Mi tweek...

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Tweek se despertó a la hora de siempre, la alarma de su teléfono tintineaba suavemente en el velador, pero él no recordaba haberse acostado. Cuando intentó extender su mano para poder silenciar su móvil se dio cuenta de que su hombro dolía bastante, y no solo eso, todo su cuerpo se sentía extremadamente agotado y adolorido. Como no pudo alcanzar su teléfono, intentó girar su cabeza y al hacerlo pudo sentir la tensión de los músculos de su cuello y pese a todo el esfuerzo solo consiguió girar la mitad de lo que tenía intención de mover.

– Enano, ¿Cómo te sientes? –le preguntó Craig, había despertado con la alarma del pequeño que sonaba incesantemente. Estiró su cuerpo y sacó sus piernas a un lado para poder sentarse en la cama y acercarle el teléfono al rubio para que pudiera poner su clave y apagar la alarma.

Durante la noche decidió fingir que no sabía su nombre, la razón era muy simple, como él manejaba mucho la lógica pero carecía del tacto necesario como para mantener en un estado tranquilo a Tweek, supuso que si lo confrontaba podría causarle hasta un ataque cardiaco o algo similar, asique antes de hacer cualquier movimiento tenía que tantear el terreno, por lo que se convenció de que por ahora, iba a intentar crear un espacio seguro y dejar que el pequeño muchacho consiguiera la confianza necesaria para hablar de sí mismo con él.

– Cansado... y algo adolorido –le respondió el rubio casi susurrando– ¿Qué pasó ayer?

– No lo sé, cuando regresé del gimnasio con Token te encontramos desmayado y luego vino la enfermera con un doctor a atenderte, los llamaste tú, ¿cierto? no alcanzamos ni a marcar un numero en el teléfono cuando ellos aparecieron, Token se metió a ayudarte, pero a mí me sacaron prácticamente a patadas de aquí –mintió el pelinegro. Tweek no estaba en sus cinco sentidos como para diferenciar una mentira, pero agradecía enormemente que el gigante que no lo hubiera visto en ese estado.

– En realidad... yo... recibí una llamada de mi tío, y cuando estaba hablando con él me dio vértigo, supongo que me escuchó caer –le respondió con voz cansada, el pelinegro lo observó durante un buen rato hasta que se atrevió a acercarse a él y puso sus manos en las mejillas del niño, quería ver si aún estaba tibio como anoche.

– Por primera vez me alegra que tengas el rostro frío –le dijo el más alto, Tweek cerró los ojos al sentir las cálidas manos de Craig tocar su rostro, mientras que el gigante sentía unas horribles ganas de abrazarlo con fuerza y llenarlo de besos, pero el único movimiento que se permitió hacer fue acariciarlo con su dedo pulgar– No iras a clases, más tarde vendrá Clyde a cuidar de ti, yo tengo una nota para que te justifiquen, la pasaré a dejar antes de mi clase.

– Pero tú entras un poco más tarde... –le dijo el pequeño mientras intentaba levantarse, puso una mano en el brazo de Craig para quitarlo y el de ojos verdes observó como el pequeño intentaba zafarse, pero con suerte tenía fuerzas para poner su mano sobre su brazo.

– Me levantaré temprano e iré, te traeré algo de desayuno y luego me iré a mi clase, tranquilo, no es ningún un problema para mí –le explicó el de ojos verdes mientras se ponía de pie.

– Pe... pero esas cosas las debo hacer yo... –Tweek intentó sentarse en la cama otra vez, pero con suerte pudo despegar su cabeza de la almohada.

– El rey azul ordena que te quedes en cama –lo cortó Craig y se apartó del chico, comenzando a buscar las cosas que necesitaría para el día de hoy– ¡Ah! Y cuando venga Clyde, seguramente traerá a Bebe, asique no dejes que follen en mi cama. Vendré a verte en tanto me desocupe de unos asuntos pendientes que tengo, ¿Necesitas ayuda para ir a mear o algo? ¿Qué quieres que te traiga de desayunar?

– No necesito ir al baño, estoy bien, pero quizás acepte una caja de leche... – Craig observó detenidamente al niño, Tweek movía sus manos como si intentara recordar cómo usarlas, y pasados unos momentos llevó lentamente sus manos a su cara, se veía muy avergonzado de no poder moverse. Él como hombre podía entenderlo, como le había dicho Clyde, era natural que el rubio se sintiera avergonzado por estar débil, por causar molestias a los demás o por convertirse en alguien inevitablemente dependiente de otro, Craig más que nadie conocía también el lado orgulloso de Tweek y su mal hábito de encerrarse junto con sus problemas.

Monstruo de RopaWhere stories live. Discover now