25 de diciembre de 1977
— ¿Qué? ¿Tenemos resaca?
— Solo un poco... — se restregó la mano por la cara, sin llegar a abrir los ojos.
— Y eso que fueron dos copas, te me estás haciendo vieja.
— Oye, no te pases...
Luisita rio y le dio un beso en la frente.
— Voy a traerte una aspirina.
— Gracias...
Esperaba encontrarse la cocina vacía pero sus padres ya estaban en la mesa desayunando.
— Hombre, la primera en despertarse. — dijo Marcelino antes de que le diera un beso.
— ¿El resto sigue en la cama? — le dio otro beso a su madre.
— Sí, hija, sí. Hoy es día de remolonear hasta las tantas.
— ¿Y vosotros por qué no habéis hecho lo mismo?
— Alguien tiene que estar al pie del cañón y preparar la comida de Navidad. — la vieron abrir el armario y sacar el bote de las aspirinas. — ¿Te encuentras mal?
— ¿Eh? No, no es para mí es para Amelia. Anoche bebió un poco y le ha sentado mal.
— Vaya... pues espero que se mejore, que tiene que probar mi estofado.
— Solo es un poco de resaca, se le pasará.
— Antes de que te vayas, hija, — dijo Manolita al ver su amago de salir. — que te queríamos pedir un favor.
— ¿Qué pasa?
— Había pensado en salir mañana a comprar... ya sabes qué y así aprovechar que no habrá tanta gente, que todos los años se forman unas colas horribles.
— Vamos, que entretenga a Cata y a Ciriaco para que no sospechen nada, ¿no? — su madre asintió. — Vale, sin problema.
— ¿Qué le habéis traído vosotras? No vaya a ser que pensemos lo mismo y se repitan. —preguntó Marcelino.
Luisita miró hacia atrás y cerró la puerta para evitar cualquier posible espionaje.
— Por el de Cata no os preocupéis porque aquí todavía no las venden. Le hemos comprado una Barbie.
— ¿Una qué?
— Una Barbie. — repitió. — Es una muñeca, como la Nancy pero americana.
— Ah...
— Y a Ciriaco un monopatín.
— ¿Cómo que un monopatín? Pero si eso es muy peligroso.
— Ay, mamá, no te pongas sobreprotectora que ya no es un crío.
— A ver, digo yo que usándolo con responsabilidad...
Manolita le echó una mirada recriminatoria a Marcelino por llevarle la contraria.
— Bueno, me voy que Amelia sigue esperando que le lleve la pastilla.
Se escaqueó como pudo y fue corriendo a la habitación.
— Toma.
— ¿Y el agua?
— Mierda... — suspiró llevándose una mano a la nuca. — No tardo.
Volvió a la cocina y en cuanto entró y los dos la vieron dejaron de cuchichear.
— El agua, que se me había olvidado.
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ENTRE MADRID Y MANCHESTER
Romance¿Cómo fue el último día de Luisita y Amelia en Madrid? ¿Cómo fue su vida desde el momento que pisaron Manchester? ¿Cómo vivieron el proceso de la fecundación in vitro? ¿Qué dificultades se encontraron a lo largo del camino? ¿Consiguieron ser felice...