Capítulo 15: Lesbian line

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28 de julio de 1977.

Las dos eran muy aficionadas a la lectura y en Manchester no iba a ser menos. La librería Sisterwrite se fue convirtiendo poco a poco en su lugar favorito de la ciudad, el que más frecuentaban. El ambiente era muy acogedor y las dueñas siempre las atendían con la mayor de las sonrisas. Tenían una pequeña sección de literatura extranjera, así que de vez en cuando se pasaban para comprobar si habían traído libros nuevos en español. Aunque no se conformaban con eso, y se habían propuesto comenzar a leer libros también en inglés para seguir mejorando con el idioma.

- Este está bien – dijo Luisita, agarrando un ejemplar de la estantería.

- Es un libro para niños, Luisita – rio Amelia.

- ¿Y qué? ¿Te piensas que tengo nivel para leerme un libro de 300 páginas? Habrá que ir poco a poco, cariño... además, así lo aprovechamos mejor, que luego se lo puede leer nuestro hijo o hija.

- Mira, en eso llevas razón. Se lo envolvemos para Navidad y nos ahorramos el regalo.

- ¡Amelia! – le dio en el brazo, aunque no pudo evitar reír.

- ¿Qué pasa? Soy práctica – añadió divertida.

Eran casi las siete de la tarde y la librería estaba a punto de cerrar, así que no se entretuvieron mucho más y fueron a pagar. Una vez fuera, mientras doblaban la esquina para volver al hostal, se escuchó un fuerte estruendo. Decidieron asomarse disimuladamente para comprobar lo que había pasado. Lo que alcanzaron a ver fue a un señor, que se alejaba corriendo rápidamente, con la cara tapada por un pasamontañas. Eso, y los cristales rotos del escaparate de la librería. Una de las dueñas salió a la puerta, para ver si lograba ver al atacante, pero ya se había marchado.

- ¿Estás bien? – preguntó Luisita, volviendo a la librería, seguida por Amelia.

- Sí, si no es la primera vez que pasa. – contestó la chica.

De pronto apareció otra de las encargadas de la librería.

- ¿Otra vez? – se quejó. – Voy a por la escoba.

- Tú llama a la cristalería, que ahora barro yo. – y su compañera volvió dentro.

- ¿Os pasa mucho? – preguntó Amelia.

- Más de lo que nos gustaría. Desde que abrimos, de vez en cuando se pasa algún hombre o para hacer pintadas o para romper algo.

- Qué desagradable... - dijo Luisita.

- Es lo que hay, cuando nos decidimos a abrir la librería ya sabíamos que nos podía pasar algo así. Hay mucha gente que sigue sin aceptar que las mujeres merecen tener sus propios espacios y ser libres. En todos los sentidos.

Luisita y Amelia se miraron, comprendiéndolo perfectamente, al haberlo sufrido ellas también en sus propias carnes. El luto por La luna de cartón seguía presente de alguna manera en sus vidas. Había que seguir, pero la impotencia de ver cómo un proyecto al que tanto tiempo le has dedicado se esfuma de un plumazo, es algo que te marca. Ellas no pudieron recuperarlo, porque ni siquiera les dio tiempo a sacar algún tipo de beneficio que les diera algo de margen para poder resurgir, y por eso se vieron obligadas a abandonar ese sueño. Todo fueron pérdidas, ya no sólo económicas, sino también sentimentales. Aunque a todo se le podía sacar algo bueno, porque ese fue el punto de inflexión que impulsó su reconciliación.

- ¿Queréis que os ayudemos? – preguntó Amelia, viendo que el altercado también había afectado al interior de la librería.

- Muchas gracias, pero no os preocupéis, nosotras nos apañamos. 

ENTRE MADRID Y MANCHESTEROnde histórias criam vida. Descubra agora