar.

Paramos después de cenar en el faro del pueblo y le ofrecí un puro que con respeto me rechazo, el espanto de los nervios me carcomían.

José-Disculpe...¿qué necesita de mí?

???-Diana Montoya, ¿usted la conoce, que no?

José-La señorita Diana, si, la conozco, es una dama muy amable y quiere mucho a su hermano

Solo la pronunciación de mi Luna me aliviaba, no era Francisco lo que estaba en peligro, ni se veía que Diana lo estuviera...claro, hasta que el mexicano de buen aspecto me miro, con sus pupilas amenazantes en llorar, pero, se detuvo este, aguantando el dolor y mirar a otra dirección.

???-Necesito que valla conmigo a México, ella necesita verlo por última vez...

José-...¿Qué?, ¿se va a mudar o algo?, ¡valla!, ella nunca me aviso

La mutez del hombre se pronuncio, no era una mudanza, tampoco algo que no tuviera importancia. No tolero más, sus lagrímas mancharon como gotas de sangre sus mejillas, explicando un gran dolor en forma de agua.

José-...¿cuánto queda?

???-Un mes...por eso vine por usted, quiere verlo por una última vez, lo quiere re arto, por lo que me ha contado 

No quise tardar en poner todo a cargo antes de marcharme con el hombre hacía México, dejando las cosas en orden, una maleta improvisada y comenzar el viaje en carretera para ir al aeropuerto. Diana estaba con un terrible pesar que ni el mejor médico podría curar, un dolor insoportable que no se podría aliviar ni con solo suaves palabras de amor o cuidados de cariño entero. Si ella quería verme, no iba a impedir. Es solo que...me abruma la idea de ver su piel tostada en un estado taciturno, unos ojos perdidos y el cuerpo que con el que baile en medio de un escenario se opacara en mis brazos para volverse un camino de recuerdos debajo de una suave almohada.

José-Disculpe, ¿por qué usted vino?

El mexicano me miro de reojo algo sorprendido por la pregunta, desvíando suavemente sus ojos cansados para concentrarse en la obscura autopista y manejar con detenido cuidado.

???-Mi hermana quería que yo viniera, además, quería conocerlo chamaco, Panchito se saco la lotería

Un suave rubor se marco en mis mejillas al recibir ese pequeño alago, pero, no quería despistarme y perder el control de la conversación.

José-¿Su hermana?

???-¡Oh!, dispense, no me he presentado...me llamo Juan, hermano de Ricardo y Diana

El era el dichoso Juan, quien al cumplir la mayoría de edad, fue a  buscar una buena vida para sus hermanos menores; Era él el punto de las discuciones de sus hermanos que mantenían un famoso bar en Guadalajara, el hermano mayor.

No pude ni quise preguntar algo más, se veía baldado, un viaje que el había hecho para venir por mi y como para llenarle de preguntas, es algo abrumador y irritante, pero...creo que también necesito las fuerzas suficientes, para preparar a mis ojos de lo que estan destinados a ver...

José Carioca Apresenta: Noite de Zamba Where stories live. Discover now