Capítulo 6: No hay mal que por bien no venga

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De pronto, aquel niño que se había sentado cerca de ellas empezó a llorar. Sus padres intentaban calmarle por todos los medios sin éxito, haciendo que los demás pasajeros empezaran a mirar un poco molestos. Luisita apartó la vista de la ventana y se giró discretamente para observar la escena, viendo como la rabieta del pequeño iba en aumento por momentos.

- Pobre... a lo mejor le da miedo viajar – le dijo a Amelia.

Amelia miró disimuladamente al niño, que casualmente también la miró y poco a poco dejó de llorar. Los padres también miraron a Amelia atónitos y agradecidos a partes iguales porque, por lo que fuera, el niño se quedó tan impresionado al ver a Amelia que se le olvidó la razón de por qué lloraba.

- Parece que le has gustado – dijo la madre del niño riendo.

- Eso parece – sonrió viendo como el niño la seguía con la mirada y estiraba el brazo hacia ella.

Amelia dudó un poco, temiendo estar tomándose demasiadas confianzas, pero acabó accediendo y le agarró de la mano.

- Qué bien, David, que has hecho una nueva amiga – comentó el padre.

- ¿Te llamas David? Yo soy Amelia – se presentó estrechándole la mano como si de una situación formal se tratara y al niño se le veía encantado.

- Nosotros somos Andrea y Carlos – se presentaron también.

- Encantada. Bueno, esta es Luisita... una amiga.

- Encantada – intervino Luisita, por alusiones.

Presentarse como amigas era otra de las cosas a la que ya estaban habituadas, aunque no por eso les resultaba más fácil. Seguían sintiendo la incomodidad de tener que fingir ser alguien que no eran y, sobre todo, de tener que negar a la persona que consideras el amor de tu vida y tu familia. Cuando se veían en esa tesitura, la que se veía obligada a hacer esa aclaración siempre solía mirar a la otra instintivamente, en un intento de reconfortarse mutuamente y de asegurarse de que el teatrillo no les afectaba más de lo debido.

- ¿Viajáis juntas? – preguntó Carlos.

- Sí, vamos en busca de experiencias nuevas – respondió Amelia.

- Nosotros igual, a Andrea le han ofrecido un trabajo y no nos lo pensamos. 

- ¿Os quedáis en Manchester? – preguntó Luisita.

- Sí, ¿vosotras también?

- Sí, qué casualidad – señaló Amelia.

- Pues mira qué bien que ya conocemos a alguien, porque yo ni idea de inglés.

- Nosotras igual – rio Luisita – así que está bien que nos juntemos entre los españoles.

David parecía entender la conversación y celebraba que sus padres y su nueva amiga se llevaran tan bien.

- ¿Estás contento, cariño? – le preguntó Andrea.

- Desde que ha conocido a Amelia.

- Es que Amelia tiene muy buena mano con los niños – añadió Luisita.

- Ah, ¿sí? ¿Tienes hijos? – se interesó Andrea.

- No, no, que va – aclaró – aunque me gustaría.

- Bueno, ya te llegarán, ¿tienes novio?

- Ehh... no, no tengo – contestó un poco apurada.

- Bueno, Carlos, tampoco seas antiguo... que se puede vivir sin hombres perfectamente – dijo Andrea, percatándose de que la pregunta había incomodado a Amelia.

Luisita se sorprendió ante tal comentario, y más aún viniendo de gente a la que acababan de conocer.

- ¿Antiguo yo? – miró a Andrea.

- Ya lo sé, pero a veces dices las cosas sin pensar y pueden incomodar a la gente... te lo tengo dicho.

- Ya, bueno... perdón Amelia – se disculpó – no era mi intención.

- No, no pasa nada – intentó quitarle hierro al asunto.

- Nosotras somos bastante modernas, ¿verdad, Amelia? – soltó Luisita.

Amelia la miró extrañada, sin acabar de entender el propósito de esa afirmación.

-S-sí – dijo desconcertada.

- Ah, pues genial, porque nos hemos encontrado con cada rancio por ahí... que menuda mentalidad en pleno siglo XX.

- Si yo te contara... - dijo Luisita para sí misma, sin darse cuenta de que lo había dicho más alto de lo que pretendía.

- Oye, pues podríamos quedar un día y nos conocemos mejor... si queréis, claro – propuso Carlos.

Claro – contestaron las dos a la vez.

Pasaron el resto del viaje charlando y Luisita sintió que serían muy importantes durante su estancia en Manchester. Le transmitían una energía muy alegre y positiva, que teniendo en cuenta lo que se avecinaba, no le vendría nada mal. A lo mejor encontraban en ellos un apoyo, y no sólo para adaptarse a la ciudad. El comentario de Andrea la había dejado pensativa, dándole vueltas a la posibilidad de poder ser ellas mismas con ellos, sin prejuicios ni situaciones incómodas.

Unos minutos después, la azafata anunciaba que aterrizarían en unos cinco minutos.

- Qué rápido se ha pasado el viaje al final – dijo Luisita.

- Como que nos hemos pasado todo el tiempo de cháchara – rio Amelia, al igual que Andrea y Carlos.

- Pues lo dicho, ya tenéis nuestra dirección – dijo Andrea – seguro que David también está deseando volver a veros, ¿a que sí?

- Y nosotras a él – sonrió Luisita.

Señores pasajeros, procedemos a realizar la maniobra de aterrizaje. Permanezcan en sus asientos hasta la finalización de la misma.

Amelia volvió a coger a Luisita de la mano, igual que había hecho para el despegue, y se dedicaron otra de sus miradas, de esas que sólo ellas entendían. O eso creían... porque desde la distancia, Andrea las miraba con una sonrisa.

Una vez aterrizaron, se despidieron no sin antes dejar pactado otro encuentro entre los cinco para el día siguiente.

- Un placer chicas – dijo Andrea – y disfrutad de vuestra cena.

- Eso, una pena que ya hubierais quedado con una amiga – añadió Carlos – pero mañana sin falta, eh. 

- Igualmente, ha sido una suerte encontraros. Y claro, mañana nos vemos para comer.

- Hasta mañana, David – se despidió Luisita – mañana te devuelvo a Amelia – añadió divertida.

David se despidió haciendo aspavientos con la mano, mientras veía como se alejaban de ellos.

- De verdad que los hombres no os enteráis de nada – dijo Andrea.

- ¿Por qué lo dices? ¿Qué he dicho ahora?

- La cena.

- ¿Qué pasa con ella?

- Que me apuesto lo que quieras a que no hay amiga, que esas dos son novias te lo digo yo.

- Ah, ¿sí? pues ahora que lo dices hacen buena pareja.

- Anda, tira... - dijo Andrea riéndose – que a este paso no llegamos a casa nunca. 

ENTRE MADRID Y MANCHESTERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora