Nuestra carrerita

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El grupo entró nuevamente al lugar del evento y fueron a ver la tabla de oponentes. Si todo salía bien enfrentarían a Stan en la ronda final ya que él estaba en un grupo que se saltaba un enfrentamiento, evidentemente obra y gracia de Eric y Wendy, pero a Craig no le importaba, ya que eso iba a servir de entrenamiento para que el pequeño monstruo de ropa se adaptara a los controles. Sus rivales eran unos muchachos de la facultad de tecnología, su olor a sudor delataba a leguas su falta de higiene, sus cabellos eran grasosos y se notaba que desde hace algunos días no se aseaban alrededor de la boca pues traían algo de saliva seca por haberse trasnochado haciendo quizás qué, eran dos tipos totalmente horribles y no le sorprendería escuchar que no tuvieran novias, pero para su desgracia, esas personas siempre solían ser muy buenas jugando videojuegos.

– ¿Crees que sean buenos? –preguntó con temor el rubio obligando a su garganta a mover su pequeña manzana de adán.

– Probablemente lo son –dijo Craig– De todos modos, si son mejores que nosotros aplastarán a Stan, pero mejor preocupémonos de divertirnos, anda, sin presiones –intentó calmarlo, su acompañante era un manojo de nervios, observó que su máquina asignada para esa carrera era la numero cuatro, y a su lado ya había 2 equipos compitiendo.

Cuando el pelinegro iba a sentarse en la máquina, notó un gran problema con esta y se maldijo internamente por no haberlo previsto, esas máquinas eran para niños y él medía casi 2 metros, de todas maneras intentó sentarse, pero era totalmente imposible doblar el manubrio porque sus rodillas estorbaban, se sentía como un payaso de feria metido en un auto diminuto.

– Oh, noooo... –susurró mientras su frente tocaba el manubrio, parecía un bulto contorsionado.

– ¿Craig? –se acercó Tweek.

– No podré conducir así, mis rodillas estorban mucho y tampoco me es cómodo apretar los pedales, tendrás que hacerlo tú –explicó Craig mientras se bajaba del asiento del conductor.

– ¡¿Qué?! ¡no! es imposible! ¡no puedo! –gritó Tweek, Wendy se acercó a ellos.

– ¿Algún problema? –preguntó la pelinegra.

– Me... da algo de pena admitir que mis piernas son muy largas para este... "carrito para niños" y creo que no puedo conducir.

– Pues no hay mucho que pueda hacer con eso Craig, o cambias con él o se retiran y mi Stan ganará ese genial modelo que va a presumirte cada vez que tenga oportunidad –cantó contenta la pelinegra, el más alto suspiró en resignación.

– Está bien, nos retiramos, no puedo obligarte a hacer algo que no quieres –susurró el gigante mientras miraba a los ojos al rubio, este vio a través de Craig, era tan obvio que odiaba dejarle el campo libre a Stan para llevarse aquel modelo a escala.

– ¡No! está bien, yo lo haré, es mejor intentarlo a simplemente rendirse ¿no? –casi como si su alma regresara a su cuerpo Craig sonrió ampliamente.

– Eres el mejor, enano –le dijo el de ojos verdes dándole una palmadita en la espalda y cambiando lugares, Tweek cabía perfectamente en el asiento del conductor, aunque su ropa estorbaba un poco no endurecía el volante como lo hacían las rodillas de Craig, mientras que el pelinegro se acomodó cómo pudo en el asiento del copiloto que no necesitaba pedales.

Los controles que le tocaban a Tweek eran muy similares a los de un auto normal, había 3 pedales y una palanca de mano, tenía un cursor que evaluaba el estado de salud del auto y los controles de un menú, en el volante había solo dos botones para encender y apagar las luces del frente para los escenarios con trampas y otros obstáculos, del lado de Craig estaban los controles de las habilidades y el tiempo de enfriamiento de cada una.

Monstruo de RopaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora