La sesión: Citalopram

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||•|| _____ Stark ||•||

—Hoy hice mi cama —respondí recostada en el diván de ese consultorio—, tomé una ducha y desayuné algo temprano.

— ¿Y cómo te sentiste? —preguntó mi terapeuta atenta.

—Como que no hice gran cosa realmente —expliqué en lo que jugaba con mis dedos por la incomodidad de estar sentada sin hacer nada.

—Todo progreso es grande, por más pequeño que lo sientas, _____ —contestó—, el punto es que avances poco a poco. A tu ritmo, no tienes que ir al paso de los demás, no estamos todos en la misma frecuencia y está bien. El hecho que ahora mismo sientas que no es un gran avance es parte del largo camino por recorrer para un autoconocimiento profundo. ¿Cómo vas con la tarea que comenzamos a hacer la semana pasada?

—Bien, supongo —contesté sin muchos ánimos de hablar al respecto.

— ¿Quieres hablar del progreso?

Quedé callada unos segundos en lo que comencé a estrujar mi camiseta un momento por la ligera sensación de ansiedad que me llegó de la nada.

—Bueno, llamé a Happy y le dije que fuéramos a comer juntos. Aceptó y nos vimos —le conté—, fue la primera vez desde que regresé que hablamos y creo que lo extrañaba. Es lo único cercano que siento a una figura paterna ahora que él ya no está aquí.

— ¿Y qué hay de tus amigos?, ¿has hablado con ellos?

—Hmm, no realmente. Digamos que desde que esto volvió a la "normalidad" no ha sido muy normal que digamos. Mi mejor amiga tiene veinte años y ahora el interactuar con ella es muy raro. Y mi mejor amigo... creo que tampoco está en un buen momento, o no lo sé.

— ¿No has intentado comunicarte?

—No realmente, no me siento lista para hacerlo —solté un suspiro—. Hay veces que lo intento, lo juro, pero no puedo, al final siento que están mejor sin saber de mí. Últimamente me siento como esa avalancha de nieve que todos deben mantener lejos porque podrían dañarse de estar cerca.

— ¿Los pensamientos suicidas pararon?

Y no supe exactamente qué responder en ese cuestionamiento. Quise hablar al respecto pero de mi garganta no salían palabras, era como si de pronto las cuerdas bucales jamás las hubiera usado en mi vida.

— ¿_____? —insistió—. ¿Esos pensamientos han cesado?

—A veces. E-es decir, ya no son tan recurrentes y creo que puedo callar mis pensamientos haciendo otras cosas, pero hay veces que la vocecita interior gana y me cuestiona mucho.

— ¿Qué te cuestiona?

—El hecho que muchas cosas serían mejor si dejara de intentar mantenerme —expliqué—, que las personas cercanas dejarían de preocuparse tanto por mi situación. Pero creo que no sería capaz de planear algo elaborado para llevarlo a cabo, ¿de acuerdo? Es sólo, las ideas del momento, cuando estoy sola o no hago nada.

— ¿Qué hay de tus horarios de sueño?

—Cada vez son peores. Me desespera el hecho de sentir que no duermo tanto como debería. Hay momentos en los que la impotencia me gana y lloro de la desesperación. Pese a que todos dicen que el hecho de no dormir es genial, no es así. A veces rogaría que mi sueño durara ocho horas una vez a la semana.

El hombre araña (Peter Parker y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora