Jueves, 20 de octubre de 1977
— Vaya...
— Debe de haber sido por los cambios de temperatura. — tosió un par de veces. — Me sabe fatal tener que pedirte esto pero...
— Luisita, quédate descansando el tiempo que necesites que nosotros nos apañamos. — contestó antes de que se lo planteara siquiera.
— Gracias, de verdad. Te prometo que mañana me quedo más horas para compensar.
— Tranquila, no hay ninguna prisa. Lo que tienes que hacer es recuperarte bien que el domingo hay que celebrar tu cumpleaños por todo lo alto.
— Eso por supuesto.
— Hazte algo caliente y abrígate bien.
— Sí, eso haré. De todas formas si mañana me encuentro mejor te aviso y me paso por el despacho.
— Bueno, como quieras. Pero si te veo indispuesta te mando para el hostal otra vez, eh.
— No hará falta.
— Pues seguimos en contacto, cualquier cosa que necesites no tienes más que llamar.
— Muchas gracias — le reiteró. — No te entretengo más que bastante tiempo te he quitado ya.
— Qué va, mujer, si para eso estamos. Un abrazo, guapa.
— Igualmente, adiós.
Colgó y suspiró aliviada. Terminó de ponerse la parte de arriba y entró al baño para maquillarse.
— Pues sí que había correo. — escuchó desde dentro. — Adivina de quién.
Le puso la tapa al pintalabios y empezó a guardarlo todo en el neceser.
— ¿De mis padres?
Marcelino estaba empeñado en mandarles una cesta de embutidos porque siempre decía que a saber lo que estarían comiendo por ahí, que como la gastronomía española no había ninguna.
— Frío.
— Pero dímelo.
— Primero sal.
La rubia suspiró y abrió la puerta, encontrándose a su mujer en medio de la habitación con una carta y un paquete en la mano.
— Menudo despliegue, ¿no?
— Es de Marina. — se lo dio y Luisita lo sacudió para intentar adivinar lo que podía ser. — A ver si va a ser delicado y te lo cargas antes de tiempo.
— Si ha sobrevivido a todo el camino no hay quien lo rompa ya — dijo despreocupada y lo dejó sobre la mesa para abrirlo.— Hala, qué bonito.
— ¿Qué es? — se acercó Amelia para cotillear.
— Un gorro. — sonrió al percatarse de que llevaba bordadas las palabras «Onda Libertad».
— Pruébatelo, a ver cómo te queda.
Y al sacarlo Amelia se fijó en que habían más cosas dentro.
— Mira, hay una nota. «¡Feliz cumpleaños, Luisita! Para que siempre tengas un pedazo de Onda Libertad allá adonde vayas. El otro día te dedicamos unas palabras en la radio y te las hemos grabado para que las escuches cuando quieras, esperamos que te gusten. De tus amigos y compañeros radiofónicos: Marina, Mateo y Fede.» — leyó.
Hasta la pegatina del casete estaba personalizada con su nombre y dibujos.
Amelia la notó algo emocionada así que le pasó la mano con cariño por el brazo para reconfortarla.
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ČTEŠ
ENTRE MADRID Y MANCHESTER
Romance¿Cómo fue el último día de Luisita y Amelia en Madrid? ¿Cómo fue su vida desde el momento que pisaron Manchester? ¿Cómo vivieron el proceso de la fecundación in vitro? ¿Qué dificultades se encontraron a lo largo del camino? ¿Consiguieron ser felice...