El regalito

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Tweek temblaba como una gelatina, estaba completamente seguro de que Craig se había dado cuenta de que era él y que por eso estaba tan enojado. Es decir, se había apartado del grupo aun teniendo hambre y se le notaba, ya que un hombre adulto de su tamaño era bastante bueno para comer y el pelinegro no era precisamente la excepción, sobre todo porque siempre era riguroso con su propio cuerpo, iba al gimnasio 3 veces a la semana y comía bastante bien a sus debidas horas, sin mencionar que dormía lo que su cuerpo le pedía.

– ¿Todo bien, Craig? –le preguntó el de ojos bicolor con un deje de nerviosismo en su voz, el pelinegro le sonrió y una vez que se alejaron lo suficiente de todas las personas se detuvo.

– ¿Bien? ¡acabas de patearle el culo a Stan! –gritó– Fue fantástico, no te imaginas lo mucho que me encanta verlo perder –luego de eso retomaron su camino mientras el gigante continuaba narrando desde su perspectiva la competencia. Tweek solo había visto a Craig así de emocionado cuando fue testigo de una de las tantas victorias que tuvo sobre Stan, aunque nunca le preguntó el porqué de su rivalidad con él, no quería arruinar el momento.

– Sabes que yo nunca lo hubiera logrado sin ti, Craig... –le dijo el rubio mientras subían la escalera, ya estaban llegando a su cuarto– De haber estado solo, habría sido un verdadero desastre.

– Date algo de crédito, enano... debo admitir que Stan no es un mal jugador, pero cuando gana, generalmente hace demasiado alarde para tan poco –cuando abrió la puerta para que Tweek entrara, este último se quedó mirándolo desde el marco de la puerta.

– Ten, lo gané para ti, tú eres el que debe conservarlo –el rubio le tendió la caja con el coche autografiado.

– ¿Qué? pe... pero tú eres el fan de Destroyer, tú lo ganaste...es tuyo... –le respondió confundido el de ojos verdes.

– Si, me agrada Destroyer, pero quiero que tú lo tengas, eres... eres mi persona especial... mi mejor amigo, toma –insistió Tweek empujando un poco la caja para que tocara el pecho de Craig, este último se largó a reír.

– Gracias, pero no puedo recibirlo, tú lo ganaste legalmente –antes de que el pelinegro pudiera empujar la caja hacia el pequeño, este se la tendió un poco más fuerte.

– Recíbelo, enserio quiero que tú lo tengas, pa... para que tengas algo de mi... –Craig observó la caja y cubrió lentamente las pálidas y finas manos del niño, con las suyas, y al hacer eso, notó que temblaban, el pequeño no se había dado cuenta de que no traía guantes.

– ¿Estás seguro de que quieres que yo me lo quede? esto podría costar al menos 3000 dólares –el pelinegro dudó si tomar la caja, pero cuando Tweek comenzó a soltarla no le quedó de otra que recibir el paquete.

– Sé que no lo venderías y sí, quiero que tú lo tengas, que sea algo especial entre los dos –el rubio se apartó y permitió que el de ojos verdes entrara primero, este dudó un poco, pero lo hizo finalmente y dejó la caja sobre el escritorio que compartían y cuando se volteó para salir de allí, vio a Tweek con los brazos extendidos– ¿Puedo?

El pelinegro sonrió al ver que el rubio le estaba pidiendo un buen abrazo entre amigos para cerrar el momento y no se lo iba a negar después de todo lo que habían vivido. Se acercó a él y dejó caer su enorme cuerpo sobre el pequeño, y se acomodó entre sus brazos, era como abrazar una almohada esponjosa con un aroma varonil y atrayente. Dejó descansar su barbilla en el hombro del rubio y lo estrechó fuertemente. Tweek hizo algo similar, estiró su cuerpo para casi colgarse de su amigo, su mentón no alcanzaba al hombro del más alto, pero su nariz le servía como un ancla para no caerse, y aprovechando su cercanía, respiró el perfume de Craig, ese aroma que tanto adoraba y le recordaba cuando dormían juntos siendo niños, lo hacía sentirse a salvo.

Monstruo de RopaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora