Capítulo 35: Bien está lo que bien acaba

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Poco a poco las luces volvieron a encenderse, iluminando el telón. Los integrantes de la obra se asomaron a través de él y cuando escucharon la abrumadora respuesta del público salieron con la mayor de las sonrisas a agradecer las muestras de cariño. El aforo no era excesivamente grande pero se hacían notar como si estuvieran en un estreno de Hollywood. Aunque daba igual cuánta gente hubiera ese día en aquel teatro, para Amelia una persona destacaba por encima del resto. Sin embargo, no precisamente porque fuera su mujer y solo tuviera ojos para ella. Nadie que estuviera allí podía ignorar los "Amelia, Amelia" que gritaba Luisita dejándose llevar por la emoción del momento.

Luisita de por sí ya era muy intensa, no era algo que pillara a Amelia por sorpresa, pero ese día estaba incluso más eufórica que de costumbre. Era un día demasiado especial y ver la cara de felicidad de Amelia durante toda la actuación no había podido ser más gratificante. 

- ¿Esa no es tu representante? – le preguntó un compañero.

- Sí lo es, sí – contestó entre risas. – Lo vive mucho.

Amelia la buscó con la mirada porque sabía que estaba deseando llamar su atención y negó con una sonrisa al ver cómo le lanzaba besos. Le devolvió unos cuantos y se le escapó una carcajada al ver que hasta fingía atraparlos en el aire.

- Luisi, que pareces una adolescente en un concierto de Raphael – dijo Leonor muerta de la risa.

- Mira, mira, ya empiezan a bajar – abrió corriendo su bolso.

- ¿Qué vas a hacer con eso?

- Pues pedirle un autógrafo – contestó como si fuera lo más evidente del mundo.

- Esta niña es de lo que no hay – le comentó a Miguel en voz baja, que también echó a reír.

Sus sobrinas le pidieron enseguida un trozo de papel para ellas, contagiadas por su entusiasmo, porque también querían que Amelia les firmara uno.

- Lu, Lu – exclamó David desde los brazos de su padre. No sabía muy bien para qué eran pero cuando la vio repartirlos quiso otro.

- ¿Tú también quieres? Toma.

Había traído papel para un regimiento.

Salieron ordenadamente de la fila de butacas y Luisita fue directa a las pequeñas escaleras que había junto al escenario, donde ya la esperaba Amelia. Se abrazaron emocionadas y, de haber sido posible, se hubieran quedado en ese momento para siempre. No había nada más bonito que poder celebrar los éxitos y contagiarse de la felicidad de la otra, que acababa por convertirse en la suya propia. 

- ¿Qué? ¿Cómo me has visto?

- Espectacular – el brillo en sus ojos hizo que la sonrisa de Amelia se agrandara todavía más.

- Estás guapísima.

- Me alegro de que te guste mi cambio de imagen.

- Me encanta - se mordió el labio para contenerse las ganas de comérsela a besos. – Qué callado te lo tenías.

- Es que ha sido un poco improvisado. Se me ocurrió el otro día hablando con María y ya me dio algunos consejos.

- Vaya... pues cualquiera que te vea va a pensar que Marilyn ha vuelto.

- Ya, claro. – dijo divertida.

- Lo digo muy en serio.

- Tonta – rio tímida y se quedaron embobadas mirándose hasta que el esto de los allí presentes las hizo volver a la tierra, entre los mortales.

ENTRE MADRID Y MANCHESTERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora